Con el título de Poesías escogidas, en la colección Biblioteca de Estudios Literarios Hispánicos de la Universidad de Jaén ha visto la luz una antología poética de Lope de Vega que se aparta marcadamente de algunos de los convencionalismos que suelen conllevar otras ediciones conteniendo poemas del tan famoso escritor del llamado Siglo de Oro de la literatura española. La novedad prioritaria radica en que en este extenso corpus de versos no solo se procuró poner al alcance de los lectores en general, y aun de los más entendidos en particular, unas muestras de los diversos estilos, géneros y subgéneros cultivados por el madrileño, sino que un énfasis especial se puso en que las composiciones seleccionadas no se limitasen a las más consabidas, sino que incluyesen otras menos habituales. Asimismo se procuró tener muy en cuenta que los poemas no se circunscribiesen sobre todo a los que pudiéramos denominar exentos o bien a los insertos en obras dramáticas, sino que perteneciesen igualmente a los que están incluidos en las de carácter narrativo y en prosa, y no limitándolas a unas cuantas creaciones de las más renombradas de este género.
Abre el tomo Poesías escogidas un preliminar donde nada sobra ni nada falta, en virtud de un relato conciso y de gran precisión que se circunscribe a la tan varia como compleja biografía del Fénix, llena de avatares y fortunas muchas veces en contrapunto, así como a la ponderación matizada de sus obras principales. Sigue luego una erudita presentación de todos y de cada uno de los textos, abundando en las distintas peculiaridades que los distinguen por razones diversas. Después de un cumplido listado de las obras citadas que resulta una suerte de puesta al día indirecta de lo más fundamental de lo escrito y editado sobre Lope de Vega, se reproducen los textos escogidos. Van provistos de notas pie de página, y añadiéndose todavía al final del elenco otras anotaciones pertinentes que complementan, y sin duda enriquecen, las antedichas.
En contextos tan atrabiliarios como los actuales, en los que se ha pronosticado que la lectura de los clásicos atraviesa ya por unas dificultades societarias de pelajes dispares que pueden agravarse por la supremacía digital, ocurre que las referidas explicaciones de Antonio Sánchez Jiménez podrían contribuir tal vez a conjurar en no poca medida ese hándicap. Tan pernicioso inconveniente como el remarcado es cierto que acaso no afecta tanto a las comedias de Lope de Vega que con notorio éxito de público se escenifican en teatros y otras plataformas, y tanto las más consagradas, así la palatina El perro del hortelano, como otras que se descubren (recordemos La francesa Laura, editada críticamente en 2023 por Germán Vega y Álvaro Cuéllar), se rescatan y se ponen en valor por entusiastas y meritorias compañías. Tampoco a noticias sobrevenidas acerca del autor que aparecen en los medios de difusión, porque suelen recibirse con el condigno interés que despierta ese genio de las letras universales, pero sí podría afectar, por ejemplo, a colecciones de sus poemas.
Muchos de ellos, ciertamente, demandan comentarios clarificadores para apreciarlos en sus niveles lingüísticos y estéticos, y en un contexto tan distinto al del momento presente. También a veces los requieren para seguir el hilo del discurso, o para entender redundancias de erótica celosa, ciertamente nunca plúmbeas en Lope de Vega, o para ayudar a distanciarse uno de prejuicios retroactivos y descontextualizados en las relaciones entre hombre y mujer, y entre culturas y etnias diversas, y por supuesto para admirar las tan contrastadas maestrías de las prácticas literarias de Lope de Vega. La antología tiene la virtud, entre otras, de que a lo largo de un considerable número de páginas que se aproxima a las quinientas, nos provee de un gran aporte de datos muy atinados y seguros que se destinan a los lectores interesados en general, a los estudiantes de literatura, a los filólogos de carrera, e incluso en no escasas oportunidades a los más conspicuos lopistas.
Comienza la selección de poemas con una serie de vibrantes romances de juventud y continúa con los extraídos de obras que han de citarse necesariamente para tener idea del amplio espectro de las concernidas en la antología. Se van sucediendo, por tanto, textos espigados en creaciones que van desde La Arcadia, de 1581, hasta La Vega del Parnaso, aparecida con carácter póstumo en 1637. Entre ambos momentos cronológicos se han puesto a nuestro alcance composiciones memorables que se hallan en sendas publicaciones de 1604, así en Las Rimas, con los sonetos de los “mansos”, y en la novela bizantina El peregrino en su patria. De la década segunda del XVII son ya los versos de Pastores de Belén (1612) y los de las Rimas sacras, libro que data del año en el que Lope de Vega entró en el orden sacerdotal, y donde leemos el impactante soneto “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?” y la tan emotiva canción elegíaca “A la muerte de Carlos Félix”, hijo entrañable del escritor.
Pertenecen a la tercera década los poemas incluidos en La Filomena (1621), entre ellos la epístola de “Belardo a Amarilis”, en respuesta a una epístola recibida de una poetisa peruana que se ocultaba bajo ese nombre. También los que insertó en La Circe (1624) y en Triunfos divinos (1625). Corresponden a la cuarta, la de los años treinta, los de Laurel de Apolo (1630), de A Claudio (1631), y de La Dorotea (1632), novela donde nos reencontramos con hitos como “A mis soledades voy” y “Pobre barquilla mía”. Finalmente accedemos a las composiciones provenientes de Huerto deshecho (1633) y de las palinódicas Rimas humanas y divinas del Licenciado Tomé de Burguillos (1634).
Sánchez Jiménez ha situado en la parte última del florilegio una selección de textos espigados en la obra dramática lopeveguiana, muchos de ellos de enfervorizado aprecio por poetas españoles del siglo XX, Rafael Alberti y Miguel Hernández entre ellos. La muestra comienza con algunos de los agrupados en una pieza de 1602, El caballero de Illescas. En otras obras destinadas a las tablas leemos textos villanescos de tanto predicamento como el bien conocido “Trébole, ¡ay, Jesús!, como güele”, de Peribáñez y el Comendador de Ocaña, y el emblemático y habilidoso “Un soneto me manda hacer Violante”, inserto en la comedia La niña de plata. Aprecio en especial el último de los textos de la antología, las seguidillas insertas en una pieza fechable en cualquiera de los dos lustros posteriores a 1624, la titulada Amar, servir y esperar, y cuyas estrofas uno y tres dicen, mágicamente, así:
Vienen de Sanlúcar
rompiendo el agua
a la Torre del Oro
barcos de plata.……………….
Barcos enramados
van a Trïana;
el primero de todos
me lleva el alma. (439)
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Autor: Lope de Vega. Título: Poesías escogidas. Editorial: Universidad de Jaén. Venta: Todos tus libros.
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