Cuando se me propuso escribir sobre esto para Zenda, hubo dos partes de mí que se dieron de hostias de manera inmediata. La primera, la pasional, me decía que podía ser una manera genial, primero de desahogarme, segundo de ayudar a otros. La segunda parte, la racional, me dijo: espera, piénsalo bien, es un arma de doble filo. Y sí, amigo, lo es. Esto puede tanto servir para ayudar a otras personas como para que otros piensen de mí que trato de dar pena, de contar mis desgracias sabiendo que hay otros que lo pasan peor, seguro. De que esto se convierta en un pañuelo donde arrojar mis lágrimas, nada más.
Menos mal que me dejé guiar por la pasional. Y es que, precisamente, lo que me hizo recapacitar y lanzarme de cabeza es lo que pretendo conseguir: que luches ante todo y ante todos, aprendiendo lo que es la verdadera piedra filosofal. Así llamo yo al lugar por donde me paso las opiniones que puedan llegar pensando que sólo quiero dar lástima.
Ahora bien, es difícil plantear todo esto. No quiero aburrirte contándote toda mi historia, pero es que si no lo hago, aunque sea de manera muy resumida, es imposible que pueda transmitir lo que pretendo bajo estas líneas. Además, un hecho ocurrido durante esta propia semana me ha hecho plantearme con más fuerza que esto es necesario. Y no es ni más ni menos que el desconocimiento lógico ante algunas situaciones e incertidumbres que se presentan ante una situación como la mía, como la que muchos pueden vivir. Pero basta ya de chácharas, pasemos a la acción que es para lo que aquí estamos. Déjame, primero, explicarte que lo haré poco a poco, tal y como creo que esto ha de ser contado. Llámalo blog personal si quieres. Puede que tenga valor literario, puede que no. Eso ya lo juzgarás tú mismo.
Como toda historia que se precie, esto ha de ser contado desde el principio. Vamos allá:
Supongo que mi vida no distaba de la de muchos cuando las cosas iban bien para casi todo el mundo. Con sólo veintidós años decidí aventurarme a abrir mi primera tienda de informática. Los bancos te lo ponían fácil, todo era sencillo con un mínimo esfuerzo y yo me subí a ese carro. Además, en esos momentos estaba trabajando con mi padre en una empresa familiar de fabricación y montaje de piedra artificial. En junio de 2006, un —creía yo— mal movimiento con el brazo izquierdo me hizo dejarlo. Me dolía mucho. Las primeras cábalas mías y de los masajistas que comencé a visitar me decían que podría ser una tendinitis. Algo común, al fin y al cabo. Esto parece carecer de importancia, pero marcaría todos los años posteriores.
Con mi brazo dolorido pensé que la única solución era la de la tienda. Además, qué coño, me sentía preparado y fuerte, por lo que me lancé de cabeza y en enero de 2007 abrí mi primera tienda de informática. Ahora, permíteme que haga un breve paréntesis. Todo lo que pasó durante los siguientes años se puede resumir de manera breve y así voy a hacerlo. Esto no es una biografía, aunque lo pueda parecer. Fuera como fuese, todo se resume en que la crisis —por echarle la culpa a alguien que no fuera yo mismo— hizo de las suyas y tuviera que cerrar mi tienda en junio de 2009. Mi brazo seguía mal. Me costaba mucho moverlo hacia arriba y entender qué narices me estaba pasando. El tema de la tendinitis era cada vez más difícil de creer, pero también era cierto que los médicos —a los que ya iba en puesto de masajistas—, no sabían decirme que pudiera ser otra cosa. Si bien era cierto que en una de las innumerables pruebas a las que me sometieron, vieron que en el cuello tenía una hernia. Ahí ya empezó la cantinela que he escuchado unos cuantos años de que las hernias en el cuello no se operan a no ser que sea estrictamente necesario —y no te quiero hacer spoiler, PERO—.
Tras unos cuantos tumbos más, acabé en una empresa de venta de electrodomésticos en la cual estuve trabajando, mientras seguía teniendo algunos problemas con el brazo y con algunos dolorcillos en general algo aislados. Así siguió mi vida profesional por aquel entonces. Como curiosidad, me gustaría contarte que en Navidades de 2008, ante la falta de ideas sobre qué regalar a mi familia, decidí dejar un miedo que había tenido desde siempre: el de sentarme frente a una hoja en blanco. En apenas dos semanas y con un desastroso texto como resultado, nació “La verdad os hará libres”. Un manuscrito que solo estaba pensado para que mi familia lo leyera —a la que encantó, por supuesto, pero aunque todo el texto se compusiera sólo de la palabra “mierda” repetida mil veces, les hubiera seguido encantando. Me quieren, jajaja— y con el que empecé a soñar en una posible carrera como escritor multimillonario. Pero, claro, mejor centrarme en lo que ya tenía seguro, un trabajo que traía dinero fijo a mi casa. Todas esas fantasías de escritor, para otras personas mejor, pensé. Y esto es tal cual.
Sigo donde estaba. En la empresa en la que estaba trabajando, pues nada del otro mundo, pero tenía mi sueldo fijo todos los meses y una situación estabilizada en cuanto a lo profesional. Como ya he dicho, los dolores seguían y, aunque me había dicho a mí mismo en muchas veces que esto podría ser así para siempre, estaba dispuesto a aceptarlo y a seguir adelante. No era para tanto. Había gente peor que yo.
Todo esto que os he contado puede carecer de valor. Esta vida puede parecerse a muchas otras, incluso a la tuya. Pero por eso creí necesario crear este blog, porque necesito que veas cómo una vida más o menos encaminada puede dar un giro de un día para otro. Todo puede tambalearse y hacer que tú caigas al suelo con una fuerza tremenda. Por eso quiero enseñarte que a pesar de lo que pueda pasar, siempre hay un pequeño halo de esperanza.
Y no me las quiero dar de interesante, pero te puedo asegurar que todo lo que ocurrió a continuación, todo lo que me pasó y me sigue pasando te va a sorprender. Pero dejemos algo para futuras entregas.
Entiendo que quizá esto no sea algo que esperas leer en una web como Zenda, pero aun así, me gustaría que me contaras qué te ha parecido, tanto en mi correo (BlasRuizGrau@Hotmail.com) como en mi twitter (@BlasRGEscritor). Gracias por estar ahí, reconforta ser leído.
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