“Hace cien años, hubo dos infantas que despertaban la curiosidad del público y de la prensa, tal y como hoy lo hacen la Princesa Leonor y su hermana Sofía. Se trataba de Beatriz y María Cristina Borbón y Battemberg, las hijas de Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Baby y Crista, como las llamaban, nacieron rodeadas de los privilegios y ritos de una monarquía decadente…”.
El lector que, basándose en estas frases de la contraportada, piense que va a leer una crónica rosa, se equivoca; lo que va a encontrar es un relato de nuestra reciente historia bajo el punto de vista de la Familia Real de Alfonso XIII, protagonistas de unos hechos históricos que marcaron el devenir de España en el siglo XX.
Este concepto es el que el autor, Martín Bianchi Tasso, va deslizando, de forma subliminal, a lo largo de los hechos históricos que narra. Como preámbulo, hay que remarcar que la Familia Real de Alfonso XIII vivió estigmatizada por varios motivos. En primer lugar, por la hemofilia que padecieron los infantes Alfonso y Gonzalo, enfermedad que transmiten las madres y que desarrollan los hijos varones, muy grave y sin cura. Para completar el estigma, al tercer hijo, Jaime, siendo muy pequeño, el fracaso de una doble operación de oídos le provocó daños irreversibles que le convirtieron en sordomudo.
En segundo lugar, la Reina Victoria Eugenia siempre se sintió culpable por los problemas de salud de sus descendientes; estaba angustiada con la posibilidad de que sus hijas, como muchas mujeres de su familia, transmitiesen la enfermedad. La reina heredó el gen de su abuela, la reina Victoria de Hannover y, como otras de las mujeres de su familia se lo habían transmitido a sus descendientes, temía la llamada “Maldición de los Battenberg”.
En tercer lugar, el rey Alfonso no se nota frustrado por su manifiesta incapacidad gobernante. Todas sus decisiones parecían destinadas a que cada vez la situación personal y política fuese peor, deslizándose por un tobogán sin fin.
Martín Bianchi deja claro el sino trágico de la Familia, algo que permaneció con ellos a lo largo de su vida, tanto en España como en el exilio, y que les acompañó hasta la muerte.
El anacronismo se produce cuando la Familia Real, con su forma de vida, sus actos y comportamientos, demuestran que se hallan a gran distancia de la vida de sus súbditos. La Familia vive en otro mundo y en otro tiempo distinto al resto de españoles. En una España con un alto grado de analfabetismo, escasez de escuelas y maestros, las infantas hablan hasta cinco idiomas, incluido el de signos. Las hijas de los reyes no van al colegio como sus hermanos; tienen profesores que acuden a Palacio a darles clases. Unos imparten asignaturas en francés, otros en inglés. La profesora de música, al irse a vivir a Lisboa, se desplaza una vez al mes para dar clases en Palacio. Con la de danza, que vive en Londres, ocurre lo mismo. En una España que casi desconocía el deporte, el rey y sus hijas son consumados deportistas que se dedican a practicar tenis, equitación, golf, esquí…
Los gastos son enormes, y no serán conscientes de la realidad hasta que se encuentren en el exilio: a partir de ese momento tienen que ahorrar, ya que son ellos los que deben correr con sus gastos y no el erario público. Las infantas deciden que quieren estudiar para ser enfermeras. Una vez terminados sus estudios se incorporan al trabajo en el Hospital Central de la Cruz Roja, cerca de Cuatro Caminos. Al tener trato con los enfermos descubren la cruda realidad de la vida de los súbditos de su padre. Los obreros ingresados en el centro sanitario no pueden comprar las medicinas prescritas por los médicos porque no tienen dinero o por estar “haciendo economías” en previsión de una huelga. La Familia, por el contrario, gasta cantidades enormes en médicos y en clínicas para atender los problemas de salud de sus hijos, que tratan los doctores con más prestigio sin importar de dónde deben desplazarse ni su coste. Van, por lo tanto, de tragedia en tragedia, y parece que al Rey no le afecta, llegando incluso a bromear con las situaciones trágicas que vive y a las que sobrevive. Su destino soberano está por encima de todo.
El autor enumera con rigurosidad multitud de hechos trágicos. Algunos de los más destacables son:
Mayo de 1906. El día de su boda, Alfonso y Victoria sufren un atentado en la calle Mayor de Madrid.
Julio de 1909. El rey decreta una movilización general para la guerra del Rif, en Marruecos. Dicha movilización recayó en las familias obreras, por lo que las huelgas, protestas y algaradas callejeras fueron multitudinarias en toda la nación. En Barcelona se produjo el triste suceso conocido como la Semana Trágica, que dio lugar a una represión brutal.
Noviembre de 1912. Muere asesinado Canaletas, Presidente del Gobierno.
Abril de 1913. El rey Alfonso, paseando a caballo, sufre un atentado en la calle de Alcalá.
1918. A pesar de no tener ninguna certeza de que sus parientes rusos estén vivos, Alfonso hace todo lo posible por salvar a su familia rusa.
1918. Muere asesinado el presidente del Gobierno, Eduardo Dato.
En julio de este año se produce en el Rif la derrota conocida como el Desastre de Annual, batalla en que se producen cerca de 14.000 bajas en el ejército Español —compuesto también por soldados rifeños—, un coste inasumible para la sociedad y las familias españolas que habían mostrado su desacuerdo, con violentas protestas en 1909, al conocer el decreto de movilización.
1923. Golpe de estado promovido por Miguel Primo de Rivera al que el rey Alfonso decide unir su destino.
A lo largo de los años, Alfonso y su Familia presumen de “Su Católica Majestad”, término en el que se encuentra una de las muchas hipocresías de su vida, ya que es un rey de misas y rezos, pero de actos y comportamientos contrarios a la religión de la que se define como fiel defensor.
1930. Sublevación militar en Jaca y en el aeródromo de Cuatro Vientos: los militares Fermín Galán y Ángel García proclaman la República. Al fracasar la proclamación son sometidos a juicio sumarísimo y son fusilados.
Abril de 1931. Gana el Frente Popular las elecciones municipales y Alfonso —convencido por sus partidarios— decide abandonar España para evitar un conflicto civil y parte al exilio. Al día siguiente lo hace el resto de la Familia.
1933. Deshereda a su primogénito Alfonso por casarse sin su consentimiento. Su hijo renuncia por escrito a sus derechos de sucesión a la Corona. Alfonso explica por carta sus razones a sus hermanas, afirmando que no cree que puedan volver a ocupar el trono.
1933. La Infanta Beatriz casa con el príncipe italiano Alejandro de Torlonia. A partir de entonces, Crista pasa a ser la compañía de su padre.
El Rey fía su futuro a que en la Guerra Civil el bando golpista gane y le restituyan la corona con todas sus propiedades, lo que, como se sabe, no ocurre.
1940. Cristina se casa con el rico industrial Enrico Marone-Cinzano, conocido como “el rey del vermut”. La Familia ya tiene dos reyes: uno de sangre azul y otro plebeyo. Para que no haya diferencias en el matrimonio, el Rey de Italia nombra conde al novio; de esta manera el Conde de Marone-Cinzano es un marido más adecuado para una Infanta de España.
Enero de 1941. El Rey, cuando comprende que Franco no le restaurará en el trono, abdica sus derechos dinásticos en favor de su hijo Juan.
Febrero de 1941. El Rey Alfonso fallece en el exilio sin haber comprendido:
“¿Por qué los españoles no los quieren como ellos quieren a los españoles?”
“¿Por qué le echaron del trono y se tuvo que exiliar?”.
Siempre pensó de su exilio:
“Es una tormenta pasajera. Los españoles no sienten ni comprenden la República”.
Aunque se encuentren fuera de España, no cambia el destino trágico de la Familia. Fallece Gonzalo por una hemorragia interna provocada en accidente de tráfico, le sigue el primogénito Alfonso debido a los padecimientos por su enfermedad, y años más tarde fallece —apartado y amargado por el entono familiar— su hermano Jaime. Durante estos años, y a pesar de todo, las infantas colaboran y son el soporte económico de todos.
1945. Al concluir la II Guerra Mundial, la Familia alberga esperanzas de una restauración en el trono propiciada por los Aliados. Los ingleses les dicen que echarán del Gobierno a Franco y restaurarán la monarquía en su legítimo depositario, don Juan. Al poco tiempo los intereses políticos de los vencedores cambian: quieren que España sirva de freno en Europa frente al auge del comunismo. Por eso prefieren el gobierno del dictador antes que una monarquía parlamentaria, en la que existe el riesgo de que los partidarios de Stalin pudieran hacerse con el Gobierno de la nación, circunstancia que Inglaterra, Estados Unidos y Francia no estaban dispuestos a permitir. Sigue apareciendo el destino anacrónico de la Familia: creen una cosa y ocurre otra.
Las infantas hacen su vida en Italia, con maridos e hijos italianos. Con el paso del tiempo, se desentienden de su pasado español, igual que se desentendieron durante toda su vida de la política, convirtiéndose en meras turistas que acuden a España, de vez en cuando, a recordar sus años vividos en los palacios del Rey y visitar a su familia.
En 1969 muere la Reina Victoria Eugenia. Un año antes de fallecer había regresado a España —con el permiso del Gobierno— para asistir como madrina al bautizo de su biznieto Felipe. Solo permanece en Madrid tres días, regresando a su exilio en Suiza.
En el verano de 1969, Franco ofrece a Juan Carlos —hijo de Juan de Borbón— nombrarle sucesor a título de rey. El príncipe, educado en España bajo la tutela de Franco —por acuerdo expreso de su padre y del general—, acepta la designación sin comunicárselo a nadie, creando un conflicto dinástico con su progenitor. A la muerte del dictador en 1975 se restaura la monarquía y, en 1977, Juan de Borbón renuncia a sus derechos dinásticos y sucesorios.
En el año 1996 fallece la Infanta Cristina y en 2002 la infanta Beatriz.
“Dos grandes desconocidas para la mayoría de los españoles a las que, al final, el Rey Juan Carlos rindió honores como hijas del Rey Alfonso XIII”.
El rey Alfonso y su familia vivieron en el anacronismo toda su vida. No pueden achacar al infortunio, y sí a sus actos, las culpas de una vida de desterrados. Alfonso fue el causante, hizo vivir a su familia en otro mundo que era solo suyo y donde el resto de los españoles no estaban, ni cabían. Me permito, pues, la licencia de recordar una máxima histórica atribuida a Avellaneda: “Los pueblos que olvidan su historia están condenados a repetirla”.
Martin Bianchi ha hecho un trabajo ingente de documentación para relatar la historia de la Familia Real de Alfonso XIII, usando a las infantas como hilo conductor.
—————————————
Autor: Martin Bianchi Tasso. Título: Baby y Crista, las hijas de Alfonso XIII. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todostuslibros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: