Fotos: Marta Calvo
Alicia Giménez Bartlett se ha alejado del bullicio y se ha instalado en el sosiego. Hace seis años se mudó a una casa construida a las afueras de Vinaròs (Castellón) y, salvo por la imposibilidad de ir al cine para ver películas en versión original y de cenar de vez en cuando con sus amigotas del oficio, no echa de menos Barcelona. Prefiere pasar las tardes en su jardín, ora arrancando hierbajos, ora rastrillando hojarasca, y cuando llega la temporada, bajando al pueblo para vender las vainas que cayeron de los algarrobos dispersos en lo que podríamos considerar su paraíso terrenal. Y es que, cuando alcanzas la edad de setenta años, y sobre todo cuando tu profesión lo permite, lo único que buscas es tranquilidad.
Los días laborables escribe durante seis horas seguidas, de diez de la mañana a cuatro de la tarde, y el resto de la jornada lo dedica a vivir. Se ha autoimpuesto no pensar en la novela que tiene entre manos si no está frente al escritorio, y si por cualquier circunstancia le sobreviene una idea mientras pasea por la montaña con su perra Irma o mientras simplemente contempla el amanecer desde el balcón de su casa, no sólo no se detiene a anotarla, sino que ni siquiera le presta atención. Giménez Bartlett ha dejado atrás la época en la que la escritura la dominaba por completo y ahora sólo permite que la envuelva durante las seis horas en las que trabaja de un modo ininterrumpido, reconcentrada en su tarea, sin detenerse siquiera para comer. Y es que es después, al terminar su quehacer literario, cuando se sienta a la mesa de la cocina hace una comida que también sirve de cena. El resto de la tarde lo pasa en el jardín, y cuando el sol se oculta tras las montañas del Maestrazgo, pues abre un libro y se tumba a leer.
Giménez Bartlett es la imagen perfecta de la escritora que, habiendo conocido el éxito y habiendo firmado miles de ejemplares en las ferias de medio mundo, puede permitirse el lujo de encajarse un sombrero de paja, ponerse los guantes de podar y arreglar el jardín. Ha cumplido uno de los grandes sueños de todo escritor, el de apartarse del mundo y vivir en soledad, y ha cambiado a los amigos intelectuales por otros que tal vez no discutan sobre la muerte de la novela o sobre la hibridez de la no-ficción, pero que son tan cachondos que no se deja de reír. Quizá su casa no sea como la de Virginia Woolf, siempre llena de artistas ansiosos por cambiar el destino de la literatura universal, pero sin duda es algo mucho mejor: un lugar pensado para trabajar sin ninguna presión.
Así las cosas, hay que recalcar que Giménez Bartlett siempre ha sido una escritora que ha marcado su propio ritmo vital. Cuando su personaje más famoso, la sin par inspectora Petra Delicado, estaba en lo alto del pedestal de la novela negra española e italiana, los editores presionaban a su creadora para que terminara su siguiente aventura en menos de un año, pero ella siempre respondía que no es que no lo pudiera hacer, sino que no le daba la gana. Ya en su juventud era perfectamente consciente de que no se pueden escribir buenas novelas con las agujas del reloj haciendo todo el rato tictac, así que se cruzaba de brazos y replicaba a sus editores que, sintiéndolo mucho, entregaría su siguiente libro cuando su corazón —y la musicalidad— le dijera que había llegado el momento de dejarlo volar, lo cual solía ocurrir aproximadamente dos o tres años después de haberlo empezado. Es evidente, pues, que la valenciana siempre ha sido dueña de su tiempo, y ahora lo emplea materializando el sueño húmedo de cualquier escritor: aislarse de todo y de todos, tomarse las cosas con calma, dar la misma importancia a una frase que a una algarroba a punto de florecer.
Alicia Giménez Bartlett ha descubierto que vivir apartada del mundo no hace que añores a los demás, sino que aumenta tus ganas de continuar así. En otras palabras: cuanto más solo estás, más solo quieres seguir estando. Sabe que eso es peligroso, que se trata de una actitud que siempre va a más, que te puede llevar al ostracismo. Pero no le importa. De hecho, cuando tomó la decisión de instalarse en Vinaròs, no dedicó ni dos segundos a valorar la posibilidad de que el mundo de las letras pudiera olvidarse de ella. Porque, oye, si el mero hecho de no asistir a las presentaciones, de no comer con los editores o de no codearte con los colegas ha de hacer que tu trabajo tenga menos repercusión, pues tal vez sea mejor hacer las maletas, decir ahí os quedáis y apagar la luz al salir de la habitación. Que los escritores no vinieron al mundo para hacer amigos, sino para crear otras realidades en soledad.
———————————
La última novela de Alicia Giménez Bartlett es Sin muertos (Destino, 2020).
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: