El 31 de julio de 1900 José Pradera propuso al Ayuntamiento de Valladolid la instalación de “un aparato cronofotógrafo Gaumond Demeny” para proyecciones electromecánicas, y otro para proyecciones fijas, cuyo espectáculo pudiera ser exhibido durante los días de la próxima feria.
Las proyecciones se harían todos los días oficiales de feria, dando principio una hora después del anochecer (para que la luz natural o la poca artificial del Campo Grande no interfirieran en la proyección de las películas y en las imágenes o diapositivas fijas).
El espectáculo se variaría todos los días, ya que “se dispone de veinticinco vistas animadas cromofotográficas iluminadas y en negro de gran efecto (todavía no se hablaba de películas) y cincuenta vistas fijas de los monumentos nacionales e históricos y capitales más notables de España, en especial quince de Valladolid, y algunas de capitales y poblaciones importantes del Extranjero”.
El Ayuntamiento se encargaría de llevar la luz hasta el espacio reservado y aportaría dos postes telegráficos para que entre ellos se instalara “el lienzo” (todavía no se le llamaba pantalla).
José Pradera sugiere en su escrito que se instale en el paseo de entrada a los jardines del Campo Grande, frente al templete, como lugar más idóneo (lugar en el que después se levantó la barraca Pradera y más tarde el Teatro Pradera, desaparecido, como es costumbre de la casa).
“El precio de estas exhibiciones por todos los días oficiales de la feria será de mil quinientas pesetas, precio que puede sufrir una disminución de una tercera parte, o sea quinientas pesetas, si esa Corporación autoriza al proponente a exhibir durante los intervalos necesarios para el cambio de proyección anuncios comerciales de la industria y comercio locales y cuya exposición no excederá nunca, en cada uno de estos, de un tiempo mayor de 2 a 3 minutos”.
Ya estaba la publicidad imponiendo sus poderes.
El lienzo (o pantalla) tendría aproximadamente unos seis metros y en él podrán producirse proyecciones de unos tres a cuatro metros, según la intensidad de la luz que se suministre.
“Constituyendo este espectáculo uno de los más cultos que se han verificado ya en otras capitales y que no todo el pueblo puede y debe proporcionarse, dada la insignificante cantidad que como retribución se solicita, no duda el proponente (que) sea aprobada por esa digna corporación la presente proposición”.
Obsérvese que el cine, en el momento de nacer, ya se autodenominaba “espectáculo culto”. En eso siguen los hombres y mujeres que hacen cine en España, diciendo que ellos son los intelectuales de la Cultura en España, ¡vamos, la crema de la intelectualidad!, que dice el chotis.
En la primera década de 1900 los teatros programaban obras de corta duración y zarzuelas de tres actos cortos. Ello permitía a los empresarios que cada hora (llamadas “secciones” en lugar de “sesiones”, que sería lo correcto) se produjera el cambio de espectáculo. De esta manera lograban una cierta dinámica en la programación. A veces intercalaban actuaciones de autómatas con las de artistas de circo, payasos, malabaristas y adiestradores de perros.
Los teatros, en fin, seguían viviendo de la escena sin sospechar que a la vuelta de pocos años, diez, se convertirían también en un cine, conjugando ambas actividades.
Tenemos constancia gráfica de que los cinematógrafos de esta ciudad de Valladolid ―el Pradera, el Novelty (en realidad un café con espectáculo) y el Cinema-Oriental― se veían en la necesidad de programar varias películas cortas en una sola sesión a causa de la lenta producción de películas nacionales y extranjeras, éstas ultimas las más potentes, aunque el cine seguía siendo mudo, no lo olvidemos.
La hemeroteca del periódico El Norte de Castilla nos facilita información al respecto: “El cinematógrafo de Pradera se vio anoche muy concurrido y animado. Todos los números de varietés fueron muy aplaudidos, alcanzando un lisonjero éxito la bella y gentil Giralda, tanto en la sección de las ocho como en la de las once; las Hermanas Pilar-Cilla, y Miss Marion et Charlton, que ejecutan su variado repertorio de excéntricos musicales. Para hoy se prepara también brillantísimo programa, como jueves de moda, la acostumbrada gran matinée infantil, con sorteo de veinte escogidos juguetes”.
Los cafés-cantantes dejaban descansar algunas semanas a las vicetiples y anunciaban orquestas cosmopolitas (¡!), como la de Gustave Benoit que ofrecía conciertos a las dos y media de la tarde y a las nueve y media de la noche en el café Colón.
El Gran Café Oriental daba magníficas funciones de cinematógrafo y varietés desde las seis y media de la tarde.
“Numerosa y distinguida concurrencia presenció anoche todas las secciones del Gran Cinema Oriental (Portales de Fuente Dorada), el que por su situación céntrica y su cómoda instalación es ya el punto de reunión de la sociedad elegante y del público en general, que aplaude cada vez más entusiasmado la esmerada labor de la simpática y bellísima “Montalvito”, reina de las cupletistas.
“El clown Brossa continúa cosechando numerosos aplausos por los difíciles trabajos que ejecuta con sus perros amaestrados. Son asimismo elogiadísimas por su fijeza y claridad las magnificas proyecciones de cinematógrafo que presentan en el mismo” (la gacetilla es de 1909).
Poco a poco el cine iba ganándole terreno al teatro, aunque fuera de variedades.
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