XL Semanal ha citado este jueves al académico y novelista Arturo Pérez-Reverte a una charla con Fernando Goitia, jefe de sección de la revista, para celebrar el Día del Libro, un diálogo sobre la importancia de las bibliotecas en la vida y la obra de un narrador que se define como cazador de libros desde los tiempos en que vivía aventuras a bordo de álbumes de Tintín o de novelas como Los tres mosqueteros.
Esta es la crónica de esa conversación que se ha podido seguir en directo por la página web de XL Semanal.
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Un trágico suceso ocurrido esta semana, el incendio de la Biblioteca de Ciudad del Cabo —que afectó a varios edificios y destruyó libros antiguos y manuscritos de gran valor—, fue el punto de partida de esta conversación: «Destruir libros significa destruir memoria. Cuando desaparecen le están cortando senderos a la humanidad. He visto arder libros, y es una gran desolación«, afirmó Pérez-Reverte.
Goitia señaló que «la paradoja del incendio de la biblioteca de Sarajevo es que el que la ordenó era un profesor especializado en Shakespeare y que Radovan Karadžić además de psiquiatra era poeta«, a lo que Pérez-Reverte respondió: «En Sarajevo no solamente incendiaron la biblioteca: no querían que se apagara. Por eso tenían francotiradores. Fue uno de los días más tristes de mi vida como reportero. Vi más libros arder en los Balcanes; el enemigo quiere borrar la memoria. Se cree por error que la barbarie no es algo propio de la gente culta como Karadžić«. El periodista de XL Semanal aprovechó ese momento para citar la famosa frase de Ray Bradbury (Fahrenheit 451): «Hay peores cosas que quemar libros: no leerlos». Y el académico le recordó: «El fanático de un solo libro es el elemento más peligroso de la humanidad. Porque el suyo excluye a todos los demás«.
La charla cambió de registro, y de los libros quemados pasó a los recuerdos de la infancia del escritor para conocer cómo influyeron en su educación: «Yo tenía dos bibliotecas: la de la familia paterna —llena de clásicos— y materna —mucho más moderna, con novelas de Agatha Christie, Raymond Chandler, Joseph Conrad…—. Fui un lector muy voraz. Cuando trabajé de reportero y vi al ser humano haciendo lo bueno y lo malo el mismo día, el haber leído me permitió comprender ese mundo cruel y brutal«.
Pérez-Reverte continuó comentando cómo se sirvió de los libros en los momentos más duros de su profesión periodística: «La lectura como analgésico para diluir el horror siempre me fue muy útil. Era evasión y también interpretación. Los libros que más he llevado en la mochila fueron la Odisea y la Ilíada. Yo veía por la mañana escenas de guerra en Beirut que acababa de leer la noche anterior«.
El autor de Falcó volvió a su niñez: «El día de mi Primera Comunión, en los Maristas, con el misal forrado en nácar, mi madre solo pidió libros. Me encontré con una biblioteca propia a los 9 años. Estoy intentando reconstruir mi biblioteca buscando ediciones iguales de otros libros que tuve y que se perdieron«. Ese afán por buscar libros sigue presente: «Yo soy un cazador de libros. El instinto de caza al ir a la Cuesta de Moyano —por 15 euros te llevas un montón de ejemplares estupendos—, a las librerías de viejo en Nápoles o en París, hace que te tiemblen los dedos no vaya ser que alguien coja antes que tú la pieza que has descubierto. No soy coleccionista ni bibliófilo, soy un lector que ama mucho los libros. De pequeño nadie me recomendó libros, me los compraban«.
No hay libros malos para Arturo Pérez-Reverte: «Hasta los libros malos tienen algo bueno, lo decía Cervantes. Un lector lee un mal libro de historia, y aunque sea malo, éste invita al lector a buscar otro. Todo libro abre la puerta al lector a otros. Es una cadena maravillosa llena de azares sin reglas. Ese recorrido puede empezar por una novela del oeste. No hay que despreciar. La literatura es un territorio inmenso donde el lector entra como un pirata en un barco y se lleva lo que quiere«. A raíz de este comentario sobre la calidad de los libros, el académico puntualizó: «A un autor que empieza hay que apoyarlo siempre. Zenda salió para eso, porque no hay autores buenos ni malos: todo el mundo tiene cabida en este territorio«.
Fernando Goitia preguntó al autor de Territorio comanche si la literatura puede ser el antídoto contra la ignorancia: «Aunque sea para combatir al enemigo necesitas conocerlo. Yo en un artículo de XL Semanal decía que había que leer el Mein Kampf (Mi lucha) —la obra de Adolf Hitler—. Si los alemanes lo hubieran hecho no habría pasado lo que pasó. El ser humano ahora hace lo que hace sin conocer al sujeto de su odio y de su amor. Eso se soluciona leyendo«. La conversación derivó hacia la última obra del escritor, Línea de fuego, ambientada en la Guerra Civil Española, Pérez-Reverte relató cómo fue el proceso de documentación: «Hay una parte sacada de mi biblioteca, de los libros que tengo de la Guerra Civil. Luego están los recuerdos de mi familia, que hizo la guerra, testimonios directos de los dos bandos. Y por último, mi experiencia: yo he estado en dieciocho guerras, siete de las cuales fueron guerras civiles. Estas tres fueron las partes para construir Línea de fuego. La guerra tiene una serie de reglas geométricas que tienen que ver con lo que es el mundo, la naturaleza, el cosmos… Asomarte a ese horror, a esa violencia, la luz, la sombra, la vida, la muerte, cuando tienes una cierta formación es muy interesante, horrores aparte, que te acompañan siempre«.
Pérez-Reverte tenía claro cuál era el objetivo al escribir esta novela: «Yo quería que al lector a las treinta páginas le importase un bledo si el personaje era republicano o nacional. Yo quería contar la guerra de los combatientes. Es la única novela que he escrito para responder a una situación exterior«.
La charla llegaba a su fin. Fernando Goitia se centró primero en el Pérez-Reverte escritor: «Yo soy un escritor accidental. Nunca quise ser escritor. Quería viajar por el mundo, conocer chicas guapas, meterme en peleas… Y lo hice durante 21 años. Volví de una guerra que me dejó un poco raro y decidí escribir. No tenía intención de publicarla. Y entre guerra y guerra seguí haciéndolo hasta el best seller internacional que fue La tabla de Flandes. Fue una salida, un futuro. A partir de El club Dumas me lo planteé de una forma profesional. Yo no soy un artista. A mí la musa no me visita, yo salgo a trabajar cada día«. Terminó Goitia la conversación interrogando al escritor por el primer libro que le marcó: «Los tres mosqueteros. Era el libro mítico de mi familia. Hacíamos una especie de Trivial sobre él. Es el primer libro con el que me asomé a la amistad, a la lealtad. Yo vibré como lector, me sentí D’Artagnan. Ese libro fue el primero que me dejó una huella, como lector y como ser humano«.
Vídeo de la charla La Biblioteca de un escritor con Arturo Pérez-Reverte
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