El escritor y editor Antonio Lozano, que ofrece un recorrido por el crimen en la literatura en su ensayo Lo leo muy negro, atribuye el éxito de la novela negra a «la fascinación que saltarse la ley» despierta en los lectores».
A través de un poco de historia, perfiles de autores clásicos y contemporáneos, un repaso a los detectives más deslumbrantes, atención a escuelas y mutaciones, análisis de películas y series de televisión, Lo leo muy negro (Destino), Lozano intenta entender el papel y el sentido que juega el crimen literario, tanto a través de la ficción como de la no ficción, qué aporta y qué revela de la sociedad.
En una entrevista con EFE, Lozano señala que con este libro ha buscado reflexionar sobre «cómo dialoga el crimen real con la ficción, cómo la ficción ha reflejado hechos criminológicos, los ha transformado a su antojo para que cupieran en un modelo de entretenimiento y popular».
Y además, analiza «cómo muchos criminales se han inspirado en modelos literarios, pero también ha sucedido en sentido inverso, porque hay asesinos en serie que han aplicado técnicas y métodos que han leído previamente o visto en las películas».
Sostiene el autor que «todo lector tiende a pensar en meterse en la piel del protagonista de una historia criminal, porque aunque ante un crimen nuestra primera respuesta es el horror, en un segundo momento de reflexión pensamos: «¿y si fuera yo el que ha cometido el crimen?».
Todo este proceso mental se sucede en el contexto de nuestras vidas, «llenas de problemas, frustraciones, dramas y que, ahora con la pandemia, se han agudizado».
Lozano, editor del sello negro en RBA, piensa que tras el boom de la novela negra no hay un éxito real, pues «tampoco se venden tantos libros», aunque sí tiene una repercusión en medios, entre el público y en su traslación al cine y a las series televisivas.
Tras ese éxito cree Lozano que está «la fascinación que produce el saltarse la ley y pensar en qué momento está justificado».
Pero además, añade, «la mayoría de las novelas negras son aventuras, ya que mezclan un misterio y la resolución de un puzzle, saber quién es el culpable, o si va a ser cazado el asesino, y esto tiene un punto muy infantil, ya que remite al lector a su infancia y a los cuentos».
La novela negra siempre ha sido vista como un espejo de la sociedad en la que era creada: «El abanico de delitos es enorme, puede ser un asesinato, un robo, un atraco, un desfalco, corrupción política, policial; por tanto, ningún crimen puede desgajarse de la sociedad en la que vive, siempre nos dice algo sobre el lugar geográfico, político y social donde acontece».
Este enraizamiento con su sociedad determina que «la novela negra, quizá como ninguna otro, toma el pulso al momento actual» y por esa razón, vaticina, «seguramente en breve empezaremos a ver muchas novelas negras en las que la base de los crímenes serán gente desesperada por la situación pandémica».
Argumenta Lozano que en todas estas obras hay una constante: «siempre se mata por lo mismo, por desespero económico, por celos o por rabia, pero el momento histórico y social es una de las partes constituyentes de ese delito».
El detective es seguramente, junto al explorador y al aventurero, la gran figura aspiracional y romántica de la literatura, pues se trata, según Lozano, de «un individuo que aúna perspicacia, arrojo y fuerza para corregir los males del mundo, y, como el superhéroe y Jesucristo, sacrifica una vida estable en aras de servir a la comunidad».
En el ensayo, el autor describe la novela negra como un género que además ha sabido fagocitar a otros géneros: «tienes un crimen y lo puedes llevar a cualquier época histórica, un detective es siempre un testigo privilegiado, puede beber de la ciencia ficción, la flexibilidad es máxima».
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A su juicio, uno de los problemas del género es que «se produce un fenómeno editorial y de repente aparecen mil epígonos y se acaba abusando, pues en esa multitud de autores hay buenos, regulares y malos», pero además hay «un abuso de giros y más giros narrativos, influido por la narrativa visual dominante».
Preguntado por qué dirección adoptará el género en el futuro, Lozano piensa que «un nuevo horizonte podría ser el Seis cuatro de Hideo Yokoyama que publica Salamandra, y otra línea posible sería la hibridación con la ciencia ficción», como en la novela De entre los muertos, de Jonathan Moore, que el propio editor ha publicado en RBA.
Lo leo muy negro incluye un apartado de perfiles de escritores a partir de entrevistas en profundidad realizadas por el propio Lozano, clásicos como James Ellroy, Sue Grafton, John Connolly, Richard Price, Harlan Coben, Don Winslow, Philip Kerr, Petros Márkaris o Jo Nesbo.
A éstos se suma un capítulo consagrado a «ases del crimen», como Dennis Lehane, Lee Child, Fred Vargas, Ian Rankin, John Banville, John Verdon o Peter May.
«No era una intención directa la de hacer un canon de autores recientes más importantes, pero la pura selección es ya un catálogo de los más grandes, muchos con series longevas y afianzados», repone Lozano.
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