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Amiguitas del alma

Pirineo Noir (Roja & Negra, 2023). Un título demasiado vago, demasiado genérico, como si se refiriese a una colección de crímenes ambientados en escenarios de montaña, en vez de a una novela. Pero su brillante inicio te hace olvidar ese detalle. También influye que la autora, María Pérez Heredia, tenga solo 29 años, que ésta sea su tercera obra y que a través de la voz narradora reconozca que «nunca se me dieron demasiado bien los títulos». A la vista de la madurez de su prosa y de su capacidad para crear una atmósfera envolvente cual niebla matutina le disculpamos lo insulso del título.

Estamos en As Boiras, un delicioso pueblo del Pirineo aragonés protegido por un parque natural e invadido por los turistas en invierno y en verano, donde funcionan bastantes bares, unos cuantos restaurantes caros y algunos hoteles. Enmascarada tras unas gafas de sol, Alice, la protagonista, regresa a ese lugar aparentemente idílico en el que veintiséis años atrás ocurrió un hecho terrible. Seis niñas de entre diez y catorce años fueron asesinadas, mutiladas, desangradas y halladas envueltas en plásticos como piezas de caza.

"Alice es una mujer complicada; neurasténica y obsesiva. Debido a su endeble sustrato familiar"

El horror ha rebrotado en As Boiras. Una chica de trece años, Emma Lenglet, hija de un senador socialista, ha aparecido degollada, con las uñas arrancadas a mordiscos y la lengua seccionada. El más joven y brillante comisario fráncés, Kevin Girard, encargado del caso, se traslada desde Marsella al Alto  Aragón para colaborar con los guardias civiles. Alice es su mujer. Mucho más que su esposa, pues estuvo directamente implicada en los acontecimientos del pasado. La última niña asesinada, Ana, era su mejor amiga, y años después escribió una tesis y posteriormente un libro sobre el sangriento episodio, El Carnicero del Valle, con el que obtuvo cierto éxito pero que le granjeó la aversión de los vecinos de As Boiras. En su versión de los hechos los acusaba de haber encubierto al asesino, Marzal Castán, reo convicto ya excarcelado, debido a la enfermedad terminal que padece. Un monstruo oculto tras la apariencia de un tipo huraño, el capataz del aserradero, excelente cazador, bebedor de pacharán y jugador de guiñote.

Alice no será bienvenida en As Boiras, y lo sabe, pero cuenta con un confortable refugio, una de las mejores habitaciones del Gran Hotel de la localidad, propiedad de su padrastro. Las relaciones con su familia, sin embargo, no son precisamente cálidas. Bajo una capa de buena educación y cordialidad existe cierta tirantez, una permanente tensión. La madre, «tan delgada, media melena rubia, ademanes elegantes, pintalabios perfectamente aplicado y vestigios de una antigua belleza conservada en formol», ejerce de impecable anfitriona en el negocio familiar y trata a su hija casi como a una huésped más. La distancia es una estrategia que les funciona bien. «Antes todo eran gritos y discusiones. Ahora todo va bien. Hablamos una vez al mes, nos vemos cada vez menos». La relación con Lorién, su padrastro, es todavía más fría y forzada. Lorién, amigo del asesino pero libre de toda culpa.

Alice es una mujer complicada; neurasténica y obsesiva, debido a su endeble sustrato familiar, además de otros factores que vamos descubriendo. No es fácil salir indemne si en plena adolescencia tu amiguita del alma es desangrada por su propio padre tras asesinar a otras cinco niñas inocentes. No es fácil superar ese macabro episodio si años después lo relatas con pelos y señales en un libro de éxito. Alice está marcada por su pasado.

"Alice recuerda obsesivamente sus últimos días con Ana, sus confidencias relativas a la existencia de un hombre, un colgante de plata con forma de flor"

A principios de los cuarenta, se podría decir que lo tiene todo: un marido estupendo, éxito profesional —escribe cuentos de miedo para niños—, e incluso se ha quedado embarazada tras varios intentos fallidos. Sin embargo, existe en ella un profundo descontento, una permanente inquietud que parece avivarse tras su regreso a As Boiras cuando le asalta el fantasma de su amiguita Ana, la última víctima del Carnicero, cuya larga sombra planea sobre la historia. Alice es como un espejo donde se refleja en escorzo la imagen de Ana. Una adorable niñita de melena rubia y ojos azules con mucha labia. Su amiguita del alma. Almas gemelas. Quizá mellizas. Unidas por un vínculo mortal.

Intercalados en el relato policial, Pérez Heredia describe en breves fragmentos una de esas relaciones de profunda complicidad que solo se tienen durante la fase de iniciación vital. Una relación claramente asimétrica en la que Ana lleva las riendas y la voz cantante, mostrando inusitada precocidad y cierta tendencia a las fantasías y a los secretos. Esos fragmentos retrospectivos protagonizados por las dos niñas, sus conversaciones íntimas y espontáneas que sugieren mucho más de lo que dicen las palabras, constituyen uno de los elementos más poéticos de la novela. Una lúcida y perturbadora visión de los entresijos por los que fluye el candor y la malicia en los primeros años de la vida que recuerda la atmósfera mórbida e inquietante de un relato de Gillian Flynn convertido en serie.

Mientras Kevin es absorbido por el vértigo de la investigación, que se plantea sobre el supuesto de la existencia de un imitador o copycat, Alice intenta relajarse en el spa del hotel luchando contra su dependencia del tabaco y el alcohol y tratando la enfermedad tromboembólica venosa que padece a base de pinchazos. Pero no consigue desconectar ni desentenderse del caso y, a espaldas de su marido, inicia su propia investigación. Le pide prestado el coche a su madre y comienza a husmear en el pueblo, donde tendrá algunos reencuentros y encontronazos con los vecinos. Alice recuerda obsesivamente sus últimos días con Ana, sus confidencias relativas a la existencia de un hombre, un colgante de plata con forma de flor, intuyendo que si es capaz de descifrar ese misterio podrá poner fin a la masacre que se avecina.

"Es evidente que Pérez Heredia se ha dejado la piel en esta novela y también que posee un gran potencial, una gran habilidad para profundizar en la psicología de sus personajes"

El relato avanza sobre ruedas de forma fluida, pero hacia el último tercio del libro los neumáticos patinan y comienza a dar trompos, vueltas en círculos. Sobreviene el mal de altura o lectura, que por falta de oxígeno narrativo produce cansancio y mareo. Es en esa parte donde la editorial tendría que haber sugerido a la autora un mayor uso de la elipsis, incluso algunos recortes. Así llegamos algo fatigados al desenlace final, cuando Alice se enfrenta a su némesis. Un desenlace sorprendente, sí, pero peligrosamente asomado al abismo de lo inverosímil. Pérez Heredia se emplea a fondo para atar cabos sueltos y dar coherencia a los hechos, pero la primera persona altamente introspectiva y un desarrollo desapresurado no casan bien con el ritmo que requiere una trama criminal.

Es evidente que Pérez Heredia se ha dejado la piel en esta novela y también que posee un gran potencial, una gran habilidad para profundizar en la psicología de sus personajes y una prosa personal muy potente. Pero al tener que ahormar el relato a los códigos de la novela negra fuerza demasiado las costuras. Como noir el resultado es algo fallido. Sin embargo, como un paso más en la carrera de esta prometedora autora, puede considerarse un avance importante que revalida su madurez y solvencia literaria.

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Autor: María Pérez Heredia. Título: Pirineo Noir. Editorial: Reservoir Books (Roja & Negra). Venta: Todostuslibros

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