Cascaborra, editorial de cómic especializada en historia de España, abre su primera librería en el casco antiguo de Toledo. Con este gesto, Julián de Olivares, editor fundador y guionista del título “1808: Madrid”, abre al público un espacio de contacto con multitud de historias en viñetas generadas por distintas voces artísticas del panorama español que recogen ecos de las más diversas etapas de nuestra historia y personajes de toda índole. Pero va más allá. En este espacio tendrán lugar presentaciones, charlas, debates y talleres orientados al enriquecimiento cultural y al intercambio libre de ideas, tan necesario en una época que, por un lado, nos trae inusitadas maravillas gracias a un desarrollo tecnológico nunca visto y, por otro, nos brinda la incómoda realidad de observar cómo cada día la línea entre enseñar y aleccionar se diluye más.
Una alternativa a esta distopía orwelliana que cada vez se palpa más en el ambiente podría ser salir de la zona acordonada por la policía del pensamiento para sumergirse en espacios independientes en los que el diálogo, en el sentido más socrático del término, sea lo suficientemente libre como para poder dar a luz a las ideas o llegar al acuerdo de estar en desacuerdo sin dedos acusatorios alzados y sermones de saldo emitidos desde los púlpitos digitales de los profetillas del siglo XXI, que elevan, por comparación, a los tiktoks más absurdos a la categoría de contenido soportable. Cascaborra, editorial recolectora de lágrimas en la lluvia, apostando siempre por el talento nacional y las voces plurales, ofrece un espacio alternativo que se desmarca del área de la estrechez institucional de cualquier color y de la verborrea vacía de algunas redes en las que el punto crucial del debate queda disuelto en una maraña de falacias, y lo hace utilizando el tebeo como vehículo.
El tebeo es un medio fascinante, y no porque el BOE lo haya puesto entre las palabras “Libro” y “Fomento de la lectura” en el 2023 debido a que cuenta con el visto bueno de un grupo de señores y señoras que probablemente no hayan leído un cómic más allá de Mortadelo y Filemón (sin desmerecerlo en absoluto), sino porque ha demostrado a lo largo de la historia, desde sus orígenes más rudimentarios, tener un lenguaje propio, ser capaz de plasmar mundos antes no imaginados y expresar ideas y conceptos que no pueden ser transmitidos de la misma manera con otros medios. A menudo se ha dicho que el cómic puede ser una buena forma de introducir a los más jóvenes a la lectura, afirmación que parece relegarlo a forma de expresión menor respecto a la literatura. Otro de los típicos prejuicios es que el cómic es solo para niños, lo cual es como decir que el cine únicamente está constituido por las películas de Disney. Pero se trata de una concepción generada por la falta de contacto con el medio. Una concepción que el espacio de Cascaborra pretende desmontar a través de las distintas actividades que se realizarán de forma regular entre sus paredes. El cómic es un universo vastísimo que merece ser descubierto y explorado, y si algo tienen los autores de Cascaborra, a pesar del tejido heterogéneo que componen, es una pasión innata por él. Aunque también es necesario apuntar que los eventos no solo estarán dedicados a los tebeos de la editorial, sino que abarcarán un amplio espectro siempre que la temática gire en torno a la historia y las tradiciones que se deriven de ella.
Por último, qué decir de Toledo que no hayan escrito otros. “Caudal solemne y dulce, poblado de leyendas y tesoros; patrio, celebrado y rico Tajo que baña la más felice tierra de España” decía Garcilaso de la Vega. “Oh, peñascosa pesadumbre, gloria de España y luz de sus ciudades, en cuyo seno han estado guardadas, por infinitos siglos, las reliquias de los valientes godos para volver a resucitar su muerta gloria”, escribió Miguel de Cervantes. “Estaba en Toledo; en Toledo, la ciudad sombría y melancólica por excelencia. Allí cada lugar recuerda una historia, cada piedra un siglo, cada monumento una civilización”, se recreaba Gustavo Adolfo Bécquer. En la Orden de Toledo, asociación de artistas de vanguardia fundada a principios de los años veinte por un jovencísimo Luis Buñuel, el requisito básico para ser investido era “amar Toledo sin reserva”. Y la verdad es que es imposible no hacerlo una vez puesto el pie en cualquiera de sus calles (reto a cualquiera a que me demuestre lo contrario).
En Toledo las piedras siguen hablando y por eso no deja de ser mágicamente oportuno y quijotescamente bello que una editorial de modestas dimensiones, pero con la fuerza de los siglos que nos preceden, haya convertido a la ciudad de las tres culturas en la sede desde la que amar, leer, ver y pensar nuestro patrimonio histórico a través de las viñetas.
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