Atrás quedaron, por suerte, los tiempos en que la literatura española todavía cercana mostró un temerario desprecio hacia Galdós. Siempre fue el gran hombre canario un personaje controvertido, social y artísticamente. Para qué recordar la ofensiva de la España clerical y ultramontana a fin de impedir que recibiera el Premio Nobel o el epíteto injurioso, «garbancero», con que le motejaba el por otra parte maestro del idioma Valle-Inclán. En esas fechas aún cercanas, en los amenes de la dictadura, el descrédito llevaba aparejada además una moraleja inquietante, la liquidación definitiva de un modo de escribir. Por ahí andaba Juan Benet al atribuirle como gran mérito el mismo que adjudicaba a Balzac, haberse limitado a confeccionar el “catastro nacional” (y no estará de más preguntarse cuántos lectores siguen hoy al autor de Herrumbrosas lanzas y cuántos al de los Episodios nacionales). Parecida postura mantenía con sus reiterados desplantes —“escribía muy mal”, solía decir— el esteta y estilista Francisco Umbral.
Tampoco hay que hacer mucha sangre a cuenta de estas apreciaciones que, al fin y al cabo, suponen eslabones de la prolongada querella de antiguos y modernos. Pero sí resulta aleccionador que hoy, desde hace varios lustros, la estrella galdosiana ha vuelto a brillar con mucha fuerza. Entre otras corrientes actuales de nuestra narrativa, en la que todo cabe, de lo muy refinado al best seller tosco, el galdosismo tiene un lugar destacado, y no pocos autores de la hora presente se reclaman herederos suyos. Así lo proclamaba Rafael Chirbes y lo reconocen sus en cierta manera discípulos Belén Gopegui, analista política de nuestro tiempo, Almudena Grandes, galdosiana hasta la médula, Pablo Gutiérrez, que hace poco daba nueva vida a Fortunata y Jacinta, o Marta Sanz, comisaria, junto al profesor Gullón, de una exposición en la Biblioteca Nacional que aún no he visto y en la que, supongo, habrá razonado los motivos de la vigencia del maestro canario.
En cualquier caso, llega Pérez Galdós al centenario de su muerte —se cumple el 4 de enero— aureolado de reconocimiento y respeto. Motivo, si hiciera falta alguno, de aproximarse a él para conocer en su amplitud una personalidad rica, no solo la de un escritor más o menos afortunado —y lo fue en grado sumo— sino la de un ciudadano ejemplar, alguien cuya vida y obra suponen la fusión total de un sentir ético y de un trabajo artístico esforzado y conseguido. Este alcance posee el voluminoso estudio de Francisco Cánovas Sánchez bajo un título que explicita su intención, Benito Pérez Galdós: Vida, obra y compromiso.
Acerca de Galdós existe una bibliografía abrumadora. Contaba incluso hasta hace poco con su propia revista, Anales Galdosianos, que daba a conocer nuevos estudios y enfoques y hacía balance periódico de las aportaciones críticas. Biografías las hubo madrugadoras: así el folleto, de reducido mérito, eso sí, de Clarín, quien utilizó confidencias de su estrecho amigo. El mismo Galdós nos dejó páginas autobiográficas, unas Memorias de un desmemoriado, aunque de las menos valiosas que salieron de su pluma. Y un galdosiano fervoroso, el erudito Pedro Ortiz Armengol, rastreó mil noticias de la existencia de don Benito que cuajaron en una detallista biografía externa. Los análisis globales y parciales de los libros galdosianos se cuentan por centenares y los abordan desde todos los puntos de vista, formales e ideológicos.
Ha dispuesto, por tanto, Cánovas Sánchez de un corpus informativo caudaloso para emprender su trabajo, y lo utiliza en abundancia. Su labor no hay que medirla por sus aportaciones, escasas, sino por la voluntad de integrar al personaje en un retrato panorámico y abarcador. No se trata de una biografía, porque le falta el aliento de penetrar en la dimensión íntima de don Benito, o, en todo caso, se ciñe a los datos externos. Tampoco hace Cánovas un estudio literario de sus obras, aunque se refiera a ellas, una a una (por cierto, y entre paréntesis, tiene su gracia que el autor lleve el mismo apellido que el preboste de la Restauración que desesperó a Galdós y a todos los intelectuales progresistas de finales del XIX, y a quien Clarín dedicó un divertidísimo libelo para demostrar lo tonto que era en todas sus facetas, desde el político hasta el escritor, pasando por el figurín vanidoso).
El recorrido de Cánovas Sánchez por la peripecia vital de Galdós y por su obra tiene un poco de todo lo dicho, más la determinación de situar ambos aspectos en su contexto histórico. Por ello, un cuantioso número de páginas —prolijo en varias ocasiones— sintetizan la realidad social y política española desde el reinado de Isabel II, con los esperables jalones en la Revolución del 68, los inciertos años de Amadeo de Saboya y la República, la Restauración, la crisis de fin de siglo y la conflictividad social que abrió la pasada centuria. Acerca de todo ese periodo, y aun de tiempos anteriores, desde la guerra contra el francés, escribió Galdós, y a él acude Cánovas Sánchez, al lado de fuentes historiográficas, para su semblanza de época. Cree el autor de esta biografía que la literatura proporciona elementos importantes al estudio histórico y por ello, en la estela de un historiador que defendía este enfoque, José María Jover, dedica buen espacio a detallar el contenido informativo que contienen las obras galdosianas. Este diálogo entre la historia y la literatura supone un atractivo del libro que comento, nada novedoso para un lector que conozca nuestro pasado y los escritos de Galdós, pero sí ilustrativo para quien, lógicamente una mayoría, no los tenga en mente.
En su deseo de hacer un fresco general de Galdós, se detiene también Cánovas Sánchez en aspectos menos conocidos de su personalidad, así su afición a la pintura, que no se le daba nada mal. No olvida la difusión de sus obras, que le obligó a convertirse en editor. Ni asuntos casi privados: las relaciones sentimentales de un pertinaz soltero; la modélica amistad con José María de Pereda y Menéndez Pelayo, adversarios ideológicos, y con Leopoldo Alas, su perseverante propagandista; la vida austera y las necesidades materiales que padeció, conmovedoras en sus últimos años de decadencia física.
También se detiene el biógrafo con toda justicia, pura obligación, en la dimensión política del biografiado. Se pormenorizan las andanzas de Galdós en partidos progresistas, sus candidaturas en varias elecciones, su actividad parlamentaria y su nombre al frente de movimientos sociales. Todo ello conforma la figura de un intelectual comprometido con la causa del progreso y de la democracia, de un luchador por la libertad, de un detractor de la intolerancia y el oscurantismo.
Esta vertiente del personaje se convierte, en buena medida, en la trama argumental del libro. Es el oportuno hilo conductor de una semblanza que hace hincapié en el fundamento cívico que sostiene una amazónica obra literaria: piezas teatrales que, como Electra, se convirtieron en clarinazo colectivo, una generosa labor periodística en gran parte combativa y, lo más conocido, copiosos títulos narrativos (recuerdo, y discúlpeseme la digresión, el comentario en clase de un estudiante sincero: “este hombre escribió él solo más de lo que yo leeré en toda la vida”).
El entusiasta Cánovas Sánchez no evita, según suele ocurrirles a los biógrafos, la hagiografía. Ni tampoco, con alguna frecuencia, meterse a crítico literario, lo cual sobra en su trabajo y le lleva a diagnósticos de amateur. En las páginas finales, a modo de balance, asegura que “la obra galdosiana contiene gran calidad literaria”. Pues hay que advertirle que “contener” calidad literaria no es precisamente el timbre con el que debe marcarse la escritura galdosiana. También afirma que “Benito Pérez Galdós es el mejor escritor español de la España contemporánea”. Fue escritor muy grande, sin duda, un maestro, un autor imprescindible, uno de los pocos nuestros a la altura de los más relevantes extranjeros. Pero, ¿por qué ponerle a competir con otros, como si la literatura fuera una carrera de obstáculos? Y, ¿qué se entiende por «España contemporánea»? Al margen de estas menudencias, el estudio de Francisco Cánovas Sánchez proporciona una satisfactoria guía del escritor canario a quien quiera leerlo con la perspectiva abarcadora de su tiempo y de sus inquietudes. El libro se enriquece, además, con una jugosa galería de atrayentes ilustraciones.
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Autor: Francisco Cánovas Sánchez. Título: Benito Pérez Galdós: Vida, obra y compromiso. Editorial: Alianza. Venta: Amazon y Casa del Libro
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