Hay historias que son como caballos desbocados, animales salvajes que, si no logras agarrarte a su crin, acaban lanzándote al vacío. Así es Antes de los años terribles, la nueva novela de Víctor del Árbol, en la que hace «justicia» a esos seres humanos a los que les robaron la infancia.
De la mano de su personaje principal, Isaís Yoweri, nos lleva al corazón de África, en concreto a Uganda, un país donde aún resuena el nombre de Joseph Kony, el creador del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en inglés), el culpable de robarle la inocencia a miles de niños que pasaron de jugar a empuñar un arma y asesinar.
Una historia —publicada por Destino— que el catalán podría haber escrito mucho antes, en 2012, pero, según reconoce a Efe, no lo hizo por una razón «muy sencilla»: no quería «ahogarse» en un llanto lleno de rabia, sino «ser justo» y contar la otra cara de estos jóvenes, la de la «resistencia».
«Cuando te enamoras de algo o de alguien hay que dejar pasar el tiempo para que se convierta en real. Amo profundamente a Isaías, es mi hermano del alma, y he escrito esta novela para él, para los millones de niños a los que le robaron el alma. Isaías es la encarnación de todos esos niños y niñas a los que les robaron la infancia para obligarlos a ser adultos», cuenta.
Una tarea que, ahora convertida en libro, ha marcado un antes y un después en él, según reconoce, ya que se siente como si fuera su primera novela: «Como si lo anterior no existiera. He vuelto a creer que la literatura puede cambiar algo».
Por eso esta novela es un 90 % realidad y un 10 % ficción, y lo es porque el ganador en 2016 del premio Nadal por La víspera de todo aprendió de Jorge Semprún que en la literatura lo que importa es «lo que haces comprensible de una manera transformadora».
«Por eso necesitamos el artificio del relato. Yo soy escritor y la ficción me permite ir al corazón de las tinieblas», relata este apasionado de la obra de Joseph Conrad que con «Antes de los años terribles» quiere, y así también lo dice su mirada, «hacer justicia» a estas «víctimas» que nunca se han «victimizado», porque si algo considera el autor que son es «supervivientes valientes».
Del Árbol adentra al lector en este conflicto ahora olvidado con un Isaías ya adulto a punto de ser padre e instalado en Barcelona, donde regenta una tienda de reparación de bicicletas. Así nos presenta a este ugandés con un pasado terrible, donde sufrió a hizo sufrir tras ser secuestrado y convertido en niño soldado por el LRA, pero ya con una vida tranquila y feliz gracias a su pareja, Lucía, una barcelonesa de buena posición.
Una estabilidad que se rompe cuando un día recibe una visita inesperada que le convencerá para que vuelva a Uganda a participar en un congreso donde tiene que contar cómo puede existir reconciliación después de la guerra. Un viaje este en el que el escritor hace hincapié en valores como la compasión, la solidaridad o la familia, los pilares de la vida de su personaje.
Aunque sobre todo aborda el deseo de libertad que existe en cada una de las almas que rodean a Isaías, personas que le hacen ser el hombre por el que el lector se cuestionará algunas cosas, como la indiferencia de Europa ante el sufrimiento en el continente vecino.
«Nunca más podré ver de la misma manera a un chaval que vende bolsos en la calle, porque cada vez que lo veo pienso en Isaías, y pienso en lo absurdo del azar, porque ese podría haber sido yo», afirma este ex mosso de escuadra que conoció a algunos «Isaías» en esta etapa profesional.
Con esta novela, Del Árbol ha demostrado que la labor del creador no es más fácil cuando la historia que hace suya parte de un hecho real, sino que se convierte en un camino intrincado del que solo se puede salir airoso si, como ha hecho él, se tiene claro desde el principio una máxima: no traicionar la verdad.
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