Cada vez que Blas Ruiz Grau da por terminado un blog en Zenda siento un vacío. Afortunadamente, se llena al poco tiempo porque su bitácora llega refundida, completada y mejorada en formato de libro. Con Asesinos en serio sabía que ocurriría lo mismo, desde el mismo instante en que recibí su correo con el texto donde contaba las miserias y atrocidades de Ed Gein.
Blas es de esos escritores que no sale de excursión sin su mapa. Pero no es un mapa cualquiera. En él están detallados el principio y el final, las paradas intermedias y hasta el más mínimo detalle. No hay curva, sendero o claro en el bosque que no esté señalado por anticipado en su hoja de ruta.
Con su estilo marquetiniano, claro y directo —un diálogo constante con sus lectores—, ha conseguido una legión de incondicionales que le siguen en redes sociales y devoran sus publicaciones. Conseguir un trending topic no es sencillo, pero Blas lo obtuvo casi sin despeinarse con #AsesinosEnSerio. ¿Cómo lo logró? Teniendo una audiencia a la que el autor de No mentirás alimenta con glotonería en cada nueva entrega, ya sea novela, relato o post en Zenda. Blas es un destacado miembro de ese club de escritores convertidos en intrépidos Leónidas en Twitter, Facebook e Instagram para defender sus obras. Autores en busca de lectores, que se mueven en las redes con acierto y notable éxito como Gómez-Jurado, Gellida o Gamboa,.
El libro Asesinos en serio es la adaptación al papel del blog que, como comentaba, arrancó con los asesinatos de Ed Gein y terminó con los de otro perturbado de manual: Ted Bundy. Uno de los asesinos más famosos de la historia. Un psicópata típico: persuasivo, mentiroso, embaucador, irascible, frío, manipulador, sin empatía por los demás. Después de leer el relato de Blas se me quedó grabada una escena. La noche anterior a su ejecución —querido lector, no consideres esto como un spoiler o un destripe, que diría Rogorn— la pasó con su madre, que seguía creyendo «a pies juntillas» en la inocencia de su querido vástago. Fue este quien le sacó de su error contándole todos sus crímenes de forma pormenorizada. Y es esto último lo que más me gusta del blog de Blas, cómo consigue crear en cada historia un momento que se te queda grabado, una escena que da comienzo a una película en tu cabeza. También me ocurrió con Chikatilo —el carnicero de Rostov—, cuando Blas nos cuenta cómo después de matar a su primera niña consigue librarse de la policía por su aspecto sumiso y timorato, lo que le permitió volver a sacar al poco tiempo a la bestia que llevaba dentro: asesinar de nuevo, y comerse los pezones de su víctima.
Entre medias, Blas nos metió el miedo en el cuerpo con los horribles crímenes de Ed Kemper —sus conversaciones con Robert Ressler fueron fundamentales para las investigaciones sobre los psicópatas—, Jeffrey Dahmer —el temible «carnicero de Milwaukee»— o el terrorífico Moses Sithole —el contrapunto a tanto asesino blanco caucásico—. También incluyó en su terrorífica lista a dos mujeres, Isabel Báthory —la condesa sangrienta— y Aileen Wuornos —a quien Charlize Theron interpretó de forma brillante en la película Monster—. Un recorrido por la vida y la obra de los más sanguinarios psicópatas de la historia. Un tour por lo peor del ser humano.
En el libro, además de los asesinos en serie que te acabo de mencionar, te vas a encontrar también con uno de mis preferidos, Zodiac —un siniestro criminal que nunca fue descubierto—; con Harold Shipman —el poseedor del asqueroso récord de asesinatos: puede que sus víctimas fuesen más de 600—; y con El arropiero —el «Spanish Psycho» por excelencia—.
Un gran acierto de Asesinos en serio es incluir también en esta obra a uno de los personajes más siniestros y desconcertantes de finales del siglo XX, Unabomber. La historia de Theodore Kaczynski, un freak superdotado convertido en peligroso terrorista, es fascinante si no fuera por las tres víctimas mortales y los múltiples heridos que dejaron sus envíos de explosivos.
El blog, el libro, nacen de una premisa más que interesante: ¿el psicópata nace o se hace? Esta es una pregunta presente en una de las mejores series de los últimos años, Mindhunter, ficción basada en el libro homónimo de John Edward Douglas, biblia de los amantes de los asesinatos escabrosos y reconocido tratado de la psicología criminal. A raíz de esa pregunta, me viene a la memoria un programa de radio que escuché hace unos años. En él Leontxo García —el gran periodista de ajedrez de nuestro país, y un comunicador excelente— hablaba sobre los problemas psicológicos del gran genio del tablero, Bobby Fischer. Junto a Leontxo conversaba un médico —creo recordar que era el jefe del Departamento de Psiquiatría de Burgos—. Este último, hablando de los trastornos mentales, hacía una clara diferenciación entre la parte adquirida, vía genética, y la que se potencia por la influencia ambiental. En otra familia y con otra educación, ¿habríamos tenido un campeón del mundo de ajedrez mesurado y cabal? Seguramente no del todo, pero la conclusión que saqué de esa charla radiofónica es que la educación seguramente no sirva para erradicar o evitar que se manifiesten esos problemas mentales —en los casos que nos ocupan de forma violenta—, pero sí para atenuarlos y reconducirlos.
Desde la adolescencia he consumido historias de psicópatas. El American Psycho de Brest Easton Ellis me provocó una adicción enfermiza; me vi hasta la saciedad El silencio de los corderos; y en el camino aparecieron otros lunáticos que, en muchas ocasiones, me atraían y repugnaban a partes iguales como los inclasificables Henry y Otis (Henry, retrato de un asesino), el terrible vampiro de Düsseldorf, el sorprendente Abel (Las horas del día) o el brutal Jean-Baptiste Grenouille (El perfume). ¿Por qué sentimos esa fascinación por los asesinos en serie? ¿Por qué estamos ávidos de historias de psicópatas? Quizás porque el mal, aunque el pusilánime de Rousseau nos quiso contar otra milonga, habita dentro de nosotros. Escondido, pero acechante, dispuesto a salir de cacería cuando se dan las condiciones para ello: abusos en la infancia, violencia familiar, la «Tríada de McDonald» (piromanía, maltrato animal y enuresis —orinarse en la cama—), acoso en el colegio…
Todavía quedan unos cuantos artículos de su última aventura, Crímenes sin resolver, pero estoy convencido de que ya está cocinando a fuego lento su nuevo desafío. Espero que de nuevo los protagonistas sean malos, pero que muy malos; los peores.
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Autor: Blas Ruiz Grau. Título: Asesinos en serio. Editorial: Oberon. Venta: Amazon
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