Camioneros en el espacio. Diez negritos en el espacio. Tiburón en el espacio. La matanza de Texas en el espacio. Incluso Gremlins en el espacio (a pesar de ser posterior). O también El único guion listo que tenemos para aprovechar el tirón de Star Wars cuanto antes. De todas estas formas se ha llamado a esta película. Para estar considerada como una de las obras fundamentales de la ciencia ficción, especialmente en el campo del cine, Alien, que al principio se iba a titular Star Beast, por si no quedaba lo bastante claro, es una especie de monstruo (valga la redundancia) de Frankenstein hecho de partes de otros cuerpos, literarios o cinematográficos, ya leídos o vistos antes. El propio creador original del guion, Dan O’Bannon, así lo reconoció: «No robé Alien de ninguna parte. ¡La robé de todas partes!». Y así, de la misma forma en que se dice «si vas a copiar a alguien, copia a los mejores», también podría decirse «si vas a copiar a alguien, al menos haz una obra maestra con lo que robes». Esta película es eso precisamente, con el añadido siempre útil de la idea simple y fácil de entender: un carguero espacial, siete personas, y un octavo pasajero cuyo comportamiento como invitado forzoso deja mucho que desear. Solo puede quedar uno. O, por no robarle el lema a otra película y quedarse con el que sacaron para esta, que les quedó muy bien también, «en el espacio nadie puede oír tus gritos».
Ganadora del Oscar a efectos visuales (H. R. Giger, Carlo Rambaldi, Brian Johnson, Nick Allder y Denys Ayling) y nominada a dirección artística (Michael Seymour, Leslie Dilley, Ian Whittaker y Roger Christian), también ha recibido un carguero entero de premios de ciencia ficción, y ha creado toda una saga de secuelas, precuelas, cruces con la serie Predator, cómics, videojuegos, novelizaciones y todo tipo de mercaderías.
[Aviso de destripes durante el desayuno en todo el texto]
La trama de Alien es muy sencilla: el ordenador de una nave espacial que viene de vuelta a la Tierra cargada de mineral despierta a sus tripulantes diez meses antes de lo previsto, porque ha captado una señal inteligente procedente de una luna próxima, y por contrato están obligados a investigarla, a pesar de que la tripulación son solamente meros curritos transportistas: el capitán Dallas, la segunda de a bordo Ripley, la piloto Lambert, el oficial científico Ash, el oficial ejecutivo Kane, el ingeniero Brett y el técnico de mantenimiento Parker. Al ir a investigar, encuentran una nave alienígena accidentada y abandonada desde hace mucho tiempo, con una segunda forma alienígena desparramada a su alrededor, en forma de huevos de medio metro de alto. Uno de ellos se abre cuando Kane se le acerca, y una especie de gigantesca araña con una cola prensil se le agarra al rostro y la garganta. A pesar de que Ripley quiere aplicar las reglas de cuarentena, ya que se huele que la señal recibida no era de socorro, sino de advertencia, Ash admite a Kane a bordo. Tras un día o dos con aquello pegado, el bicho muere, se le cae de la cara y todo parece bien otra vez, pero a las pocas horas, cuando todos están sentados a la mesa comiendo, a Kane le estalla el pecho y le sale otra criatura de dentro, una especie de serpiente dentada que se les escapa por la nave ante la estupefacción y el terror generalizados.
Todo esto tarda media película en ocurrir, en medio de una inquietante atmósfera de primero desperezarse, luego entrar con cuidado entre los restos de la primera nave y después preocuparse por Kane. A partir de ahí hay que buscar a la bestia, que no para de crecer, hasta alcanzar más de dos metros, además de adquirir piernas y brazos y una segunda fila de afilados dientes. Depredador experimentado, es un animal que sabe esconderse y atacar cuando le venga mejor, y además no parece estar particularmente preocupado por matar para comer, sino para conservar a sus nuevas víctimas en un estado de suspensión entre la vida y la muerte para poder usar de nuevo sus cuerpos y «fabricar» más ejemplares como él. Poco a poco van cayendo todos en sus garras, excepto Ripley, que descubre además que Ash es un androide sintético plantado allí por la compañía que les paga, específicamente para traerse ese alienígena a la Tierra. Luego Ripley logra primero escapar en una cápsula salvavidas y después deshacerse del alien usando presencia de ánimo, astucia, paciencia, una compuerta y la tobera de la nave. Y el gato. El gato Jonesie también escapa. Ridley Scott, por cierto, quería que el alien matara a Ripley arrancándole la cabeza de un bocado y que luego grabara la nueva entrada del diario de a bordo imitando su voz, dándole una nueva dimensión inteligente y racional que dejaría a la gente aún más acongojada al salir del cine, pero los productores no se lo permitieron.
Este papel convirtió a Sigourney Weaver en una estrella, y también en toda una sex symbol, con ese papel de mujer decidida y fuerte y ese look de camiseta y bragas en el espacio justo antes de una última batalla. La heroína espacial sexy ya había aparecido inevitablemente en cómics, libros, series y películas anteriores, y ella le dio una nueva encarnación, justo en ese momento a finales de los 70 antes de que se pusieran de moda las curvas más pronunciadas y hasta exageradas. Hija de una familia reputada en el mundo del espectáculo (madre actriz, padre presidente de la cadena NBC, tío cómico), este fue su debut ante las cámaras, superando el hándicap de medir 1.82, cosa que dejaba bajitos a algunos de sus compañeros masculinos de rodaje. Al principio, dado que era novata, ella iba a interpretar a la otra mujer del reparto, la asustadiza piloto Lambert, pero con los decorados ya construidos y ensayando, el director, Ridley Scott, les intercambió los papeles, con gran éxito.
Las obras maestras se distinguen de las que no lo son especialmente por los significados que puedan contener dentro para ilustrar diversos aspectos de la condición humana, más allá de la mera peripecia de sus personajes. Al principio muchos recibieron a esta película como una buena muestra de lo segundo (buena tensión, buen diseño de producción, buena experiencia de sustitos a lo tren de la bruja en una feria), pero no tanto como lo primero. Sin embargo, con el paso del tiempo casi todas las opiniones negativas o despectivas se han ido modificando positivamente. Además, otra cosa que gusta mucho a críticos y académicos son las obras que tienen jugo suficiente dentro como para escribir tesis, ensayos y hasta libros enteros, cosa que esta película posee en abundancia. A la hora de hacer análisis, sin embargo, hay que tener mucho ojo para no pasarse de frenada por un lado, convirtiendo todo objeto más largo que ancho en un pene y toda cosa redondeada con algo más dentro en un vientre o un pecho, ni por el otro quedar esclavizado por las propias declaraciones del autor, rechazando cualquier otra lectura posible. Por poner un ejemplo conocido, J. R. R. Tolkien siempre dijo que El Señor de los Anillos no era una analogía ni sobre la Segunda Guerra Mundial ni sobre la Biblia, pero eso no significa que, conociendo estas palabras del creador de la obra, no pueda hacerse y desarrollarse ese tipo de interpretación, sobre todo si el texto analizado la sostiene. El autor es solo uno más entre los lectores o espectadores, incluso de su propia obra, y su parecer nunca debe agotar la experiencia interpretativa de otros.
En el caso de Alien sí que esas interpretaciones de penes y vientres están apoyadas por los propios creadores, el ya mencionado O’Bannon y su compañero de guion Ronald Shusett. O’Bannon, sobre todo, llega a decir que la película es una especie de venganza por todas las veces que son las mujeres las que sufren el acoso y la violencia en las películas, antes de que lleguen los hombres a salvarlas, y que la imaginería de penes, invasiones y violación masculina está ahí a propósito: el arácnido del huevo (apodado facehugger, o abrazacaras) agarra a la víctima por el cuello y le hace tragar un apéndice por la boca, mientras dos grandes glándulas a sus lados, a modo de enormes testículos, bombean líquido en su garganta casi continuamente. El ciclo se completa con esa nueva criatura fálica reventando sangrientamente el cuerpo de su anfitrión, recordando otra cosa que a muchos hombres les da mucha grima: el parto, una experiencia ajena, que nunca les tocará pasar a ellos, llena de tensión, dolor, sangre y con una nueva vida saliendo de otra, a veces a costa de la existencia de la madre. A través de Kane, aquí un sujeto masculino se ve convertido en una versión de una mujer violada y violentada, primero invadido sin su consentimiento, después preñado durante horas y finalmente usado y matado por una nueva criatura que lo único que busca es volver a repetir el ciclo con una nueva víctima. Según dijo O’Bannon, «voy a atacar al público sexualmente, especialmente a los hombres, voy a poner ahí todas las imágenes que se me ocurran que hagan a los hombres del público cruzar las piernas [como reacción para protegerse]: violación oral, partos, huevos en tu garganta, el número completo». La escena del «parto» de Kane fue votada en 2007 como «el momento para mayores de 18 años más memorable de la historia del cine» (el frikerío anglosajón es muuuy friki), y el actor, John Hurt (que como Calígula en Yo, Claudio también le abrió la tripa a alguien en busca de un feto) incluso se avino a parodiarla él mismo en la comedia Spaceballs (La loca guerra de las galaxias), de Mel Brooks («Not again!»). Cuando años más tarde Hurt coincidió con Elijah Wood en el rodaje de Los crímenes de Oxford, Wood se quejaba de que daba igual cuántas cosas rodara, siempre le mencionaban al Frodo de El Señor de los Anillos. Hurt le respondió: «Eso no dejará de ocurrirte nunca. A mí no hay semana que no me vengan con fotos de Alien para firmar, y de eso hace ya décadas».
Visualmente, la película está llena de hallazgos, empezando por ese look usado y gastado que fue uno de los aciertos menos reconocidos de La Guerra de las Galaxias (cuando Alien se estrenó, la futura saga Star Wars solo constaba de una única película), muy opuesto al aspecto aséptico y recién de estreno de muchas otras creaciones de ciencia ficción. Aquí, además, los personajes no son princesas espaciales ni flotas estelares ni héroes famosos, sino unos currantes que nada más despertarse empiezan a hablar de aumentos de sueldo y condiciones laborales. Tampoco son bellos jovenzuelos para captar al cuadrante más joven del público: Weaver tenía 29 años entonces, pero salvo la otra mujer, todos los demás son cuarentones sin glamour ninguno, aunque varios de ellos fueran rostros vagamente conocidos, con aspecto de realmente llevar ya varios trienios acumulados en la empresa. Luego está el propio diseño del alienígena. O’Bannon escribió la historia sin desarrollar demasiado los personajes, ni los humanos ni al bicho, para que quien la rodara pudiera rellenarlos como quisiera, mientras que el proceso de incubación del alien fue una idea principalmente de Shusett, pero al conocer al artista suizo H. R. Giger durante una etapa de seis meses en París trabajando en el frustrado proyecto de Dune de Alejandro Jodorowsky, O’Bannon quedó tan impactado con sus diseños que los incorporó al imaginario de su guion. Tanto O’Bannon como Giger citan a H. P. Lovecraft entre sus fuentes de inspiración, y se nota. Dentro del alien adulto iba un extra nigeriano, alto y flaco, de 2.08 de estatura, aunque durante casi toda la película solo se lo ve a trozos y semioculto, hecho aposta para que la imaginación del espectador haga el resto. El que Ash fuera un androide fue idea de los productores Walter Hill y David Giler. O’Bannon lo consideró una subtrama innecesaria, pero Giler luego lo llamó «una de las mejores cosas de la película», que luego ha dado mucho juego en las precuelas y secuelas de la saga. Sin embargo, la cabeza falsa que sustituye al actor, Ian Holm, cuando está destrozado y revelando sus secretos ya no da el pego con el público moderno. E incluso esa entrañable computadora, Madre, que ya sonaba a cacharro incluso cuando se estrenó, no me extrañaría que algún día se pusiera de moda otra vez, en un ataque de hipsterismo retroespacial.
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