El cambio climático va a transformar el mapa de las islas en todo el planeta, principalmente porque muchas desaparecerán para siempre bajo el agua. En este extraordinario libro, Christina Gerhardt se despide, a través de la poesía y la ciencia, de esos pedazos de tierra y de las culturas que los habitan.
En Zenda reproducimos la Introducción de Atlas de las futuras islas sumergidas (Menguantes), de Christina Gerhardt.
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Cuando una isla desaparece, los atlas son trazados de nuevo. Sin embargo, gran parte de los habitantes de los continentes ni siquiera sabe dónde se encuentran estas islas, cuáles son sus nombres o cómo les afecta el cambio climático y el aumento del nivel del mar. Según el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, tanto las naciones insulares del Pacífico como las del Mar del Caribe son responsables del 0,03% de las emisiones globales de dióxido de carbono. Las naciones insulares son las que menos han contribuido al calentamiento global y, sin embargo, sufren sus impactos de manera grave y desproporcionada. Sus historias, culturas e idiomas corren el riesgo de perderse.
¿Cómo hacer visible lo que podría resultarnos geográficamente remoto? ¿Cómo representar la ciencia del clima? ¿Cómo fomentar la reflexión conjunta? ¿Cómo alentar un pensamiento consciente de conexión global entre seres humanos y no humanos? Espacialmente, las acciones en un lugar tienen un efecto en otro lugar. Temporalmente, las acciones en una era —la de la quema de combustibles fósiles— tienen un efecto en otra era —el presente—. ¿Cómo fomentar una perspectiva que entrelace nuestra historia pasada y nuestras acciones, incluyendo el legado del colonialismo, de manera que nuestras acciones sirvan para lograr un futuro habitable? ¿Cómo activar un concepto de convivencia? ¿Debemos estructurar nuestras relaciones con la tierra, las personas, los animales y los ecosistemas en función del lucro y de la acumulación? ¿O debemos quizás construir una vida basada en el reconocimiento de la interconexión de ecosistemas, de seres humanos y no humanos, y tener en cuenta esas relaciones para, ante todo, lograr un presente equitativo y un futuro habitable?
Existen libros que abordan los impactos del aumento del nivel del mar en ciudades costeras, pero echaba en falta uno que mostrara dónde se encuentran las islas más afectadas, que explicara cuáles serán las consecuencias y que compartiera las estrategias de sus habitantes para resolver estos problemas. Mi intención con Atlas de las Futuras Islas Sumergidas es que podamos no solo comprender los cambios dramáticos que están ocurriendo, sino también imaginar futuros posibles.
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Cada isla tiene una historia. Hay, claro está, muchas más historias que islas. Se extienden por todo el mundo. En otras palabras: el punto de vista narrativo lo es todo.
Las islas se consideran paradisíacas. El océano azul. Las playas. Palmeras mecidas suavemente por una cálida brisa. Arena blanca y suave bajo los pies. Un clima templado. Si buscas en internet la palabra paradisíaco, el primer ejemplo de su uso en una frase presenta una isla: «una isla paradisíaca en las Bahamas». La definición de paradisíaco en el diccionario Merriam-Webster se refiere a una isla: «El crucero de quince días, de ida y vuelta, incluye visitas a algunas de las islas más paradisíacas de la Polinesia Francesa».
Las islas son paradisíacas. El paraíso es una isla.
La imaginación occidental retrata las islas como utopías o distopías. En los diálogos Timeo y Critias, Platón escribió sobre la isla perdida de Atlántida que amenazaba con conquistar la Antigua Grecia —la cuna de la civilización occidental— y que comprendía a su vez miles de islas dispersas por los mares Egeo y Jónico. Por supuesto, estas islas están íntimamente vinculadas a los mapas. En el siglo XVI, el geógrafo germano-flamenco Gerardus Mercator, creador del famoso, o quizás infame, mapa Mercator, acuñó el término atlas, en referencia a una colección de mapas en un libro. Mercator llamó a su obra Atlas sive cosmographicae meditationes de fabrica mundi et fabricati figura (Atlas o meditaciones cosmográficas sobre la creación del universo y el universo creado) en honor al dios griego Atlas. El océano Atlántico, traducido literalmente, es ‘el mar de Atlas’. Atlántida, del griego antiguo, ‘la isla de Atlas’. Tomás Moro revisitó el lugar mítico de Atlántida en Utopía (1516) y Francis Bacon en Nueva Atlántida (1627). Pero Moro ubicó su Atlántida en el Pacífico entre Sri Lanka y las Américas, mientras que Bacon la situó en los Mares del Sur.
Durante mucho tiempo, para los europeos, las islas se encontraron en el ámbito fantástico de los océanos inexplorados (para ellos), acompañadas por dioses o monstruos marinos. En su Geografía Ptolomeo introdujo los conceptos de latitud y longitud y sugirió que las islas Afortunadas —o islas de los Bienaventurados—, donde vivían los dioses griegos, eran las tierras más occidentales. El romano Plinio el Viejo escribió sobre las islas Afortunadas en su obra Historia Natural: en ellas «abundan frutas y aves de todo tipo». Propuso la idea de que todos los animales terrestres tenían un equivalente en el mar: si existían perros y cerdos en la tierra, era lógico que habitaran en el océano perros y cerdos marinos. Sostenía que, además de estas criaturas benevolentes, ciertos monstruos marinos malévolos acechaban en el mar.
Aquellos seres fantásticos continuaron adornando los mappa mundi medievales. Unicornios marinos. Gigantescos gusanos. Enormes langostas. Y, por supuesto, las peligrosas sirenas que, desde el regreso de Odiseo, provocaron tantos naufragios con sus hermosas voces. Más tarde, a medida que los navegantes europeos exploraron y cartografiaron los océanos, estos monstruos marinos fueron olvidados. Las narrativas sobre islas desaparecidas, las llamadas «tierras perdidas», ocuparon su lugar. Lemuria podría ser el ejemplo más famoso.
También conocida como Kumari Kandam, esta cuna de la antigua Tamil se encontraba en el océano Índico y conectaba Madagascar, la India y Australia en una teoría propuesta en 1864 por el zoólogo y geógrafo británico Philip Sclater. De manera similar, a principios del siglo XX, el ingeniero, inventor y escritor ocultista británico James Churchward argumentó que un continente perdido llamado Mu se encontraba antiguamente en el océano Pacífico central.
Los monstruos, a pesar de todo, persistieron en la imaginación literaria occidental. En Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne, el Capitán Nemo se lanza a la búsqueda de una misteriosa criatura ávida por hundir barcos. En Robinson Crusoe de Daniel Defoe, el protagonista es un náufrago que pasa veintiocho años en una isla entre caníbales y amotinados. En El señor de las moscas, de William Golding, unos niños atrapados en una isla desierta intentan sobrevivir.
Estas novelas presentaban las tierras insulares como lugares remotos y peligrosos en las que había un indiscutible protagonista: los exploradores. Los que buscan oro. Los que cazan ballenas. Los que se sublevan. Los que son abandonados. Los que mueren de sed y enfermedades en islas tropicales. Los que mueren congelados en islas árticas. Los que buscan el Paso del Noroeste y nunca regresan de los territorios helados. La mayoría son hombres. Hay pocas mujeres y, cuando los isleños aparecen, son retratados desde el punto de vista del colonizador. Las islas se presentan como remotas, desoladas, abandonadas, demasiado calurosas, excesivamente frías. Islas vacías debido a erupciones volcánicas. Islas desiertas debido a pruebas nucleares. Islas que albergaban prisioneros. Islas cuyas criaturas han sido cazadas hasta la extinción.
Existe otro punto de vista.
Atlas de las Futuras Islas Sumergidas explora una visión de islas y naciones cuyas historias, culturas e idiomas, flora y fauna corren el riesgo de desaparecer. Dirijamos nuestra mirada hacia estas islas. Para muchas de ellas el aumento del nivel del mar podría significar el fin de la existencia misma de su nación. Identificar los desafíos a los que nos enfrentamos es tan importante como abordar las posibles soluciones.
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Autora: Christina Gerhardt. Título: Atlas de las futuras islas sumergidas. Traducción: Lía Peinador. Editorial: Menguantes. Venta: Todos tus libros.
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