Acabo de culminar mi trigésimo cuarto curso en aulas públicas de institutos. Para quien haya padecido los funestos efectos que acarrearon las pestíferas leyes educativas desde la LOGSE socialista hasta el disparate tontojilipollesco de la actual LOMLOE, para quienes hayan advertido cómo les sisaban la educación bien cimentada y reflexiva a cambio de los actuales tocomochos mierdapedagogistas, aclarar que «trigésimo» es el ordinal de 30, que procede de esa antigualla del latín, el cual algunos se empecinan en eliminar para que no cante tanto su mediocridad e indigencia intelectual. O sea, a fin de que hasta los sufridores de la herencia envenenada que la tal Celáa, quien hizo bueno al infame de Wert, nos legó antes de irse de embajadora a la Santa Sede, divinamente pagada, lo puedan comprender: llevo 34 años ejerciendo como profesor.
Con los alumnos de mis tres primeros destinos solía organizar viajes de estudios, de los culturales, no de los de pachangueo, botellón y fiestas del pijama, que son muchos de los que ahora arrasan. Intentaba estructurarlos multidisciplinares: lo mismo tocábamos materias estudiadas en Historia e Historia del Arte, en Biología, en Lengua y Literatura y, por supuesto, en Latín y Griego. Solíamos elaborar rutas desde Huelva hasta Salamanca. En Sevilla, aparte de honrar a Escipión el Africano, fundador de Itálica, y a Trajano y Adriano, nacidos en ella, hacíamos nuestros el anfiteatro, el teatro y el excelente museo, por desgracia cerrado hace años. Como no sólo de lo grecolatino vive el hombre, les preparábamos un recorrido histórico-literario-musical por la ciudad del Betis. Una antología de textos y audiciones de Tirso de Molina, Zorrilla, Bécquer, Machado, Salinas, Cernuda, Mozart, Rossini, Bizet nos acompañaba en nuestra ruta, buscando los emplazamientos de la urbe cantados por estos genios.
Mérida fue vivida con los ecos de Sófocles, Eurípides, Plauto y Aristófanes, y del mismo Larra, quien en un delicioso artículo describe su visita a las ruinas de su anfiteatro. De paso admiramos el fastuoso puente de Alcántara o el enigmático arco cuadrifonte de Cáparra, sin haber olvidado libar el prodigioso casco histórico de Cáceres y las mil historias en sus piedras latentes. Poníamos culmen en Salamanca, donde les habíamos preparado la ruta de la Celestina, el Lazarillo y el Estudiante de Salamanca, proporcionándoles una antología de textos que íbamos leyendo en los lugares pertinentes. El verraco celtíbero a inicios del puente romano ponía de manifiesto la crueldad del ciego al hostiar al lazarillo sobre su duro granito. Veían a Celestina trotar por los aledaños de la sede episcopal (la misma zona donde engendraron a Lázaro de Tormes) y embaucar a Calixto para que trepara las tapias del huerto de Melibea y la cortejara con el cimborrio de la catedral vieja como testigo. Leían a Fray Luis de León ante su estatua y a Unamuno en las puertas de la casa donde murió. Por la noche acudíamos a la «calle del Ataúd» y presenciábamos el entierro en el que don Félix de Montemar, un tenorio irredento, asiste a su propio cortejo fúnebre, magistralmente descrito por Espronceda.
Tuve el privilegio de guiar a mis zagales en su primer acercamiento a las maravillas italianas. De nuestra mano se adentraron en Pisa, disfrutando no sólo de su torre, sino del interior de su catedral y su bellísimo camposanto. Les servimos de puente para introducirlos en la Florencia de Botticelli, Donatello, Michelangelo, Bruneleschi y Vasari. En Roma los sostuvimos cuando sufrieron el síndrome de Stendhal contemplando por primera vez el Coliseo o San Pedro del Vaticano. Buscamos con ellos las huellas de Nerón y San Pedro en Santa María del Popolo, en la Cárcel Mamertina y en San Pietro in Vincoli. Aprovechándonos de su asombro juvenil, los engatusamos con Caravaggio en San Luis de los Franceses y San Agustín, y con Bernini en la plaza Navona y Santa María de la Victoria, a la vez que les hacíamos comparar su arte como arquitecto con la de su eterno rival, el desdichado Borromini. Con algunos compartimos la fascinación de Herculano y Pompeya: nada de lo que habían estudiado en los libros era comparable a hollarlo con sus pies.
Para que esos críos pudieran deleitarse con esos viajes, que les habían supuesto una importante inversión, se habían tenido que conjugar las tres patas del trípode: una familia que alentara el respeto por la cultura y el arte, una escuela que alimentara y encauzara sus almas y una sociedad que los amparara e incitara a conocer y enriquecerse humanamente.
Soy un entusiasta de los periplos, un cupidus viarum, como dijo alguno de los romanos que he leído, cuyo nombre olvidé. Sobre todo de los que encierran un itinerario que conjugue literatura, historia y arte. Si a eso le añadimos buena gastronomía y paisajes de maravilla, trisco cual el fauno que soy. No hace mucho anduve por tierras turolenses. En Cantavieja gocé indagando las huellas que dejaron templarios, sanjuanistas y carlistas. Reviví la lectura que nuestro profesor de historia de COU nos mandó para subir nota: Zalacaín el aventurero, mi segunda incursión en Baroja tras El árbol de la ciencia. Perseguí romanos retozando por los vestigios del acueducto, a tramos rupestre, que llegaba a Gea desde Albarracín. Rastreé templarios por Mirambel. Saboreé cada rincón del Maestrazgo consciente de los tesoros que albergaba. Al desembocar en el Ebro no pude sino estremecerme sabiendo que aquello había sido escenario de la Batalla del Ebro, uno de los últimos y terribles estertores de la Guerra Civil, como muy bien dibujó Arturo Pérez-Reverte en Línea de fuego.
Mientras conducía por aquellos parajes era consciente de que había podido libarlos al máximo gracias a mis maestros y profesores de Peñarrubia y Elche de la Sierra. En unos años en los que España se desperezaba para despertar de la pesadilla del franquismo, ellos sembraron en mi alma las semillas por el amor hacia nuestra lengua y literatura, la pasión por la historia y el arte, la curiosidad por las ciencias, el deseo de expresarme con corrección, la devoción por la filología… Sin ese bagaje no habría disfrutado los viajes ni aprovechado una ínfima parte de lo que éstos aportan a una vida ávida de VIVIR los lugares, no de pasar por ellos vegetando.
Al mismo tiempo que rumiaba esto, me asaltó la desolación de que los alumnos a los que vengo formando las últimas promociones son incapaces, la gran mayoría, de sacarles la sustancia a estos lugares, de extraer de ellos las lecciones que atesoran.
Una de mis devociones, junto a lo grecolatino, es don Quijote. He hecho varias rutas quijotescas, regocijándome como gorrín en cochiquera repleta de bellotas. El leer las placas en Sevilla y en Argamasilla de Alba que rezan que allí estuvo preso Cervantes y comenzó a redactar su inmortal obra me hacen retozar tanto como cuando visito su casa en Alcalá de Henares o la de su mujer en Esquivias. Esto es así porque con quince años mi profesora de lengua y literatura, Adela Franco, nos enamoró haciéndonos leer el Quijote desde la premisa de redactar un trabajo acerca de la quijotización de Sancho y la sanchificación de don Quijote. Tanto me implicó que a estas alturas lo he leído ya tres veces y ardo por comenzar la cuarta: ninguna ha sido igual a la anterior. Cada vez encuentro cosas nuevas que me siguen fascinando. No sé… Visitar la cueva de Montesinos en las lagunas de Ruidera tras haber hojeado el pasaje en la novela es mucho más enriquecedor. Pero lo es más si eres capaz de conectar que ese episodio es un homenaje a Virgilio, autor por el que Cervantes sentía veneración: el vate romano hace a su héroe Eneas descender al Averno. Si tus maestros han sabido hacer germinar en ti el interés por la cultura, de Virgilio llegarás a Dante Alighieri, quien en la Divina Comedia usa al poeta romano como guía durante el recorrido por el Infierno. Pero es que Ovidio, en sus Metamorfosis, baja al Averno también acompañando a Orfeo, que pretende que Plutón y Proserpina le devuelvan a su difunta esposa, Eurídice, conmoviéndolos con su música. Virgilio, Ovidio, Dante y Cervantes, todos ellos, bebieron sin duda de la fuente primigenia: Homero, quien en el canto XI de la Odisea nos describió por vez primera el Inframundo, al llevar a Odiseo en busca de Tiresias a fin de conocer la ruta a Ítaca. En mi etapa onubense nos pusimos de acuerdo un profesor de literatura y yo y hacíamos trabajar a nuestros muchachos comparando los textos de los autores antes citados y las visiones distintas que daban del Infierno. Salieron ejemplos magníficos. Eran tiempos previos al uso generalizado del internet: los zagales debían documentarse bien, comprendían lo que leían y eran capaces de expresarse y redactar de manera digna. Desde que se generalizó la Wikipedia y ahora el Chat GPT dejé de mandar tareas de ese tipo: casi todos realizan un corta y pega chapucero, que ni siquiera se leen ni saben lo que dicen. Si les pides que hagan una presentación oral, leen lo escrito sin comprenderlo. Con dos preguntas constatas que no tienen ni pajolera idea. Balbucean con un lenguaje limitadísimo (estudios recientes señalan que muchos de nuestros conciudadanos pasan su existencia usando poco más de 300 palabras diferentes en su vida diaria) y lleno de los clichés del lenguaje de moda: en plan, en base a, pos…
Cuando empecé a trabajar contaba 24 años. La mayor de mis discípulas, 22. Tenía mucha conexión con mi alumnado, no sólo por la escasa diferencia de edad, sino porque habíamos compartido el contexto educativo, cultural y social. Para muchos la Educación y el tesón aplicándose al estudio eran la única forma de progresar en la vida, de escalar socialmente si tu familia era de condición humilde. Hace lustros que siento que esa conexión con la zagalería a la que presuntamente he de formar se ha esfumado. No ya porque sea torpe a la hora de sumergirme en las aplicaciones digitales en las que ellos bucean como peces en el agua, sino porque los valores de esfuerzo, perseverancia y honestidad se han esfumado. Sólo hay que ver la patulea de politicastros indecentes, veleidosos, deshonestos, sin estudios, formación ni trabajos fuera del lameculismo político, quienes son espejo de la sociedad que los vota y, al mismo tiempo, un cáncer para la democracia.
De franquista tengo lo mismo que de obispo: la tonsura en la coronilla. Y no por gusto, sino por castigo de mi calvicie. Quienes me conozcan sabrán que estoy en las antípodas ideológicas de este movimiento. Mas he podido constatar que en aquellos tiempos en los que la Democracia comenzaba a alborear mientras el Régimen soltaba sus últimos estertores, estertores que parecen haber vuelto para común desgracia, había un respeto y un saber estar, amén de un afán por formarse en lo que fuera lo mejor posible para salir del pozo en el que la vida te había metido. El «usted» era debido a las personas mayores como señal de deferencia. «Usted» eran los maestros, los médicos, los jueces, pero también los tenderos. Frases como “dejen salir antes de entrar”, cargadas de una lógica aplastante, eran de aplicación común. Ceder tu puesto a una persona mayor era de ser bien nacido. Ahora veo los centros de enseñanza convertidos en una jungla donde reina el sálvese quien pueda. Si eso es así en las escuelas, es que es peor en las familias.
Durante mis últimos cursos en Alhama de Murcia empezó a ser conocido a nivel mundial uno de nuestros alumnos. Se hizo comentarista de vídeos chorras en You Tube. Mi compañero Alfonso Cerón, el mejor docente de Historia que me haya encontrado, un lujo como mentor para sus alumnos, le reñía para que se aplicara más y mejorara su expediente. El chico, que se llevaba excelentemente con él, le respondió que en un mes había ganado más de lo que mi compañero ganaba en seis con 30 años de antigüedad a sus espaldas. El zagal ahora se ha ido a Andorra, porque allí tributa menos: da muestras de su talante al no querer contribuir con sus impuestos a que sus conciudadanos puedan recibir una educación, una sanidad y unos servicios públicos semejantes a los que él disfrutó gracias a los impuestos de otros. Para mi desazón, en vez de verlo un cantamañanas, un parásito insolidario, muchos de mis actuales pupilos lo ven un héroe. Lo mismo me sucedía cuando idolatraban a un tal Messi o a cierto Cristiano Ronaldo: son unos chorizos, unos delincuentes fiscales confesos, os han querido escatimar parte de sus impuestos, os han robado a vosotros y a los vuestros, ¿por qué los tenéis en un altar?
Hablando con ellos, admiran y quieren ser como esas pavuncias que arrasan en redes sociales haciendo el chotas con modelitos muy chic, pero transmitiendo valores superficiales, puro postureo, sin sesera ni sustancia. Siguen a descerebrados que rebuznan consignas sin ton ni son. Idolatran a cuatro zanguangos que brillan en no sé qué deporte y que a la primera que puedan trasladan su domicilio a un paraíso fiscal para no contribuir al bien del país que les ha puesto una capilla. En cambio, ignoran el nombre del enfermero, del cirujano o del oncólogo que a no muy tardar les salvarán la vida. Mientras idolatran a los otros, desprecian a los maestros y profesores que les han proporcionado los cimientos con los que edificarán su futuro. A los bomberos, guardias civiles y policías que ponen en riesgo su vida por preservar la suya. A los limpiadores que adecentan los espacios que ellos en su incivismo empuercan. Adoran a pseudo seres que nada aportan a la sociedad, a la vez que desdeñan a los que se descuernan por que ésta salga adelante.
Hace meses viajé con un grupo de alumnos a Grecia. Fue emocionante ser su cicerone en su primer acercamiento a una cultura milenaria, a la que tanto le debía el Occidente en el que me formaron, al cual la sociedad hodierna se empecina en aniquilar con ensañamiento. Cuando pasábamos por Tebas les hablaba en pleno éxtasis de que allí nació Heracles, que allí expiaron Edipo y su hija Antígona pecados ajenos a ellos, heredados de su familia. Visitamos Micenas y mi delirio les hablaba sin mesura de que aquellos muros contemplaron la muerte de Agamenón a manos de su esposa y la venganza de Orestes. Los más me miraban raro, como al típico abuelo cebolleta que cuenta batallitas que les son totalmente ajenas, más bien tediosas. Ignoran quiénes son Homero o Sófocles. Pueden continuar su vida sin saberlo nunca: les son totalmente indiferentes. No los culpo, al contrario, me dan pena: de los 69 zagales, apenas seis estudiaban Griego (el resto eran analfabetos sensu stricto). A los otros les han hurtado la posibilidad de disfrutar un viaje en plenitud acudiendo a su bagaje de lecturas, audiciones y visionados de los clásicos. Todos son víctimas de la estafa que las nuevas leyes educativas han traído al país desde la LOGSE. Les han robado las Humanidades, la cultura, el esfuerzo. Lo dije en otro sitio: Tenéis la educación que merecéis. Lo sigo manteniendo. Nos han obligado a aprobar a zagales que en segundo de bachillerato tenían en un examen 69 faltas de ortografía. La actual LOMLOE permite que un chico saque el bachillerato con una materia suspensa (¿se imaginan que sea Matemáticas y quiera ser arquitecto o ingeniero? ¿Que le haya quedado Biología y pretenda ser médico?), que un crío titule en Enseñanza Secundaria suspendiendo cuatro materias en 4º. Muchos se matriculan en religión o en alguna optativa porque saben que sus profesores les van a poner un 10 aunque no hayan rascado bola. Como ahora se evalúa por un tocomocho que se llama «competencias», o algo así, ese 10 puede compensar el 1 en Lengua o en Matemáticas y hacer que el crío titule. Les estamos estafando: si han conseguido sacar un título sin esfuerzo, si nos han constreñido a regalárselo, ¿piensan que se van a implicar con su formación en fases posteriores, sea en la universidad o en los ciclos formativos? Poco ha de tardar, aviso, en que esta perniciosa obligación de titular con asignaturas suspensas la extiendan a la universidad. Al menos a las públicas: los centros privados se la pasarán por el arco del triunfo y darán una enseñanza de calidad y exigencia, derivando a los públicos a los indisciplinados y gandules. Hundiendo la enseñanza pública, convirtiéndola en asistencial y elevando a los cielos la privada, donde seguirá alto el nivel de exigencia (para quien pueda pagarlo): el sueño húmedo de las élites neoliberales. Facilitado por un Gobierno, presuntamente, progresista. ¡Manda carallo!
El otro día hablaba con mi amigo Javier Martos, docente de Latín en Baleares. Me contaba que sus alumnos de bachillerato (16 años mínimo, titulados en ESO) ignoraban qué era un atributo o un complemento directo. Habló con las profesoras de lengua española y vernácula y le dijeron que las competencias de sintaxis en la nueva ley eran tan pocas, computaban tan poco y les resultaban tan difíciles a los estudiantes que intentaban capearlas de la mejor manera posible. Muchos titulaban sin saber analizar una oración simple. Eso conlleva un empobrecimiento lingüístico insufrible, una incapacidad de construir mensajes con sentido y cohesión, una miseria en comprensión lectora y una ruina en su potencialidad oral.
Por desgracia, no es una plaga que se constriña a España: mi querido Armando Palazzi, que durante 40 años enseñó lengua y literatura italianas, me contaba que los neopedagogos, esa plaga que da la impresión de que desean arrasar con la educación, a los que une un desprecio a los profesores que batallan en las trincheras de las aulas de primaria y secundaria, quieren que en las escuelas italianas deje de enseñarse el congiuntivo y el condizionale. Como si aquí nos prohibieran explicar el subjuntivo y el condicional. Son la pesadilla para los que quieren profundizar en una lengua, pero tan necesarios para dominar todos los resortes de una cultura. Si ya están quitando los atributos y los complementos directos porque a algunos se les atragantan, poco tardarán en obligarnos a dar sólo el presente de indicativo. Con que sepan redactar un Instagram de no más de cien palabras, plagado de faltas de ortografía y abreviaturas ininteligibles, les basta. Sólo así podrán seguir teniendo una sociedad aborregada.
Mi Magister Raimundo decidió prejubilarse cuando tuvo la edad y la antigüedad requeridas: quería irse de la profesión por la que se dio entero con dignidad. Estaba asistiendo al menosprecio que se nos tiene a los docentes, sobre todo a los de Humanidades, por parte de una comunidad que se ha perdido el respeto a sí misma y desdeña lo que no sea utilitario al instante. Lo mismo han hecho compañeros que podrían haber aguantado años más a pie de tiza, pero, hartos de los escombros que nos trae la LOMLOE, decidieron abandonar el barco cuando aún podían decir con orgullo que habían sido profesores.
Si los que nos han de dar el relevo no saben expresarse ni comprender lo que leen, si nos han de curar doctores suspensos en anatomía, si van a construir puentes ingenieros con las matemáticas y la física pendientes, si nos van a gestionar políticos incapaces de hacer la o con el canuto y están ahí (como muchísimos de los actuales) por haber lamido rabadillas desde las juventudes del partido, si los que van a enseñar escriben con decenas de faltas de ortografía, no saben investigar de manera autónoma y reglada y se limitan a copiar una cosa del Chat GPT y similares, APAÑADOS ESTAMOS.
Don Arístides, su exposición, de primera mano, es espeluznante aunque la situación ya la conocíamos muchos.
Lo de la derecha, sobre todo extrema, la que mama del ultraliberalismo, es lógico. Su situación es impecable: lo han coseguido. Educación de élite solo para las élites (si es posible incluso en el extranjero) y educación de mierda para los demás, educación sin educación, formación que para nada sirve. Lo han conseguido, de nuevo. Ahí esta el nefasto Wert para rubricar la defunción. Lacayo del capitalismo salvaje, igual que Rajoy, su jefe.
Lo de la izquierda (cutre en España), no tiene perdón. Por lo que han abogado desde tiempos felipistas es por una educación de mierda para todos. Aprobado para todos y analfabetismo generalizado, siglo XXI, partiendo del propio analfabetismo de sus líderes.
Las otras dos patas, la sociedad y la familia, están en situación de derribo. Con unos padres absurdos que, por influencias sociales, políticas y de los medios, llevan décadas considerando superdotados a los niñatos cebollos que ni se esfuerzan lo más mínimo ni quieren entender nada. Superdotados. España, país de records. Inclreible que tengamos el porcentaje de superdotados más grande del mundo. Y los medios y la sociedad, aplaudiendo con las orejas.
Sociedad que considera como intelectual a cualquier cantautor, actorzuelo e incluso futbolista que haga alguna declaración presuntamente inteligente, copiada de la web.
Estos días he visto en la televisión, lo poco que la veo, el endiosamiento total de la Bonmatí, jugadora de futbol, tratada en todo el reportaje como diosa del Olimpo y colocando cualquiera de sus afirmaciones como dogmas de fe. Estos programas son el reflejo de una sociedad. No dedican programás así a chicas que hayan conseguido las mejores notas en selectividad, estén investigando o sean escritoras. No se promociona el esfuerzo intelectual, el trabajo y la investigación, valores que deberían ser prioritarios en cualquier sociedad. El chico de Andorra, que usted nos señala, es otro ejemplo. Se da valor a lo banal, a lo efímero, a lo posmoderno, a la posverdad.
Triste todo su artículo, don Arístides. Triste.
Saludos.
Me ha encantado el artículo. Solo querría aportar una pequeña observación en relación a lo que se afirma de las universidades privadas. Aquí, en Valencia, muchas de ellas regalan títulos a cambio de dinero: los estudiantes que se han quedado sin poder acceder a la pública por tener notas finales bajas se matriculan en ellas y, ¡oh, milagro!, titulan con notazas, de lo cual se vanaglorian aunque luego se deuestre que no saben ni escribir (me refiero a los maestros, por ejemplo). Especialmente alarmante es el tema de los títulos de valenciano que la gente consigue en una de esas universidades: los obtienen sin saber acabar una frase en dicha lengua y, siendo este título el requisito necesario para ello, se convierten en maestros de enseñanzas de y en valenciano en las escuelas. Vergonzoso.
Creo que los gobernantes de hoy son esos zagales de hace 30 años. Algo se habrá hecho mal cuando han decidido desechar todo ese conocimiento que cita en su artículo, no parece que el amor por esos temas haya calado en ellos ni en los que los eligen como representantes.
Muy buen artículo y estoy de acuerdo en todo lo que dice, pero quizá habría que hacer una reflexión más profunda para averiguar por qué hemos llegado a este punto.
Saludos.
No todo es responsabilidad de las leyes, y éstas lo que tratan es solucionar los posibles errores y carencias de las anteriores. Yo nací en el 88, viví la LOGSE y la LOE. Mis abuelos los cuatro analfabetos, mi madre y mi padre ya le digo yo que nada de lo que cita usted en el artículo ni lo conoce ni lo valora.