Le insisto mucho a mis amigas sobre el suplicio en el que viven los hombres: es el deseo. Como está mal visto identificar pulsiones distintas en hombres y en mujeres, no acaban de creerme. A fin de cuentas, todos deseamos y todas nos calentamos y también hay en la calle innumerables tíos buenos. Sin embargo, no conozco ningún caso en el que una mujer deje marido e hijos por un chico veinte años más joven que ella, con el que no tiene nada en común y que sólo le atrae físicamente. Los hombres hacen cosas muy locas sólo porque una chica es guapa.
Datos de Tinder nos han iluminado sobre la diferencia deseante entre hombres y mujeres. A ellos les gusta el 60% de las mujeres; a ellas, el 5% de los hombres.
Así, después de las risas y las mofas hacia los incels, debemos reconocer que los depredadores sexuales se dan mayoritariamente entre los hombres que sí gustan a las mujeres. Es ahí, amigos, donde debemos detenernos.
Cuando publique Tía buena (Círculo de Tiza), algunas lectoras me preguntaron por qué no hablaba también de los “tíos buenos”. Ahora que lo he pensado, puedo afirmar que la contraparte de la “tía buena” no es el “tío bueno”, sino (valga) el “fucker”. Y este hombre muchas veces no tendrá un gran atractivo físico, pero siempre será un hombre de éxito.
Todos los nombres que aparecen estos días en titulares y mentideros sobre abusos coinciden en una cosa: son nombres de varones con bastante éxito.
De nuevo, suena incorrecto, pero lo cierto y empírico es que basta con que un hombre cualquiera dé un gran paso hacia arriba en la sociedad para que miles de mujeres se sientan atraídas por él. Noten el vértigo: de ser un hombre común, con sus novias pausadas y sus aventurillas puntuales, pasas a sentir sobre ti la mirada aprobatoria de cientos, miles de mujeres. Y decenas de esas mujeres te gustan.
Lo natural es que a un hombre las mujeres le lleguen de una en una; cuando esta dosificación se desborda, asoman los problemas.
Cantantes, actores, políticos; escritores, influencers, deportistas; todos, llegado el éxito, viven una transformación arriesgada. De pronto, es facilísimo acostarse con chicas. Muchos, sin duda, lo aprovechan, se acostumbran a ello. Reconocen patrones, dan por sentado su capital erótico.
Imaginen que tu oficio te hace muy famoso de la noche a la mañana y vas a un restaurante. Al ir a pagar la cuenta, el dueño te informa de que te invita, porque eres famoso, y te admira. Al día siguiente vas a otro restaurante, y sucede lo mismo: no tienes que pagar. Durante semanas, nadie te cobra. Así, acabas entrando en un restaurante sabiendo que eres Fulano de Tal y que el dueño no te va a pasar la cuenta.
Sin embargo, un día un camarero te trae la cuenta y saca el datáfono. «¿Está loco?», piensas. «Soy el puto Fulano de Tal, vengo a tu restaurante de mierda a comer, te doy glamour y fama, y ¿me vas a cobrar?». Entonces te vas sin pagar. Te denuncian. ¿Me denuncian? ¿Por qué me denuncian? Yo no pago en restaurantes, lo sabe todo el mundo.
Algo de este proceso de enajenación narcisista sucede con las relaciones sexuales. Un Errejón, un Depardieu, un Diddy (cada uno en su nivel, claro), se acuestan con tantas mujeres que ya no comprenden que alguna no quiera acostarse con ellos. Basta con que se repita un patrón para perder el norte: si una actriz guapísima te escribe un mensaje por Instagram es que quiere acostarse contigo. Te ha sucedido otras veces. Cuando ella se resista, no serás capaz de asumirlo.
Se ha dicho estos días que los hombres creen tener derecho a abusar de las mujeres, lo que es un disparate; se afina más al decir que los hombres con poder abusan de las mujeres. Pero seríamos muy simples si no admitiéramos un elemento fundamental: las mujeres se sienten atraídas por los hombres con poder, desde el anónimo jefe de una fábrica (si eres su empleada) a un cantante, escritor o actor con enorme celebridad (véase en este sentido la película Pure).
Y esto es como juntar la gasolina con el fuego.
50 Cent
Uno de los mejores testimonios, y de los más didácticos, sobre ese abismo que se abre a los pies de un hombre cuando su deseo es masivamente complacido lo encontramos en las declaraciones del rapero 50 Cent. Es un cantante al que admiro mucho, inteligentísimo.
50 Cent salió de gira una mañana de 2003. Vivía en un apartamento alquilado, por 800 dólares al mes, en Stroudsburg (Pensilvania). “Cuando regresé de mi gira, tenía 38 millones de dólares en el banco”, dijo. Su álbum Get Rich Or Die Tryin’ vendería 12 millones de copias a lo largo de ese año.
“Entre 2003 y 2005, me acosté con todo tipo de mujeres”, declaró. “Me convertí en un tipo que no puede no conseguir lo que quiere. Sucede tan rápido que no estás preparado para ello, y es muy emocionante”. Fue, dice, el gran momento de su vida. Sin embargo, entendió enseguida que ese cambio le ponía en la misma posición que una mujer, es decir, que ahora tenía que rechazar ofrecimientos: “Un hombre no es tan atractivo como una mujer atractiva hasta que es exitoso y la gente lo sabe. En este punto de mi vida yo rechazo tantas mujeres como rechaza hombres una mujer muy atractiva. Hasta que no llegas donde yo estoy, no sabes qué es eso”.
En efecto, en 2005 50 Cent comprendió que “la presa” era él, que muchas mujeres querían acostarse con él simplemente porque era famoso y podrían decir: “Me follé a 50 Cent”. “Era tan sexy que empecé a escapar de las chicas, y la fiesta ya no iba a acabar en mi habitación de hotel”. Descubrió que su “nueva cotización” hacía que acabar solo en su cuarto fuera lo más recomendable.
Ahora, 50 Cent expone que le gustan mucho las mujeres, todas las mujeres; le gusta mirarlas. “Puedo estar mirándolas todo el día, pero no quiero que se acerquen demasiado porque te vuelves jodidamente loco y te acuestas con todas”.
Este autocontrol es clave. 50 Cent no dice que sea un santo, dice lo que tienes que hacer para evitar perder el juicio. Si cientos de mujeres se quieren acostar contigo (y cientos de ellas son jóvenes y guapas) y tú sigues con la mentalidad del hombre común, la vas a liar. Notemos que 50 Cent es de los pocos famosos que no acudió a las fiestas finalmente delictivas del productor y rapero Diddy.
Si a un hombre le acostumbras a una especie de bufé libre de sexo con mujeres, lo primero que va a pasar es la deshumanización automática de las mujeres. No son nada; son a granel. No tienen nombre, no te acuerdas de su nombre ni de si te has acostado con una de ellas en concreto. «¿Que hice qué?», dirás cuando te llegue la denuncia.
Lo paradójico de este proceso que suele acabar con agresiones sexuales es que el hombre súbitamente deseado por muchas mujeres, si quiere sobrevivir en esa “nueva cotización”, lo que tiene que hacer es observar cómo gestionan las mujeres su propio capital erótico, y aprender de ellas.
«SI A UN HOMBRE LE
ACOSTUMBRAS A UNA
ESPECIE DE BUFÉ
LIBRE DE SEXO CON
MUJERES , LO
PRIMERO QUE VA A
PASAR ES LA
DESHUMANIZACIÓN
AUTOMÁTICA DE LAS
MUJERES».
Alberto Olmos
La Mujer
●»LAS MUJERES SE
SIENTEN ATRAÍDAS POR
LOS HOMBRES CON
PODER» .
●»SI UNA MUJER
GUAPÍSIMA TE
ESCRIBE UN
MENSAJE POR
INSTAGRAM ES QUE
QUIERE ACOSTARSE
CONTIGO.
TE HA SUCEDIDO
OTRAS VECES.
CUANDO ELLA SE
RESISTA, NO SERÁS
CAPAZ DE
ASUMIRLO.
«RECONOCEN
PATRONES [MUJERES
QUE ACTÚAN DE =
MANERA] , DAN POR
SENTADO SU CAPITAL
ERÓTICO [AUTOPERCEPCIÓN
MASCULINA]».
●»CÓMO GESTIONAN
LAS MUJERES SU
CAPITAL ERÓTICO»
DEL POSTEO
DE OLMOS.
TODO ES UNA
GRAN SEDUCCIÓN . TODO.
PARA MUCHOS ,
INCLUÍDA, VERNOS Y
SENTIRNOS ATRACTIVAS
FRENTE A ALGÚN
MATERIAL CON LA
PROPIEDAD DE
REFLEJAR , ELEVA EL
EGO. SI TE LO
DEVUELVEN OTROS
(DE MANERA SENSUAL/
SUTIL Y
NO GROSERA) ES LINDO.
LAS MUJERES
PODEMOS LLEVAR
EL CONTROL Y
AUTOCONTROL: ○SI
SABEMOS DE
NUESTRO POTENCIAL
PARA ATRAER , NO
«JUGAR CON FUEGO»,
○SI
SABEMOS DE ANTEMANO
QUE SE TRATA DE UN
HOMBRE SABOREADOR
DE MUJERES, NO
ESCRIBIRLE PARA NO
CORRER RIESGOS,
○NO SER
FOTOCOPIAS. ‘PORQUE
TODAS LO HACEN , LO
HAGO’. EL MASCULINA
ESTÁ ATENTO AL
PATRÓN.
LAS
MUJERES SENTIMOS … SÍ!
CLARO QUE SÍ! PERO
LAS RELACIONES
VINCULARES NO SON
‘CUENTO DE INFANCIA’.
Sobrevuela Cristiane –
Viviane – Marcela y otras
Tantas Mujeres –
Muchachas Que
Llaman a la Reflexión
Objetiva. El varón: Alberto
Olmos.
Olmos expone el
Caso de 50Cent
en el cual el chico
reconoce lo anecdótico
que podía resultar para
muchas recorrer su
dermus. 50 Cent también
estaba siendo
deshumanizado por ellas.