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Aritmética familiar: Elogio de la libertad

Aritmética familiar: Elogio de la libertad

La directora del Instituto Cervantes de los Países Bajos, Pilar Tena, escribe en Zenda acerca de su obra Aritmética familiar, publicada por Tres Hermanas.

Cuentos (¿infantiles?), relatos (cursi), historias cortas (quizá), historias breves (no). No termino de sentirme cómoda con ninguna palabra para describir el género. Short stories es perfecto, pero utilizar ese término sería de un esnobismo imperdonable.

En cualquier caso… ¿qué dice un libro de cuentos de su autor? Quizá mucho más que una novela. La novela exige una concentración en una sola historia, una construcción compleja, que dura años y supone un esfuerzo ímprobo de seguir una trama, siempre con la espada de Damocles de la inconsistencia colgando sobre nuestro cuello, atada por una frágil hebra de crin de caballo.

"En marzo pasó lo que pasó, y mi cabeza literaria se detuvo. Demasiado que hacer para que la maquinaria profesional no colapsara: aún desconcertados, había que trabajar y hacerlo bien"

Pero un libro de historias cortas simboliza la libertad. Que al mismo tiempo —es lo que tiene la libertad— supone un gran riesgo, pues marca una geografía del alma de su autor, de las colinas de su corazón, sus sistemas montañosos y sus costas frías o templadas. Las veinte y tantas historias de Aritmética familiar podrían ser una recopilación de cuentas, el cuaderno de matemáticas de un niño, en el que él mismo ha podido elegir las operaciones que incluye.

Cuando llegó, como si nada, 2020, rondaba mi cabeza el argumento de una compleja novela. Un tema, una etapa de mi vida, que por fin, con la perspectiva de mas de dos décadas, había llegado el momento de abordar. Una época intensa, que me marcó profundamente, cuyo recuerdo, ya “fermentado” (Juan Cruz dixit), y con unos añadidos dramáticos que el escenario facilitaba, podía generar una novela de peso. Tenía ya unas notas en un documento de Word, unas páginas desordenadas —mi estilo, qué le vamos a hacer— en las que aparecían escenas concretas, personajes reales y otros de ficción que sustentarían la historia, ideas para el desarrollo de la trama.

En marzo pasó lo que pasó, y mi cabeza literaria se detuvo. Demasiado que hacer para que la maquinaria profesional no colapsara: aún desconcertados, había que trabajar y hacerlo bien. La incredulidad, la incertidumbre, el horror… La actualidad se imponía y era inconcebible sentarse los fines de semana y desconectar para irse tecleando al Nueva York de los años 90. Por fin, a varios meses de yermo creativo siguió una necesidad de escribir, aprovechando ratos de soledad y aislamiento. Y lo que salía era rotundo, profundo, íntimo.

"Yo creo sin embargo que la belleza de este género está en la libertad que da al autor, y que un buen relato puede quedar inconcluso"

Los cuentos de este libro son, sí, intimistas. En algunos de ellos, no todos, hay algo de mi vida, pero en los que lo hay está tan lejos ese punto de inspiración que poco tienen que ver ya con la realidad. Nadie deberá buscar en ellos un relato de algo que pasó, en absoluto, aunque no sepa cuánto hay de realidad y qué porción es pura fantasía, mera “literatura”. Sin embargo, sí, dejan algo, negro sobre blanco, de mi insignificante paso por el mundo. Hay personajes que se parecen mucho a mis padres, a mis hermanos, que se parecen a mí. Pero ninguna historia pretende contar exactamente algo que pasó.

He leído alguna vez que una buena historia corta es redonda, que debe cerrarse bien, rematarse. Yo creo sin embargo que la belleza de este género está en la libertad que da al autor, y que un buen relato puede quedar inconcluso, ser solo una pincelada, una escena, un latigazo. El autor, en la construcción de su peculiar sistema aritmético, puede hacer lo que quiera: el relato es —para mí— libertad pura, y permite al autor escapar de los corsés de la construcción larga de una novela.

"Por eso no hay nada objetivo, no hay culpas, no hay traiciones, no hay nada. Casi nada importa"

«Otro libro de historias en torno a la familia», dirán algunos, «vaya rollo». Pues sí, pero ¿qué somos si no? Incluso los que hayan construido su vida alejada de su familia tendrán de alguna forma una dependencia insuperable de ella, por afinidad o por rechazo. Siempre existe, en cierto modo, la necesidad de saldar cuentas al menos con alguno de nuestros familiares: hallar la diferencia existente entre las sumas del debe y las sumas del haber, hacer balance, explicarse qué, por qué. Qué sentimos, qué fue aquello que nos marcó la piel y el alma, como un sello de ganadería de hierro candente, para siempre, y nos acompañará hasta la tumba.

En el proceso hay mucho de ejercicio de humildad: uno pone un filtro que es inevitablemente el suyo, y se da cuenta, por poco inteligente que sea, de que ese filtro, esa particular fermentación, la hace cada uno, dentro de sí mismo, y que la realidad de lo que fue, de lo que pasó, ya no es tan importante, que es solo nuestra particular mirada la que define lo que nos acompañará hasta la tumba. Por eso no hay nada objetivo, no hay culpas, no hay traiciones, no hay nada. Casi nada importa. Solo está el presente, quienes somos ahora y quienes seremos en el recuerdo de los demás.

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Autora: Pilar Tena. Título: Aritmética familiar. Editorial: Tres Hermanas. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Elena
Elena
2 años hace

Las familias el germen de todo, como no va a interesar y cada una como las personas a su manera. Los apegos.