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Andrés Trapiello o cómo se hojaldra el alma

Andrés Trapiello o cómo se hojaldra el alma

La última obra de Andrés Trapiello, Me piden que regrese, es una novela que bien podría ser la culminación de su ensayo Madrid 1945: La noche de los Cuatro Caminos. La obra fusiona la meticulosidad de la crónica, el tono confesional del diario y destellos de belleza poética (uno de mis favoritos: «se le hojaldraba el alma»). El resultado es una perfecta síntesis de todos los géneros que Trapiello ha trabajado a lo largo de su carrera.

Me piden que regrese (Destino) transcurre en el invierno de 1945 en un Madrid sometido a una triple tensión. La primera: los aliados están ganando la Segunda Guerra Mundial, y si cae Hitler, el próximo podría ser Franco. Mientras los altos mandos del régimen y la aristocracia camuflan sus miedos en salones de fiesta, cines y comercios, la miseria recorre las calles. En medio de este ambiente, Benjamin Smith (Cortés) regresa a Madrid, después de haber pasado diez años en Estados Unidos, para cumplir una misión donde tendrá que atravesar los laberintos del espionaje, la intriga diplomática, el pasado de la guerra y su propio pasado. Aquí aparece la segunda tensión, propia de una dictadura, donde «todos desconfían de todos, todos se traicionan a todos». Y la tercera tensión proviene de aquellos que quieren prolongar la victoria y los que desean continuar la lucha. La ciudad se ve envuelta en una atmósfera envenenada por la paranoia generalizada, cuyo único bálsamo parece estar en la relación que comienza a gestarse entre Benjamin Smith (Cortés) y Sol Neville.

"El amor puede falsificar la realidad, pero paradójicamente también nos libera de las copias"

La novela es, además, una síntesis de todos los temas que Trapiello ha cultivado a lo largo de su carrera: el cuidado por los detalles de la ciudad de Madrid, la fascinación por los objetos de otra época, las formas de relacionarse, las expresiones castizas y la idiosincrasia de los personajes, desde la alta alcurnia hasta un joven buscavidas llamado Chito, que defiende la honestidad y la lealtad como patrimonio de los humildes. Las páginas de Me piden que regrese se pueden oler, y así se cumple con la máxima que el propio Trapiello enuncia: «Más aún que las palabras son los olores los que franquean las puertas del pasado».

Este olfato se ve alimentado por el gusto del autor por los objetos perdidos, esos que muchas veces buscan una segunda vida en El Rastro. Arte y coleccionismo traen consigo la ficción de otras vidas pasadas: a veces se documentan, a veces manipulan, otras se falsifican, lo que hace difícil distinguir entre el original y la copia. Regresar al pasado es, en muchos sentidos, rodearse de copias, y quizá esto sea precisamente lo que implica escribir: esa habilidad de falsificar el regateo entre los delirios de la nostalgia y los hechos pasados: «El verdadero falsificador ha de ser un creador, nunca un copista. Darles una ilusión que no hace daño a la verdad y reencarnar el mundo, lo mismo que hace un mago». Esta sería la mejor descripción que caracteriza al protagonista, que ha sido una copia de sí mismo y responde a varios nombres y apellidos, hasta que conoce a Sol Neville. El amor puede falsificar la realidad, pero paradójicamente también nos libera de las copias. Esto me recuerda a la frase atribuida a Picasso: “El artista miente para decir la verdad”.

"Para que la ficción del amor se materialice, solo hace falta una cosa: la libertad"

La historia de amor entre Benjamin y Sol es la verdadera aventura de la novela. Ambos proceden de bandos opuestos y son víctimas de sus orígenes, pero comparten algo fundamental: el anhelo de la libertad y el deseo de ser ellos mismos sin la sombra de las herencias: «Tener libertad para entregársela al otro fue el placer jamás experimentado antes por ninguno de los dos. Ser libres para renunciar a la libertad por una causa excelsa: estar enamorados de una manera adulta, o sea, sin necesidad de hablar de ello. Ni el peso del pasado ni la inquietud del futuro importaba; presente puro, destilada quintaesencia del existir. Eso era todo. Y ningún placer como el de desnudarse y meterse en la cama, ni sacrificio como el tener que abandonarla a la mañana siguiente».

A lo largo de la novela, el amor salva las circunstancias, más allá de la claustrofobia del presente, donde la mezquindad y el miedo adoptan su forma más perversa mediante la tortura y la muerte. Benjamin y Sol poseen la valentía de amarse, convirtiendo el drama sombrío que los envuelve en la fiesta de los cuerpos que se desean. Uno se escribe en el cuerpo que ama; esta es la nobleza de la ficción, una ilusión que no daña la verdad, a diferencia de la ideología, que es una mala copia que niega el poder de la falsificación. El pasado entre Benjamin y Sol se escribe como preparación para su encuentro, como si todos los vericuetos vitales, con sus fatigas y sufrimientos, hallaran su redención en la complicidad de la entrega, el único paraíso terrenal. Para que la ficción del amor se materialice, solo hace falta una cosa: la libertad, ese respeto y admiración hacia las capas que hojaldran el alma, sin que la masa que conforma nuestra personalidad adquiera la consistencia uniforme de las ideologías.

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Autor: Andrés Trapiello. Título: Me piden que regrese. Editorial: Destino. Venta: Todostuslibros.

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AMLM
AMLM
45 minutos hace

Magistral comentario de Sergio al magnífico libro de Andrés Trapiello. Se aprecia una peculiar sintonía entre el autor y el comentarista: ambos aman Madrid, el arte, la filosofía y la palabra. El artículo de S. Antoranz constituye una extraordinaria invitación a su lectura, desde el respeto, la tolerancia y la libertad que ambos practican como virtudes de la vida cotidiana. Enhorabuena Sergio! Enhorabuena Andrés!