Fotos de portada y artículo: EFE
Carme Riera escribe con dos portátiles colocados uno delante de otro. El que le queda más cerca lo suele usar para el catalán, y el de detrás, pues para el castellano. En el resto de la mesa, papeles, papeles y más papeles. Tantos que, literalmente, el único hueco libre es el que ocupan los ordenadores.
Quienes no sean absolutamente bilingües, y recalcamos aquí lo de absolutamente, tal vez requieran en este punto de una breve explicación sobre el funcionamiento de una mente que opera con la misma efectividad en lenguas distintas. Los españoles que viven en comunidades con un idioma propio, que por cierto representan prácticamente la mitad de la población, suelen tener en su fuero interno una lengua que pesa más que la otra. Esa lengua es la materna. Y es también la de los sueños.
Los escritores de dichas comunidades, pues, se inclinan por el habla que prevalece en su mente, excepción hecha, claro está, de aquellos que eligen el idioma pensando en el dinero, los cuales se inclinan lógicamente por el castellano, aun cuando esta elección vaya en detrimento de la naturalidad con la que luego se expresarán. Pero los otros autores, los que son sinceros consigo mismos escriben sus libros en la lengua de los sueños y luego los dan a traducir a sus editores o, en algunos casos, los traducen ellos mismos.
De ahí que sea extraño que alguien escriba las dos versiones de una misma novela en paralelo. Es, si me permiten la comparación, como pedir un cubata y un gin-tonic a la vez, e ir bebiendo de los dos vasos de un modo indistinto. Se puede hacer, claro, pero parece algo que sólo haría un loco.
Pues Carme Riera trabaja así: con dos ordenadores sobre la mesa, escribiendo ahora en uno y luego en otro, subiendo y bajando constantemente la tapa del primero para acceder al segundo… Pero cuidado, la posición de ambos portátiles no es siempre la misma. Unas veces coloca delante el destinado al castellano y otras el del catalán, dependiendo siempre del manuscrito que tenga entre manos. Porque también les ocurre a las personas absolutamente bilingües, y recalcamos de nuevo el adverbio, que manejan un idioma para unas cosas y el otro para asuntos distintos. Lo habitual es que la «lengua de la cultura», que suele ser aquella en la que fuimos escolarizados y por tanto aquella en la que nos gusta leer y escribir, sea el castellano, pero no porque este idioma presente unas características superiores al resto, sino porque ya se encargó el franquismo de que solo hubiera una forma de hablar en los colegios, ahogando de este modo la riqueza cultural del país y logrando que todavía haya una enorme cantidad de personas que conciben el español como el idioma de lo cultural y el catalán, el euskera, el gallego o el asturiano como el de lo sentimental, por ser estas lenguas que sólo se empleaban en casa.
Y eso es precisamente lo que le ocurre a Carme Riera con su multilingüismo: que asocia lo académico (los ensayos, principalmente) al castellano, y lo emocional (la novela, claro) al catalán. Y, en virtud de lo que vaya a escribir, coloca en primera fila el ordenador de un idioma o el del otro.
Carme Riera vive su diglosia con una naturalidad sorprendente. Es tan idéntica su relación con ambas lenguas que a veces se pregunta cuál será la que emplee cuando venga la muerte y la mire a los ojos. Su padre siempre usó el castellano en casa, pero en sus últimos días, ya tumbado en la cama, se puso a hablar en mallorquín por los codos. Desde entonces, su hija sabe que muchos bilingües usamos una lengua para ir al mercado y otra para tener sueños, pero que no sabremos en qué idioma hablaba realmente nuestra alma hasta que ya sea tarde y nos la estén quitando.
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La última novela juvenil de Carme Riera es La paz de los sueños felices / La pau dels somnis feliços (Bruguera/Edicions 62).
Excelente artículo, comprensión tranquila y profunda de algo que, en lugar de ser un motivo de guerra, debería serlo de celebración. Soy argentino, viví veintidós años en Barcelona y en mis primeras vacaciones en Buenos Aires mis familiares me oyeron hablar en sueños. Y hablaba catalán. La caída de la Torre de Babel castigó la arrogancia de las lenguas únicas y los hombres fuimos desde entonces exploradores de la variedad. ¿Para qué volver a los escombros del aburrimiento?
El ejercicio descriptivo logra insertar en tiempo y espacio, figurarse.
Valioso articulo que permite encajar en el proceso de la autora.
En una oportunidad mencionó, «lo que la vida no te da los libros te lo proporcionan….».
En este caso, los limites que la imaginacion impone, este articulo los derriba.
La imagen de los dos ordenadores es bonita, muy literaria, pero un poco absurda, ¿no? Un mismo ordenador podría tener millones de archivos abiertos a la vez, bastaría con saltar de una pestaña a otra. Si fueran máquinas de escribir, lo entendería por el engorro de cambiar de papel cada vez, pero con un ordenador…