Santiago Hernández Zarauz, cofundador del sello Minerva y músico en el grupo Zuaraz, ha escrito un libro que es todo un homenaje a la profesión de editor. Como dice Jesús Ruiz Mantilla en el prólogo, “en el Cuentahílos, Santiago Hernández ha sabido observar y vampirizar a los maestros del gremio que ha tenido cerca”. Este libro, de algún modo, da esperanzas a quienes creen que la cultura impresa está en declive.
En este Making Of, Santiago Hernández Zarauz rememora el origen de su ensayo Cuentahílos. Elogio del editante (Trama).
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Empiezo a escribir este texto a mano. En la libreta de turno a la que podría llamar “diario”, pero en la que se terminan entremezclando derivas como esta. Y es que el Cuentahílos tiene un primer tiempo en un voltaje similar, dentro de un cuaderno de notas como parte de la epifanía que solo puede acontecer dentro del aula. Estudié un máster sui géneris: soy exalumno de SUR, la escuela de artistas del Círculo de Bellas Artes de Madrid y la Universidad Carlos III. Durante dos años y una pandemia de por medio mi vida transitó el curso de asignaturas como Performance, Danza, Teatro, Procesos, Secuencias, Mapas, Collage, Poesía, Ensayo o Música, después de haber estudiado un grado en México, común y corriente, en Relaciones Internacionales. Decidí “salirme del huacal”, seguir el camino amarillo y perseguir un conejo blanco para dedicar mi vida a lo que mas me gusta: leer, cantar y compartir la experiencia con alguien más.
Tardé muy poco tiempo en darme cuenta, una vez que Minerva Editorial comenzó su viaje, que me costaba mucho trabajo reconocerme dentro de una definición clásica de “editor”. Me queda muy grande el saco. Sin embargo, con una propuesta tan atrevida y tan bien lograda como SUR caí en cuenta que la Edición —quien de veras se dedica a esto por amor a la lectura— tiene mucho de danza, de performance, de poesía, de collage, de ensayo, música, de proceso en constante resignificación e incluso teatro. Es decir, a través de una búsqueda académica terminé cayendo en cuenta que este curioso silogismo me permite dar sentido no solo a mi propia práctica dentro de Minerva, sino también acercarme con más cariño a figuras de la galaxia aldina a las que admiro y con quienes he tenido la fortuna de convivir.
Y entonces apareció el Editor. Una vez terminada mi maestría, empecé a compartir reflexiones alrededor del editante en revistas a las que respeto mucho, como Nexos o Letras Libres, que provocó que recibiera a posteriori la invitación de Manuel Ortuño, Editor en Trama editorial, para extender esos pensamientos en papel. Primero en la revista Texturas y después en lo que podía convertirse en un libro. Quedan pocos editores como Manuel: aquellos que leen con atención los suplementos literarios; que discuten con las revistas; quienes siguen entendiendo los tiempos de la edición analógica y quienes también se preocupan por la métrica de las reacciones digitales; quienes se detienen lo suficiente en sentir el gramaje del papel y quienes eligen con minucia la mejor tipografía posible para la pantalla. Trabajar con él no sólo fue entender de qué manera seguir escribiendo los pensamientos que ya flotaban por mi cabeza para que el libro fuese tomando forma, sino que se convirtió en una manera palpable de medir el paso del tiempo, ahora con un objeto físico. Da gusto y también impone condiciones reales, saber que se está frente a un Editor que lee.
Gracias a esa guía y a ese consejo de entrenador veterano que con solo levantar una ceja pude remontar un partido, pude afinar mejor la mirada y centrar el tiro para terminar de escribir un libro al que le guardo mucho cariño. En un principio no sabía que se trataba de un libro de ensayos. Creo que territorios sinceros, como éste, van encontrando su forma y su voz conforme se va haciendo camino escribiendo. Por eso se llama Cuentahílos. Por ser un homenaje a la lupa de aumento que permite ver hasta las minucias más pequeñitas en imprenta, y porque también se convirtió en una lente para acercarme a una conversación frondosa: de qué hablamos cuando hablamos de edición. Insisto en que el editante no es un proto-editor o una fase larvaria previa a abrir las alas del oficio: se trata de una condición, una vocación pasional —casi adictiva— hacia la palabra que resuena con los principios establecidos por quien podríamos considerar el primer editor, Aldo Manuzio.
Dejo este mensaje en la botella como invitación a romper la barrera del tiempo y del espacio para seguir poniendo atención en la mirada de quien decide que alguna idea merezca leerse en papel. Más allá de ser una definición cerrada, editante es el gerundio que permite detener un momento el segundero del reloj y mirar con atención, desde la lente del cuentahílos, la alquimia detrás de quien saca un libro de la chistera.
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Autor: Santiago Hernández Zarauz. Título: Cuentahílos. Elogio del editante. Editorial: Trama. Venta: Todos tus libros.
Muy interesante. Una vida muy artística y además polifacético. Me apunto el título del libro y tengo curiosidad por escuchar su música, Santiago (aunque empezaré por el libro).