Inicio > Libros > Cuentos > Ángel, un relato de Óscar Montoya

Ángel, un relato de Óscar Montoya

Ángel, un relato de Óscar Montoya

En el ambulatorio una anciana me pregunta: “¿A qué hora tiene cita?”. “A las nueve”, respondo. Dios. Ya es la tercera persona a la que se lo digo. Son las diez de la mañana de un lunes tórrido de noviembre. Ha pasado tanto tiempo desde que entró o salió el último paciente de la consulta que nadie sabe si hay alguien dentro. Cinco minutos más y el tipo sentado a mi derecha pondrá a parir al Gobierno, a la Comunidad Autónoma, a la gente sana y, por último, a la doctora Ibáñez. “Desde el divorcio no ha vuelto a ser la misma. Ahora se lo toma con calma”, asegura un hombre que ocupa dos asientos. A mí me la trae al pairo la vida privada de la doctora Ibáñez. Si le ha ido mal en su matrimonio, qué quiere que le haga; que se hubiera casado con la soltería, como hice yo. O que se pida una baja y que la sustituya una de esas médicas portuguesas que envían de vez en cuando y que tan bien tratan a la gente. A mí me encantan las médicas portuguesas. La doctora Gonçalves, la última que me atendió, tenía una novela de mi escritor favorito en una silla de la consulta, junto al bolso: No es país para viejos, de Cormac McCarthy. Por supuesto, me olvidé de mis problemas de memoria (si es que eso es posible) y acabamos hablando del escritor norteamericano. Le dije que los paisajes de sus novelas me recordaban mucho a los pedregales de mi infancia; y ella asintió y sonrió de tal modo que cuando salí del ambulatorio me sentía mucho mejor. Pero ya son las diez y media y la doctora Ibáñez no da señales de vida. Por cierto. Acabo de referirme a mi infancia y a las novelas de Stephen King, ¿verdad? Sucede que cada vez con más frecuencia recuerdo anécdotas lejanas o de la niñez, en detrimento de lo reciente. No recuerdo, por ejemplo, lo que vi anoche en la tele, pero puedo reproducir con pelos y señales el primer capítulo de la serie Autopista hacia el cielo, estrenada en los ochenta. ¡Cómo me gustaba aquella serie, en la que un ángel enviado por el Altísimo se dedicaba a ayudar a las buenas gentes del Oeste de los Estados Unidos de América! El ángel estaba interpretado por un actor llamado Michael Landon, que también protagonizó La casa de la pradera, Bonanza, El coche fantástico y Los vigilantes de la playa, aunque esta última no estoy seguro, creo que estoy mezclando las cosas. Ya he dicho que me falla la memoria y por eso estoy aquí, a merced de la parsimonia de la doctora Ibáñez. A mi alrededor mis compañeros de espera sostienen en sus manos los papelitos de las citas, como si su sola exhibición les sirviera de alivio. Conmovido por esta visión, se me ocurre algo loco. Inspirado por la serie del ángel que acabo de mencionar, me incorporo, me dirijo a la anciana más cercana y le pido que me cuente qué le ocurre, qué le duele. La mujer sonríe sobre un fondo de risas tristes, pero al final se decide y se confiesa. “Desde hace tiempo siento un zumbido en el oído derecho que no me deja dormir”, asegura, y yo me acerco a su oído, lo examino unos instantes y concluyo que no tiene nada. “Deje de ver Sálvame o concédase una tregua, y el zumbido remitirá”, le digo por decir algo. La anciana sonríe, me da las gracias, estruja el papelito y se larga. A continuación el hombre que ocupaba dos asientos se levanta y me dice que a ver si le puedo echar un ojo, que tiene la tensión muy alta. Carajo. ¿A esto nos abocan los recortes presupuestarios? ¿A atendernos entre nosotros? ¿A que un viejo como yo decida de pronto prestar un poco de atención a la gente? Así que ausculto al hombre (se puede auscultar sin instrumentos) y le aconsejo: “No deje de fumar; antes deje el trabajo”. El tipo sonríe como si llevara esperando toda la vida que alguien le dijera eso. Me estrecha la mano, se lleva a la boca un cigarro sin encender y baja a toda pastilla las escaleras que conducen a la calle. Media hora después ya no queda ningún paciente en la sala, excepto yo. He atendido a quienes me lo han pedido; y quienes no, se han hartado de esperar. Pienso en la doctora Gonçalves y caigo en la cuenta de que se parece demasiado a una novia que tuve hace muchísimos años en Tucson, Arizona. ¿A ver si la portuguesa va a ser fruto de mi imaginación y nunca estuve en su consulta hablando de las novelas de Jim Thompson? Pero no me da tiempo a esclarecerlo, porque por fin oigo la voz de la doctora Ibáñez llamándome por el interfono: “Michael Landon, consulta 22”, dice sin ganas la médica.

4.8/5 (13 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

0 Comentarios
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
reCaptcha Error: grecaptcha is not defined
  • Dos víctimas, el nuevo enigma para el inspector Strafford

    /
    marzo 21, 2025
    /

    Los ahogados es la nueva entrega de la serie protagonizada por el forense Quirkle y el inspector John Strafford, inmersos en la Irlanda de los años cincuenta y en el enigma que comienza con el hallazgo de un coche vacío en el campo y un hombre que cree que su esposa se ha ahogado en el mar. Strafford es llamado desde Dublín, y buscará la ayuda de su viejo conocido Quirkle para resolver el caso de la misteriosa desaparición. Con un estilo preciso y alusivo, Black nos introduce en un caso de desaparición que se convierte en una transición hacia…

    Leer más

  • Cómo engañar a Wikipedia y qué tiene que ver la Reina del Sur con ello

    /
    marzo 21, 2025
    /

    En 2010 un periodista del diario londinense The Times, Hugo Rifkind, se propuso intentar ver si era capaz de engañar a Wikipedia colándoles un hecho falso, sin que además nadie pudiera evitarlo, ya que lo haría siguiendo las propias normas del famoso sitio web. Así que buscó una fecha próxima en el calendario (29 de abril), y entre los hechos históricos ocurridos en tal día añadió este, completamente inventado: “1872 – La reina Victoria de Inglaterra es llevada a un hospital en Inverness (Escocia) tras romperse un dedo del pie mientras pescaba en Balmoral”. Según las normas de Wikipedia, cualquiera…

    Leer más

  • Miedo a salir de la cama

    /
    marzo 21, 2025
    /

    El narrador despierta en una habitación que no conoce, hotel, prisión u hospital, y por algún motivo no puede levantarse de la cama. Quizás sea porque nos lo presentan en ese estado de duermevela, esa aparente confusión al despertar en un lugar extraño en la que Loriga le dota de una extrema lucidez para ir recordando el pasado, preguntando al presente y encontrándose a sí mismo. No se trata del devenir tanto como de lo que ya se es, de la importancia del yo en la juventud y de lo que queda cuando se llega a la edad adulta, una…

    Leer más

  • 3 poemas de Salve, de Aitana Monzón

    /
    marzo 21, 2025
    /

    Dice Luis Alberto de Cuenca que “los versos de Aitana son enigmáticos, pero tan sugerentes y tan hipnóticos como un atardecer samoano en la isla de Vailima con Robert Louis Stevenson oficiando de narrador ante un grupito de nativos ensimismados”. ¿Hace falta decir algo más? En Zenda reproducimos tres poemas, uno de ellos en prosa, de Salve (Espasa), de Aitana Monzón. *** Génesis de una poética: Tener sed quiere decir no tener ojos Un dibujo de Toulouse-Lautrec. Costó que entrara por los ojos. Es una mujer elegante, con ese gesto de dignificación que trae la derrota. Unos guantes larguísimos. El…

    Leer más