Andrés Ibáñez (Madrid, 1961), Premio Nacional de la Crítica por Brilla, mar del Edén, es autor de amplios registros y, aunque el misterio se suele colar en su obra, ahora, en su novela Nunca preguntes su nombre a un pájaro, el autor homenajea a la literatura fantástica y habla del coste de los deseos.
—Lo primero, Nunca preguntes su nombre a un pájaro (Galaxia Gutenberg) se publica en un tiempo complicado: acabamos de salir del confinamiento, en medio de una pandemia. ¿Crees que ha servido este tiempo para algo, o saldremos igual, como parece?
—Creo que uno de los efectos de esta pandemia es una enorme oleada de odio que lo llena todo. Lo que está claro es que debemos trabajar en ese odio. Nada bueno puede salir del odio, porque lo que dice el odio siempre es falso. Me asusta comprobar cómo renacen en España viejos fantasmas. Me asusta el tremendo odio que llena el discurso de la derecha. Siempre están diciendo que «aman» España, pero en realidad odian a la mitad de la población, que son también España. No, eso de ninguna forma puede ser «amor». Pero veo este odio por todas partes, no solo en España. Creo que en muchos aspectos hemos entrado en una Era del Odio.
—¿Cómo se planteó este relato de este escritor sumido en una crisis personal, y en el que el misterio conduce sus páginas? ¿Es un homenaje a la literatura de terror y una crítica a los escritores obsesionados con el éxito, también a la llamada «generación del whisky»?
—Este es un libro que no me planteé. Surgió solo, y cada cosa que pasaba en él me sorprendía. Yo mismo me asustaba de las decisiones de los personajes. Me preguntaba: ¿pero esto va a pasar de verdad? Y es posible que haya algo de eso que dice; ese escritor que bebe sin parar y que suelta barbaridades una tras otra, ese personaje que todavía hoy se adora.
—Hay un planteamiento de la psique masculina y de la femenina, del alma, de las emociones, de las sensaciones, que lo encarna Eva, la cuñada del protagonista, Horst; y de la razón y el poder, que plasma él mismo. Aunque sea un poco reduccionista mi planteamiento, ¿es así?
—Creo que sí, que el libro se plantea eso. No creo que sea reduccionista decir que la psique masculina y la femenina son diferentes. Lo que sería reduccionista es decir que los hombres o las mujeres son de un modo o de otro. Todos tenemos una parte femenina y otra masculina, y todos podemos y debemos desarrollar ambas. Pero hay otra cosa más importante: que la psique femenina, que es la que está más desprestigiada en nuestro mundo, debería ser defendida. Una de las cosas extrañas del feminismo contemporáneo es que pretende negar la psique femenina. Antes, por ejemplo, se valoraba mucho la cualidad «intimista» de la literatura femenina, eso era un valor. Ahora se dice que se quiere «relegar» a las mujeres a la esfera intimista, de modo que una escritora intimista es mal considerada. Pero ¿qué tiene de malo la esfera intimista? ¿Es que solo los valores masculinos deben ser defendidos?
—También hay una defensa de la mujer, una reivindicación de su papel, y una crítica del maltrato y el abuso que se hace de su cuerpo, siempre como objeto de deseo. ¿Es así?
—Creo que en todos mis libros hay eso que mencionas. Creo que siempre hay una admiración por las mujeres, y también por todo lo que podríamos llamar la esfera o la psique femenina. Siempre, desde la adolescencia, me ha horrorizado la forma en que muchos hombres ven a las mujeres, la forma en que hablan de ellas. Creo que esto es algo que muchas mujeres no pueden ni imaginarse, porque ese tipo de conversaciones nunca tienen lugar cuando ellas están presentes. Muchos hombres, incluso, se adaptan a este lenguaje troglodita para no parecer reprimidos o afeminados. Los otros sufren, porque en esta situación se sufre, también los hombres pueden sufrir el machismo. Yo llevo sufriéndolo toda mi vida. Siempre me ha asustado ese odio tremendo que parece anidar en muchos hombres contra las mujeres.
—La novela ofrece mucha reflexión y emociones. ¿Piensas que con la ficción se puede llegar incluso más lejos que con un ensayo que nos hable del alma, de la psique, del poder…?
—Yo no compararía la ficción con el ensayo, son caminos diferentes. La principal diferencia es que la novela no trata de hechos, sino que usa el lenguaje de los símbolos. Hoy en día solo se considera a las novelas o las películas desde el punto de vista del tema que tratan. Se cree que las novelas deben luchar contra el racismo, el machismo o las «injusticias», y que su valor depende de que traten de esos temas lanzando el mensaje «correcto». Esto es una gran tragedia para la imaginación. La imaginación, otro de los elementos de la psique femenina, siempre perseguida, siempre ridiculizada. Porque la imaginación la aborrecen la izquierda y la derecha, los religiosos y los ateos. Esto se debe, quizá, a que habla de un lugar que se escapa a esas simplificaciones.
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