Entre las muchas aportaciones de la última década al thriller español, la mirada cruenta al ser humano del sevillano Miguel Ángel Vivas pasa por ser una de las más contundentes. Con un fuerte énfasis en la puesta en escena y el trabajo de cámara, películas como Secuestrados, Tu hijo e incluso exploraciones del panorama internacional como Extinction y el desconocido remake de Al interior han ido configurando una mirada al thriller que, en sus distintas variantes, siempre está caracterizada por el dominio de los tiempos y la puesta en escena.
Ese brutalismo, que implica a la vez un alto grado de refinamiento técnico, no se traduce solo en energía visual sino que se traslada también a su mensaje. El cine de Vivas siempre ha sido un descenso a las cloacas del alma, de modo que no hay por qué ofenderse por ello. Asedio quiere ser una experiencia física y moral extenuante y degradante, y Vivas preña su película de rostros goyescos, sadismo y tensión, con pleno dominio del espacio y el sonido como recursos cinematográficos. Apenas hay un personaje que merezca la confianza y el apoyo del espectador, al menos en su primer tercio, en una película satisfecha de quitar asideros al espectador.
Tanto es así que el guion tiene que seguir al realizador, y por el camino se perpetúan estereotipos sobre la pobreza y la Policía. Esto es opinable, pero la película se gana el derecho a hacerlo como la experiencia física, nihilista y terrible, un cine inmediato y de situación que pide posicionarse, a favor o en contra, pero que incuestionablemente mira desde el retrovisor a otro cine comercial más conformista.
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