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Aprende a escribir con… Brenda Navarro

Foto de portada: Noelia Olbés.

Lo primero que hay que hacer para escribir una novela es escuchar el mundo: visitar museos, presenciar conciertos, leer libros, mantener conversaciones, coger trenes… Tomar el pulso a la realidad, en definitiva. Tomarlo para aprehender los temas que flotan en el ambiente y, sobre todo, para captar el espíritu de nuestro tiempo. Porque alguna de las situaciones vividas, imposible saber cuál, provocará una sinapsis en nuestro sistema neuronal que, con un poco de suerte, será el chispazo inicial de una novela. No hay otra forma de arrancar, es el único truco que funciona. En palabras de una chamana con la que Brenda Navarro charló no hace mucho: «El día en que los escritores se den cuenta de que no son más que el instrumento que usan las ideas para dejar de flotar en el aire y aposentarse en la tierra, ese día te aseguro que sus novelas ganarán autenticidad».

Las ideas que flotan por todas partes y que acaban cayendo sobre la cabeza de Brenda Navarro guardan siempre relación con el dolor. O, mejor dicho, con las consecuencias del dolor. Es el tema que le interesa, el que ilumina su cerebro, el que explora en sus novelas. Esta mexicana afincada en Madrid siempre ha querido saber cómo sobrellevan las personas la irrupción del sufrimiento, qué hacen para seguir adelante tras ser derrotadas por la vida, cuánto tiempo necesitan para recuperarse del impacto. Ese es el material de sus ficciones y, para indagar en el mismo, no sólo escucha el mundo, sino que también frecuenta Twitter. Sobre todo una cuenta, Almost Died (@PerfectlyCutSho), cuyo propietario cuelga videos de gente que está a punto de morir, pero que esquiva la guadaña en el último momento. Navarro está enganchada a esos videos, hay algo en ellos que le fascina, no puede dejar de verlos. Pero no por el morbo inherente a los mismos, sino porque, después de visualizar uno de ellos, se queda pensando en el individuo que lo protagonizaba y, más concretamente, en el modo en que ese instante debió de cambiar su vida. De ahí, y de situaciones similares, saca la narradora el espíritu de sus novelas.

"Necesita que la casa esté absolutamente ordenada para sentarse a escribir"

Después, cuando ya tiene un argumento entre las cejas, marca en un calendario el día de inicio y de finalización del proceso de escritura. Ha adoptado como normal laboral no desviarse un ápice de ese mapa temporal, y también ha cogido la costumbre de elegir un grupo musical que le acompañe durante toda la redacción de la novela. Con Ceniza en la boca, por ejemplo, optó por la banda estadounidense Vampires Weekend y escuchó cada uno de sus álbumes a medida que avanzaba por los distintos capítulos del libro: Father Of The Bride durante la escritura, corrección y revisión del primero, Contra durante lo mismo del segundo, Vampires Of The City’s durante el ídem del tercero… Por cierto, se trata de un grupo indie de rock popero que ni siquiera le gusta demasiado, pero que le dio el tono que su novela requería. De hecho, desde que entregó el manuscrito a su editor, no ha vuelto a escucharlo. Tampoco lo echa de menos.

Foto: Noelia Olbés

"Brenda Navarro ha aprendido a sacar partido a su manía de limpiar y dice con convencimiento que no hay mejor forma de resolver un nudo narrativo que fregando un buen montón de platos"

Y dos manías más: la primera es que nunca escribe a mano, entre otros motivos porque tiene una letra espantosa, y la segunda es que necesita que la casa esté absolutamente ordenada para sentarse a escribir. Su pareja puede levantarse por la mañana y ponerse de inmediato a trabajar —sin que esto implique que no asuma otras funciones hogareñas—, pero ella no soporta que la cama esté deshecha, que los platos se apilen en la cocina o que los cojines del sofá no estén alineados. De manera que se pone a ordenar cualquier desaguisado que perturbe su tranquilidad y, cuando todo brilla como los chorros del oro, enciende el ordenador y se pone a teclear. Sabe que es un problema educacional, que todavía hay mujeres que conciben lo doméstico como algo personal, que falta mucho para que las mujeres creadoras no sólo se enfrenten al problema de la invisibilización y la conmiseración y la infravaloración, sino también al de la asunción de ciertos roles que, de una forma clara, roban un tiempo precioso a la productividad. Ahora bien, Brenda Navarro ha aprendido a sacar partido a su manía de limpiar y dice con convencimiento que no hay mejor forma de resolver un nudo narrativo que fregando un buen montón de platos. Ahora sólo hace falta que sus colegas, nos referimos a los varones, prueben esta técnica. Lo mismo los transforma para siempre.

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Brenda Navarro acaba de ganar el Premio Cálamo «Libro del año 2022» con su novela Ceniza en la boca (Sexto Piso).

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