Imaginen que les llega una frase. Como si fuera una de esas canciones que se le meten a uno en la cabeza todo el día.
Imaginen que son ustedes unas personas obsesivas y que, por tanto, necesitan saber qué va después de esa frase. Y después de la siguiente. Y después. Así, hasta el final de la historia.
Con esta frase, les confieso, comenzó el lío.
La furia del Kolibri no es una novela histórica, pero sí sucede en un momento histórico de gran transcendencia: los años que anteceden y los propios de la II Guerra Mundial en Alemania. Hans, el hombre que entierra con sus propias manos las piezas de un helicóptero en el patio trasero de su casa, es un mecánico de aviación que trabaja en la fábrica de Anton Flettner. El Fl 282 Kolibri es una de las muchas aeronaves desarrolladas en Alemania durante la Guerra. Un pájaro escolta y de observación de gran eficacia en su tiempo.
¿Qué llevaría a un mecánico alemán a enterrar trozos de un helicóptero en su casa?
Durante la escritura de esta novela tuve muy presentes algunas premisas: estábamos ante una ficción, un thriller, si me apuran, con un desenlace inesperado.
El contexto histórico era asimismo fundamental, pero no determinante. La II Guerra Mundial es un periodo fascinante y vertiginoso. Tuve que documentarme afrontando varias áreas: los propios hechos históricos, la vida cotidiana en el Tercer Reich, la tecnología aplicada a la fábrica de Anton Flettner, la resistencia civil al nazismo, y las claves de aeronáutica necesarias para entender el funcionamiento del Kolibri.
No he pretendido elaborar un relato histórico desde el punto de vista académico. Para eso ya están los libros de Historia. Afortunadamente, la bibliografía es inabarcable y tremendamente interesante para los que la estudiamos. Pero sí he procurado ser extremadamente fiel al relato social y político del momento, acercándome lo más posible a la cotidianidad del pueblo alemán durante los años de la guerra, y también al Madrid de los años posteriores.
En el terreno de la aeronáutica tuve algunas conversaciones muy valiosas con miembros de la Fundación Infante Orleans. Ellos me aportaron los primeros documentos sobre los prototipos Kolibri en la fábrica Flettner. Fue emocionante adentrarme en aquellos episodios de análisis de la operatividad del aparato. Hubo momentos en los que me vi a mí misma mezclándome con los pilotos de pruebas, Richard Perlia, o sobre el crucero Drache organizando los primeros test de los prototipos más avanzados.
Tuve varias entrevistas con dos ingenieros aeronáuticos, Carlos Durá, y Jesús Iglesias, que me ayudaron a entender las claves de la aerodinámica, su jerga, el funcionamiento de los helicópteros, y la organización de los talleres de mecánica. Ahora me apasiona, como a ellos, la complejidad y delicadeza de las transmisiones.
Conseguí acceder a vídeos e imágenes emocionantes, sobre los Kolibri y sus test en mar abierto.
Pero lo que más me conmovió, sin duda, fueron los innumerables documentos sobre ciudadanos anónimos alemanes que ofrecieron un tipo de resistencia civil al nazismo.
Encontré ahí la inspiración necesaria para el personaje de Helda, la madre del protagonista. Su valentía y su coraje son una mínima muestra de otros muchos testimonios de resistencia.
La furia del Kolibri es una historia de amor, de ideales, y del fracaso de los mismos. Es, esencialmente, una historia de redención a contrarreloj. Un hombre encamado, disperso en sus pensamientos, necesita pedir perdón. ¿Por qué? ¿Qué hizo? ¿Qué tipo de hombre ha sido él, realmente?
Habrá que mirar hacia arriba, e intentar cazar al Kolibri. Porque la tierra, en ocasiones, nos miente y esconde mucho más de lo que aparenta.
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Autora: Cristina Redondo. Título: La furia del Kolibri. Editorial: Tres Hermanas. Venta: Todostuslibros y Amazon
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