Ana la de tejas verdes está viva, y no porque este cuento escrito en 1908 sea un clásico de esos que nunca morirán, sino porque su personaje, esa pionera del empoderamiento femenino, existe al menos para el ilustrador Antonio Lorente, quien la vio un día desde su balcón.
Y no es un «sueño», sino una realidad que vivió este artista almeriense (1987) cuando buscaba una niña de 11 años en la que inspirar a su Ana, a esa joven en busca del amor que ahora recupera la editorial Edelvives en una cuidada edición que ya durante su preventa vendió 150 ejemplares en tan solo dos horas.
«Tenía que buscar una niña pelirroja por Almería, pero no encontraba lo que necesitaba hasta que un día estaba en mi balcón esperando a mi hermana y vi a una madre con una niña de la mano de unos 11 años y era Ana. Bajamos a la calle a buscarla pero no la encontramos», cuenta Lorente a Efe sobre este hecho casi «mágico».
Aunque no consiguieron dar con la pequeña, su imagen se quedó grabada en la retina del ilustrador, quien ha sido capaz de crear a una Ana que traspasa las páginas, no sólo por la potencia de su mirada -santo y seña de su estilo- sino a la fuerza del viento.
Porque sí, porque es el viento el que sirve de metáfora para reflejar la evolución de esta huérfana que lucha por ser querida no solo por sus padres adoptivos, sino por todos los habitantes de esa localidad de Avonlea creada por Lucy Maud Montgomery.
«Ana al principio es un torbellino, no la esperan, pero luego el viento se va calmando conforme la niña va madurando hasta que al final de todo se calma», explica.
Así, si al principio sus trenzas vuelan y se elevan al cielo, conforme Ana va consiguiendo su sueño consiguen calmarse y descansar sobre sus hombros.
Según confiesa Lorente, a diferencia que le pasó con su anterior libro (la versión ilustrada de Peter Pan) a Ana no la conocía, aunque le «sonaba» que a su hermana le gustaba. Pero solo eso, así que se sumergió en estas páginas y se «enamoró».
«Ana es una pionera, es una niña empoderada, inteligente, con una imaginación desbordante. Es una historia de amor increíble, de una niña huérfana que siente que no la quieren, y que es diferente física y de manera de ser», dice al tiempo que reconoce que estamos ante una proto Pipi Calzaslargas.
Pero Ana de las tejas verdes ha sido también para él un «retazo» porque se trata de una historia que arranca con una Ana de 11 años y acaba con 16 años, así que esa niña que vio desde su balcón ha crecido gracias a sus manos, expertas en el retrato y que aquí se han lanzado también al arte del paisaje para hacernos casi tocar a toda la población de esta pequeña localidad.
Realizadas durante el confinamiento, las ilustraciones de esta edición y el texto original cuentan en esta edición con un plus, un epílogo escrito por la escritora canadiense Margaret Atwood, quien reconoce que este libro es uno de esos «que te hacen sentir culpable si te gustan, en vista de la gran cantidad de gente a la que también le gusta».
Una «fábula imperecedera» que si bien gusta a los niños por las «correrías» de Ana, es también una lectura adulta gracias a las «luchas» de esta niña por conseguir algo tan humano como el sentirse querido.
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