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Aprende a escribir con… Santiago Posteguillo

Foto de portada: Asís G. Ayerbe

Hete aquí el mejor consejo que puede darse a un aspirante a escritor: si fracasas, inténtalo de nuevo… pero no de la misma manera. Santiago Posteguillo leyó esta admonición en el manual de autoayuda creativa Piensa como un artista, de Will Gompertz (Taurus, 2015), y se tomó la advertencia tan a pecho que dio un volantazo a su forma de concebir la literatura. La frase de marras le hizo abandonar la dirección que había tomado hasta ese momento, y le encarriló por el camino que habría de llevarle a los primeros puestos de las listas de más vendidos. Así pues, el consejo de Gompertz le sirvió. Vaya que si le sirvió.

En su primera juventud, Posteguillo escribió varias novelas que nunca logró terminar. Empezaba las historias con relativa facilidad, pero a la hora de acabarlas, ¡uf!, a la hora de acabarlas se estancaba. Nunca sabía cómo afrontar el final de sus propias ficciones y, a medida que avanzaba por la trama, se iba desinflando como un neumático pinchado. De manera que Posteguillo era un autor que siempre dejaba los proyectos a medias, pero que, en vez de tirar la toalla, volvía a la carga con un nuevo argumento. No fue hasta los veinte años que consiguió terminar su primer manuscrito, una novela negra en la que se narraba el intento de asesinato del Príncipe de Asturias, hoy Rey de España, por parte de la extrema derecha. Lo envió a las editoriales por correo, ninguna quiso publicarlo. Y lo mismo ocurrió cuando, algún tiempo después, puso el punto final a una segunda ficción, ahora de género erótico y con no pocas escenas de corte sadomaso. La presentó al premio Sonrisa Vertical y, bueno, resultó que aquello tampoco era lo suyo.

"Santiago Posteguillo reflexionó. Si hasta el momento había tenido dificultades para escribir el final de sus novelas, qué mejor solución que probar suerte con la novela histórica"

Por aquel entonces, Posteguillo ya se había matriculado en la facultad de Filología, carrera en la que le hicieron leer muchos libros, pero en la que no le enseñaron a escribir ni dos frases seguidas. Y, como aquello no era lo que buscaba, tomó la que probablemente fue la mejor decisión de su vida: solicitar una beca para estudiar un curso de escritura creativa en una universidad estadounidense. Se la concedieron y, ahora sí, se volcó en los estudios. En aquel país le enseñaron de un modo sistemático las técnicas del oficio, y al cabo de un tiempo regresó con el oficio no sólo aprendido, sino también aprehendido.

Ahora bien, antes de ponerse a escribir como un poseso, Posteguillo quiso conseguir algo que, en este primer tercio del siglo XXI, cuando pocas opciones hay de llevar una vida auténticamente bohemia, le parecía imprescindible: una economía saneada. Se hizo profesor universitario e incluso aspiró a una cátedra en una universidad distinta a la que hoy acoge sus clases de literatura inglesa. Se presentó al examen pertrechado con los mejores conocimientos y, cosas extrañas de por medio, suspendió la oposición. Que ya se sabe que, en este país, hay pocos sistemas más corruptos que el universitario. El caso es que la autoestima de Posteguillo, hasta la fecha inquebrantable, quedó gravemente afectada, pero, en vez de echarse a llorar por las esquinas, el hombre que hoy vende miles de ejemplares decidió escribir una nueva novela. Y esta vez lo haría aplicando las técnicas aprendidas en Norteamérica y, si cabe más importante, siguiendo el consejo de Gompertz: nunca desistas, pero cambia de método.

Foto: Asís G. Ayerbe

"Cada día escribe la escena que más le apetece y a continuación sólo tiene que ensamblarlas tal que si estuviera cosiendo una almazuela"

Santiago Posteguillo reflexionó. Si hasta el momento había tenido dificultades para escribir el final de sus novelas, qué mejor solución que probar suerte con la novela histórica. A fin de cuentas, el argumento de ese tipo de narraciones viene determinado por la Historia, y no por la imaginación, lo cual elimina de un plumazo el problema de tener que inventar el desenlace del relato. Y, con este razonamiento sobre la mesa, se puso a trabajar: primero se documentó de un modo exhaustivo sobre el general romano conocido como Escipión el Africano, y después cogió una cartulina tamaño A2 y trazó dos ejes de coordenadas: uno para los años que habría de abarcar la novela y otro con los elementos principales de la misma: Héroe, Antihéroe, Otros Personajes, Acontecimientos Históricos y algún que otro asunto más. De hecho, este esquema le resultó tan eficaz que, desde entonces, lo aplica en todas sus novelas. Llena una cartulina con toda la información necesaria y, como ahora tiene un mapa preciso sobre el que trabajar, ya ni siquiera se preocupa por empezar por el principio. Cada día escribe la escena que más le apetece y a continuación sólo tiene que ensamblarlas tal que si estuviera cosiendo una almazuela. Después, relee el manuscrito con la intención de unificar el estilo y el tono, y de suprimir los errores de racord. Y lo envía a la editorial.

Santiago Posteguillo es hoy uno de los escritores más importantes de nuestra novela histórica. Y sus libros se alzan sobre tres pilares: investigación rigurosa, admiración por el personaje elegido para la narración y remembranza de una frase que, en su opinión, puede enderezar la carrera de cualquier escritor: no cometas dos veces el mismo error, cambia de método si el primero no funcionó.

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La última novela de Santiago Posteguillo es Roma soy yo (Ediciones B).

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Javier
Javier
2 años hace

Pues me gustan Roma, la Historia y la Novela,pero empecé por el primero de la saga de los Escipiones y no pasé de la página 50.