Naturalista y a la vez mitológica, As bestas se erige como una brillante película capaz de reinterpretar un género, esta vez el western, en clave de drama realista netamente español. Rodrigo Sorogoyen, con su historia gallega de la España negra, realiza una película probablemente casi redonda y, con toda seguridad, una de las más ambiciosas del 2022 del cine español, de la que se oirá hablar (debería oírse hablar) en los Goya.
Construida en base a anécdotas vecinales de las que Sorogoyen extrae hasta la última gota de tensión narrativa, As bestas es, además, una película con una buena y húmeda atmósfera que rinde trágica pleitesía a la dureza física e intelectual del trabajo en el campo, sin romanticismos, y también una pieza de un romanticismo de gran magnitud gracias al trabajo de unos extraordinarios Denis Ménochet y Marina Foïs. El abandono de la España vacía, la presión de los movimientos macroeconómicos (esos molinos que pueden ser una maldición y una oportunidad) y otras consideraciones sociales quedan reflejadas en clave de cine de género y drama rural sin contemplaciones.
El conflicto de tierras que, al fin y al cabo, alimenta el rencor en la película, y el abandono de la España vaciada se presentan ante el espectador a fuego lento, sin que Sorogoyen parezca intervenir en ese imposible cóctel de idealismo, pobreza, amor y fatalismo que sin embargo va graduando con mano invisible y letal. Existen escenas de diálogo fulminantes, como la mantenida en el bar por Luis Zahera y Denis Ménochet y la posterior con Marina Föis y Marie Colomb, que interpreta a la hija del matrimonio. Las sensaciones de western reinterpretado geográfica y temáticamente están presentes desde el principio en un filme donde caben varios puntos de vista y que se convierte, quizá, en la mejor película de su director.
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