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Arrepentimientos, de Andrea Mayo

Arrepentimientos, de Andrea Mayo

Andrea Mayo es uno de los heterónimos de Flavia Company, la escritora argentino-española que decidió dejar de firmar sus libros con su auténtico nombre para, así, ganar libertad creativa. Ahora publica el libro de relatos Arrepentimientos, con el que pretende sacar a la luz las cosas que solemos ocultar.

En Zenda reproducimos el arranque del cuento Último te con Eleanor, incluido en Arrepentimientos (Navona), de Flavia Company.

***

Esta es la típica crónica en que unos documentos antiguos revelan un secreto. Si fuese yo escritora de ficción, trataría el material de un modo distinto y construiría una estructura narrativa que permitiera, quizás, alterar algunos elementos para, por ejemplo, tergiversarlos y darles un toque más original o más personal. Pero haberme convertido en redactora de sucesos conlleva ciertas características que no puedo sortear. Sí puedo sortear en cambio otros obstáculos gracias a la posesión del carnet de prensa internacional, acreditación que me enorgullece pues me incluye como miembro de derecho en uno de los colectivos más comprometidos con la verdad, al menos en tiempos pasados, de los que en el mundo existen o han existido o incluso existirán.

A las 8:35 del día 3 de noviembre, Andrea Mayo (o sea yo, pero a partir de ahora ella) fue recibida en el vestíbulo de la Casa Blanca con las medidas de seguridad previstas para tales ocasiones. Hay que decir que la Mayo había pedido el permiso con años de antelación. Había visto una película en la que aparecían los pasadizos secretos del edificio presidencial y quería recorrerlos con la voluntad de incluir algunos comentarios al respecto en su ensayo titulado El poder detrás del poder. Entre otras cuestiones, quería aclarar la polémica sobre la fecha de la construcción de los corredores, que se atribuía por lo general a Truman, quien, sin embargo, no había hecho más que agrandar, mejorar y reformar los que había mandado construir el cuatro veces electo presidente Roosevelt a instancias de su esposa, quien se sentía vulnerable desde que su insigne marido se enamorara de su insignificante secretaria, la de ella, y decidiera relegar a Eleanor al ostracismo, extremo que ella manejó con considerable habilidad. No en vano la historia le atribuye frases como la siguiente, «El ayer es historia, el mañana un misterio, el día de hoy es un regalo, por eso lo llaman “presente”», en la que la primera dama demuestra haber comprendido la fragilidad de cualquier estado o situación.

A las 9:50 de esa misma mañana, Andrea Mayo recorría perpleja lo que no había visto en la película, por supuesto, y lo que tampoco había imaginado, con la suerte además de estar acompañada de sólo otros siete periodistas de nacionalidades distintas a la suya, quienes no mostraban interés por aquella zona ya que, sobre todo, habían pedido vez para visitar el famosísimo despacho oval. Esa obsesión de los otros por aquella sala fue la que permitió a la Mayo rezagarse y recular unos pasos, apenas dos o tres, los suficientes para comprobar que era cierto que había visto, entre otros volúmenes, las primeras ediciones de The Autobiography of Alice B. Toklas y de Ladies Almanack showing their Signs and their Tides; their Moons and their Changes; the Seasons as it is with them; their Eclipses and Equinoxes; as well as a full Record of diurnal and nocturnal Distempers. Written & illustrated by a lady of fashion, que por supuesto, aunque se contuvo, estuvo tentada de sustraer y apropiarse, y que era cierto también que había visto sobresalir de entre ellos unos papeles amarillentos que llamaron su atención de esa forma poderosa en que lo hace todo aquello que debe suceder para que se instaure en el universo una justicia poética para la que nadie jamás ha encontrado explicación pero que sin duda permite que el mundo no se destruya a sí mismo. Nadie estaba pendiente de ella, ninguna cámara enfocaba hacia aquel rincón, su cerebro reclamó al cuerpo toda posible concentración para idear la mejor estratagema, que se manifestó en forma de aparente pero efectivo tropiezo, mano que se apoya en estantería, carpeta en que iba tomando notas que cae al suelo, bajada de torso para recogerla y, en el camino, arrastrar esas hojas apretadas entre los libros, recuperación inmediata de la verticalidad, ya los documentos mezclados con sus apuntes, justo en el momento en que el guía había retrocedido hasta donde ella estaba y, con un sonrisa forzada que procuraba excusarla por su escandalosa torpeza, la ayudaba a recomponerse mientras pasaba revista para corroborar que todo hubiese quedado tal como estaba, cosa que en su opinión al parecer había sucedido puesto que la visita siguió adelante, camino del lugar estrella mientras el corazón de la Mayo latía con una descomunal velocidad comparable quizás al aleteo casi invisible de un colibrí.

A las 10:10, reunidos en el despacho oval, los ocho afortunados periodistas recibían las explicaciones del guía, una especie de apología del sistema político estadounidense, la seguridad nacional, la larga lista de cuarenta y cuatro presidentes desde George Washington, una lista en la que no había ninguna mujer; cómo era posible que a alguien se le ocurriera hablar de igualdad en el mundo, de restablecimiento de la justicia, de respeto, cómo era posible que algunas mujeres siguieran creyendo que los varones eran sus compañeros, es decir, que los padres estaban dispuestos a defenderlas de sí mismos, que los maridos estaban dispuestos a defenderlas de sí mismos, que los hijos estaban dispuestos a defenderlas de sí mismos, cómo podía ser que lo creyeran un año tras otro y un lustro tras otro y una década tras otra y un siglo tras otro, cómo podían creer que las cosas iban a cambiar o que habían cambiado, cómo podían creerlo en un mundo en que a la primera mujer de la historia bíblica se la había hecho virgen para que sólo desde dentro pudiera desvirgársela, del único modo en que el macho puede aceptarlo, es decir, concibiéndolo a él. Andrea Mayo agitó la cabeza de lado a lado y esquivó como pudo una náusea intelectual de lo más inoportuna. Se dio cuenta entonces de que los estaban despidiendo, las puertas abiertas, cabezas que se inclinan, manos que se estrechan, pasillo por delante, propaganda acabada, mañana ocho más.

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Autora: Andrea Mayo (Flavia Company). Título: Arrepentimientos. Editorial: Navona. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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