En junio de 2016, yo ya había escrito mi anterior novela —se publicaría unos meses después— y mi materia gris estaba hipnotizada con la idea de un asesino en serie que actuaba en el tercio norte de nuestra piel de toro. Mi pluma y yo ignorábamos entonces que el libro que debía escribir me esperaba unos miles de kilómetros al sur.
El psicópata norteño se había cobrado ya tres vidas y llenado un largo ciento de páginas, cuando recibí la llamada del achiscanai.
Fue paseando por Agaete, con una moderada cantidad de manís y tropicales en el gaznate, cuando mis pies me llevaron hasta la Necrópolis de Maipés. Había sentido la necesidad de entrar en aquel cementerio aborigen en otra ocasión, pero me lo había encontrado cerrado y aquello me había dejado una sensación de vacío que ese día, sin planearlo, iba a llenar al fin.
Caminando sobre la colada de lava y sintiendo la historia del pueblo canario bajo mis pies, supe que mi psicópata tendría que reposar en el interior de algún cajón, hasta que yo contara la historia que me aguardaba allí, protegida por el Tamadaba y el Dedo de Dios.
Recordé entonces, tal y como me había revelado Luis Sepúlveda en la librería gijonesa La Buena Letra, que cada historia espera, paciente, a quien está destinado a contarla.
A partir de entonces, me reuní con quien había dirigido el proyecto del parque arqueológico, busqué asesoramiento en otros arqueólogos y desenterré sin prisa la historia de Agaete, dejándome empapar por los sentimientos y desventuras de los habitantes de la villa, el valle y el puerto de Las Nieves.
Para construir los protocolos policiales y no caer en lo que yo llamo “Síndrome CSI” —encuentre usted un pelo y ya tiene al asesino—, solicité un permiso a la Oficina Central de la Guardia Civil, que me abrió las puertas de laboratorios, puestos, compañías y comandancias. Visité despachos a los que de otro modo no habría tenido acceso y tras cuyas puertas me encontré a los mejores colaboradores y peritos con los que una escritora como yo puede contar.
Siempre destaco la importancia del libro como objeto y la necesidad de que los implicados en la gestación de una novela le impriman a esta buena energía y sentimientos positivos. Todo el proceso de documentación estuvo lleno de casualidades y pequeñas situaciones que lo hicieron posible, desde la llamada que me alejó de tierras cántabras y gallegas, hasta la coincidencia exacta en el nombre de mi personaje principal con su equivalente real.
La tumba del rey es a la vez, gracias a quienes la hicieron posible, una historia sobre monstruos y un arma para defenderse de ellos.
No invertiré ríos de tinta en explicaros el proceso creativo y narrativo, ya que fueron tan solo constancia y horas de trabajo por mi parte, que es como entiendo yo el oficio de escribir. Pero desde su publicación, La tumba del rey deja de ser mía para ser de los lectores, y a vosotros os confío la responsabilidad de preservar la magia de cada ejemplar.
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Autora: Carlota Suárez. Título: La tumba del rey. Editorial: Huso (Novela Negra). Venta: Amazon
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