“Tras la retirada de la editorial –“los comerciales creen que el personaje ya no interesa”–, y las reticencias del propio Baños después de su espectacular e histórica salida del Parlament, cuelgo a pelo este libro en la red, sin el acostumbrado amparo de los editores, los correctores, ni el alivio de ese dinero de adelanto que suele servir para costear una parte de la investigación y la escritura. A ver qué pasa”.
Baños adereza el estilismo sui géneris con intervenciones multimedia que pasan por colgar desde canciones de su gusto en twitter a documentos no estrictamente políticos y a menudo transgresores que ofrecen una imagen mundana de este periodista, escritor y músico. Hoy, el periódico publica un manifiesto en el que unos 200 artistas y personajes de la cultura piden el voto para la CUP, desde el actor Sergi López a los escritores Biel Mesquida y Marina Espasa o el cantante Lluís Gavaldà. Esta mañana hemos viajado juntos en metro, y varios pasajeros le saludaban y daban ánimos. “Pues así, cada día”, ha dicho un Baños que, ya en el exterior, intentaba limarse el ego ensartando una serie de frases cachondas sobre lo que vive día a día: “Yo sé que soy la fucking moda. Hemos creado un mito pop. Todo el mundo me ve como un semidiós, habrá que bajar la expectativa. Aparte de que la vanidad de las fotos y tal me pilla calvo. Menos mal que he hecho hasta tele. Si esto me hubiera cogido cinco años antes a lo mejor… El tema es que los de la CUP me han llamado en plan mercenario para desempolvar la idea rural, y es lo que estoy haciendo, ¿no? ¡Para eso me han fichado! Hay algo de mercenario. Qué curioso es todo esto”.
Hasta el último mes, Baños se visualizaba como una persona algo pública. Presentar secciones en programas de tele y participar como tertuliano en horarios no prime time implicaba que de vez en cuando alguien le abordara en algún cruce o sentir miradas de gente que de algún modo “sabía quién era”. Pero esta nueva coyuntura le ha trasladado a una dimensión diferente. “Antes no me pedían fotos por la calle. Ahora me saluda la vecina de enfrente, el autobusero…”. Si aquello era reconocimiento, esto es fama. Sobre la fama se han escrito muchas cosas, él también, pero hasta este verano se trataba de algo no pretendido que catapultaba o enterraba a otros. Y ahora resulta que el famoso es él. ¿Qué hacer?
De momento, Baños concede la primera entrevista del día aireándose con un abanico. Al terminar, dice que ha recibido un tweet advirtiéndole que El Coletas, el mismo Pablo Iglesias que ayer se puso a entonar en pleno mitin una canción como si fuera un apache, le ha mencionado como “el señor Baños”. El tweet se lo ha enviado Isaac Rosa, el escritor sevillano que prologó La rebelión catalana de Baños. Allí, Rosa escribió que “lo que logren los catalanes tiene mucho que ver con nosotros, pero no por el manido argumento del nacionalismo español (“lo que pase con Cataluña debemos decidirlo entre-todos-los-españoles”), sino porque la rebelión catalana es una oportunidad para todos. También para nosotros, aquí, en Madrid, Huelva o Lugo”.
En ese prólogo, Isaac Rosa aplaude el coraje y la oportunidad de un libro lleno de ideas para transformar España de un modo que permita a sus ciudadanos participar en los progresos del siglo XXI de una forma también filosófica, espiritual. Se comparta o no, la postura de Rosa y Baños viene a apuntalar el fin de la ambigüedad en la izquierda. Después de cuatro décadas en las que los españoles han aprendido a justificar las acciones de unos y otros hasta forjar una moral ultralaxa idónea para la corrupción, Rosa y Baños defienden acabar con las medias tintas, los compadreos y la política del café para todos impulsada desde la Transición. Rosa y Baños subrayan que, en España, no todas las regiones pueden estar contentas de la misma forma. La razón es tan simple como, en la práctica, bastante ignorada: España es plurinacional. La plurinacionalidad es un exotismo llamativo que podría considerarse una riqueza distintiva del país, un tesoro o incluso un orgullo, pero buena parte de España se la plantea más bien como un problema. “Problema” que a menudo sirve para tapar las taras fundamentales del Estado central.
La banda terrorista ETA permitió que algunos radicales asociaran plurinacionalidad a barbarie y por eso las voces más delirantemente contrarias al separatismo catalán, se han apresurado a ligar su talante al de ETA. ETA fue el comodín de la derecha española a lo largo de una transición que termina con el atentado del 11M en varias estaciones madrileñas. Cuando, con el objetivo de ganar las elecciones que se celebrarán tres días después, José María Aznar y su equipo del PP mienten al atribuir a esa banda una horrible agresión que desde el principio lleva el sello de Al Qaeda, el comodín se agota. El 11M visualiza que ETA se ha convertido en una herramienta útil para el PP. Y también ilustra sobre qué es capaz de hacer un político por mantenerse al mando. La gente asumía, daba por hecho, que “en política ya se sabe, quien más quien menos ha tenido que pringarse para llegar donde está”, de modo que el pringue y las trampas y engaños se aceptaban como parte del juego. Pero el derrumbe financiero a partir de 2008 empezó a disminuir la tolerancia, y el atentado del 11M evidenció hasta dónde eran capaces de llegar los políticos si se les daba vidilla. Un muerto no admite ambigüedad, y en Madrid murieron 193 personas.
Desde entonces, algunos dirigentes han continuado apelando a ETA a buen ritmo, equiparando a políticos que defienden ideas de manera pacífica con verdugos que descerrajaban tiros en la cabeza o detonaban los explosivos que amputaron miembros y llenaron España de sangre hasta no hace tanto. Esos dirigentes tienen la esperanza de que el profundo temor inherente a lo etarra salpique al rival aludido, y que el votante, al pensar en ese individuo piense también en ETA y experimente algún tipo de temblor.
Esto puede funcionar con genuinos groupies del PP más extremo o con gente seriamente traumatizada por el terrorismo pero, desde el 11M, ETA es un recurso patético. ETA es el viejo coco de los niños en la era de The walking dead. Es un coco demodé que da la medida de hasta qué punto la intelligentsia de la ponzoña necesita renovar sus monstruos si pretende asustar de verdad. De todos modos, como el separatismo catalán les ha pillado sin tiempo para buscar ogros alternativos, de momento se siguen apañando con ETA, a la que ahora alinean con Podemos, Baños y la CUP. Para El Innombrable y compañía han reservado la comparación con los nazis.
En cualquier caso, la existencia de gente que continúa jugando a confundir a nazis y etarras con demócratas evidentes da que pensar. Parece que el buenrollismo del café para todos ha terminado y se impone remodelar España, pero que esa remodelación no pasa por reforzar una repisa y apuntalar un par de vigas. No. Nada de medias tintas ni ambigüedades. Hay que reformar de verdad. Por eso, Baños cree que El Extraño Rabell pagará cara la indecisión de su partido madre.
–Los de Podemos van cagaos. Son unos ambiguos. No les votará ni un hipster –dice mientras revisa su agenda hasta el 27-. Así que el sábado voy a Perpignà.
–Nati está en Figueres. Si necesitas lo que sea, ya sabes–dice Sara Montesinos.
–Pero iré en tren, ¿no?
–Sí, sí. Ya te buscaremos billetes, no te preocupes.
–Necesito volver en cuanto acabe. Por la noche tengo un concierto en el Be Cool.
–¿Quién toca?
–Yo.
Baños ha programado un concierto con Los Carradine, su viejo grupo de punk-pop, para despedir la campaña.
–¡Que a la mañana siguiente tienes que ir a votar! –dice Sara.
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Título: Una ñ inesperada: Crónica de una desobediencia. Antonio Baños en campaña electoral. Autor: Gabi Martínez. Venta: Amazon
Sinopsis: Una ñ inesperada es una crónica sobre los movimientos de Antonio Baños durante la última semana de campaña electoral culminada el 27 de septiembre de 2015 con las votaciones al Govern de la Generalitat. Por entonces, Antonio Baños era el Número 1 de la CUP. Este libro explora cómo Baños introdujo otra forma de hacer política en España, incluyendo un humor del que esta narración participa. Una eñe inesperada aspira a deslizar una cierta claridad en el conflicto abierto entre España y Catalunya atendiendo a la experiencia de un individuo concreto, de una persona que defiende una causa que, según algunos, no corresponde a sus orígenes (educación, barrio, apellido), pero a través de la cual se pueden atisbar el porqué de ciertas acciones y sentimientos.
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