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Apatía en microdosis

Apatía en microdosis

En esta primera novela de Fidel Moreno (Huelva, 1976), que ya había transitado otros estados mentales, literarios y musicales, parecen estar encajadas muchas de las cuñas que nos preocupan generacional y universalmente: la pérdida del padre, la paternidad/la maternidad, la ausencia de vocación ni de objetivo, la juventud que se aleja con el recuerdo de Agustín García Calvo en el Ateneo, de las canciones de Ferlosio y de la escasez de prohibiciones que transgredir.

Es Madrid, es Lavapiés, es Julio, protagonista de este libro que arranca casi en pandemia y que se estructura en cinco capítulos: uno de planteamiento, tres de nudo con múltiples encabalgamientos y uno de desenlace.

"Casilda le aburre, y ahí comienza la aventura de nuestro hombre, que en un afán exploratorio sin igual, se lanza a conocer a alguien tres pisos más abajo del suyo"

A Julio lo define la apatía, de la cual puede pavonearse gracias ahora a seis larguísimos meses de paro y a que en su día encontró a Casilda y se casó con ella. Ella lo mantiene sexual, anímica y económicamente y así él puede abandonarse a la pereza, a los porros matutinos, a la toma experimental de Cialis y a los impulsos decisivos de las microdosis de LSD.

Casilda, por su parte, que va a la manifestación del 8M con sus amigas de instituto (la caricatura certera en dos pinceladas), le conviene, pero le aburre. Digresión: no me pega el nombre de Casilda, con casa propia en Lavapiés. Si no fuera porque Casilda, Cialis y LSD comparten letras. El ingenio del autor podría también haberlo visto así. Fin de la digresión.

"Incluso nos resonarán las extravagancias hilarantes de la madre de Julio, fiel militante, ella sí, de la secta de Xavi Verdaguer y sus secuaces intestinales"

Decía que Casilda le aburre, y ahí comienza la aventura de nuestro hombre, que en un afán exploratorio sin igual, se lanza a conocer a alguien tres pisos más abajo del suyo. Ha sido nombrado obligatoriamente presidente de la comunidad y eso, piensa él, justifica cierta microdosis de responsabilidad, que justifica posteriores ingestas de otras microdosis. Con la responsabilidad del cargo anodino, llega la compensación de una aventura erótica, amatoria, de drogas, con Sara, la vecina okupa, lugar de amparo y experimentación, dos o tres pisos más abajo, ahí al ladito. Y por si había algún conato de planteamiento romántico en nuestra lectura, el autor nos dice con contundencia: “El amor/deseo nunca son sentimientos puros ajenos a intereses espurios” (pág. 60).

El personaje de Julio está muy bien descrito desde el principio: los mismos bares, los mismos amigos, el mismo kilómetro cuadrado de interacción. Los personajes que van entrando en esta novela repiten patrones que el protagonista ya nos mostró (con su mujer). Hay una ética del utilitarismo de Bentham, de yo te uso porque me interesas (de los intereses espurios hablábamos antes), y todo agregado, todos contentos.

"Como la lectura de esta novela me pilla escuchando muchas entrevistas a Antonio Escohotado, no parece que me moleste en exceso cierta aura prestigiosa de las drogas que el protagonista va asumiendo"

Y al resto de personajes de la galería todos los conocemos, por eso halago al autor la buena descripción. Conozco a esa Casilda, y también a la Sara, de los pelos teñidos, las camisetas raídas, cuerpo flexible y voz dulce. Y a Julio, que rehúye la política (todos dicen eso, pienso yo, cuando la política es lo más importante que nos sucede) y rehúye las protestas ni celebraciones colectivas. Él es más de petit komintern (como fue su padre). Incluso nos resonarán las extravagancias hilarantes de la madre de Julio, fiel militante, ella sí, de la secta de Xavi Verdaguer y sus secuaces intestinales.

Como la lectura de esta novela me pilla escuchando muchas entrevistas a Antonio Escohotado, no parece que me moleste en exceso cierta aura prestigiosa de las drogas que el protagonista va asumiendo. Se cita el ensayo de Ayelet Waldman ¡Qué día más bueno!, pero no se cita, ni yo sabía que la autora lo acota a un mes, que el equilibrio de uso de las drogas, de las dosis justas, no lo consiguen demasiados. Dependencia y control exigen mucha lucidez. Julio es apático, gusta de esta sensación de “mejor que muerto” que ya se cita en la pág. 100, que arranca con Lou Reed, pero en este tema disfruta de cierta lucidez aparente, rayana con el aburrimiento. Este asomarse de vez en cuando al precipicio porque sabe que hay quien le agarrará a tiempo.

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Autor: Fidel Moreno. Título: Mejor que muerto. Editorial: Random House. Venta: Todos tus libros.

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