Acostumbrarse a la escritura de naturaleza en nuestro idioma —como llevamos un tiempo haciendo— implica hacerlo a sus asuntos predilectos: por supuesto, la cabaña y la digresión waldeniana, pero también la leña, o una especie de entomología literaria, o una observación catártica de osos Grizzly; variaciones del tema frente a lo común en unos cuantos autores recientemente traducidos: fondo y forma, naturaleza y diario, Wilderness y journal. Y hete aquí que Pete Fromm —de quien nos disponemos a hablar— aporta una jugosa novedad. A saber, el establecimiento de un diálogo fresco e informal entre ciertos pioneros del género, hombres más de rifle y raquetas que de pluma, y sus herederos del hoy por hoy, que —dicho sea de paso— ya no son exclusivamente estadounidenses. Errata Naturae acaba de publicar Indian Creek. Un invierno a solas en la naturaleza salvaje; un libro ameno que bascula entre novela juvenil y Bildungsroman, aunque más escorado hacia un practicismo a veces delirante que ante la gravedad romántica de sus viejos homólogos europeos.
Suscita una primera reflexión sobre el concepto norteamericano de Wilderness; más concretamente, sobre el modo en que su traducción por “lo salvaje” conlleva una importante pérdida de sentido cultural. Quizá lo que en el Viejo Continente se entiende por naturaleza salvaje encuentre un reflejo más definido en “The Untamed” (lo indómito), como comprendemos en cuanto empezamos a leer sobre motonieves y camionetas abolladas, o sobre un poste telefónico alzado a cien metros de la cabaña del narrador (aunque no funcionase, y su otra opción de emergencia, un teléfono de similares características, se encontrase a quince kilómetros a pie de su asentamiento invernal); es algo que se aprecia en los escritos de otros americanos afines, como Edward Abbey o Doug Peacock, pero también en Los vagabundos del Dharma, de Kerouac, o en la fotografía de Robert Adams, todos ellos bajo la mirada olímpica de Whitman en alguna parte, si se permite el quiebro metafísico: en el Nuevo Continente, lo salvaje es de alguna forma lo menos domesticado, eso sí, en un país en el que la máquina convive con la maleza como en pocos otros lugares del mundo.
No obstante, esta noción de naturaleza relativamente doméstica, con sus pistas y carteles, sus guarderías forestales y demás, no ha de confundirnos; no cuando empezamos a leer sobre mínimas cercanas a los menos cuarenta grados, una gestión del tiempo —incluso sin que las temperaturas sean tan extremas— en la que nos va la vida (en la que nos iría, de estar en el pellejo del joven Fromm), o hasta dónde pueden llegar las complicaciones derivadas de hacer algo mal. Nuestro aspirante a auténtico hombre de las montañas se la juega varias veces, lo que sin duda añade un punto muy curioso de suspense a ciertos tramos narrativos. Y también su padre y su hermano, en la pretensión de ir a visitarle en esquís en plena ola de frío, arriesgándose a tener que pasar algo más que una noche toledana. Los agentes de monte jamás harían lo que él: vivir lo salvaje a pecho descubierto, como los cazadores de pumas y los guías que, aficionados al whisky, apuran las temporadas, una tras otra.
Abundando en lo que se comentaba, descubriremos un tímido ejercicio metaliterario que se practica desde las primeras páginas, citando a unos pocos y auténticos hombres de las montañas; proto Nature writers casi nada conocidos en estos pagos, mismamente como Boone Caudill, que da nombre a la protagonista canina del libro, Boone. Hasta nos lleva directos a una referencia tan específica y prometedora como Bajo cielos inmensos, de A. B. Guthrie (Valdemar, 2017). Y los nombres y títulos citados no parecen merecer más consideración que los manuales de supervivencia y primeros auxilios que Fromm menciona, como, por ejemplo, los de la serie Foxfire. Podría decirse que este tipo de heterodoxias u otras, como la de que el autor lea ciertos datos sobre la expedición de Lewis y Clark para averiguar si verdaderamente tiene apendicitis, es propia de la buena escritura de naturaleza. Y sí, Indian Creek es muestra de ello.
Después de una semana de borracheras universitarias, el joven Pete Fromm pierde su beca para afrontar los hechos esenciales de la vida, como tanta gente sabe ya que escribió Thoreau. Y tales hechos tienen que ver con la destreza a la hora de atar un viento y con la eficiencia reclutando leños para toda una temporada, pero también con la soledad; con la travesía por el desierto que supone la compañía inmersiva con uno mismo, un día tras otro, en un entorno sin distracciones ni apenas quehaceres utilitarios. Además, el auténtico hombre de las montañas norteamericano no lleva piolet ni bávaros, sino trampas y escopeta, de ahí que unas pocas páginas no sean aptas para animalistas, ya que Fromm tuvo que recurrir a alguna que otra escabechina en su particular gestión del tiempo y —en menor medida— del enriquecimiento de su dieta.
El escritor de Missoula no se mete en las harinas habituales del género, que suelen ser de dos clases poco propensas a mezclarse (las próximas a la militancia ecologista y las numinosas). En su lugar, pone su desparpajo narrativo al servicio de una cotidianeidad montañesa por la que desfilan algunos tipos rudos, caen unos pocos aludes, es abatido algún puma de ojos somnolientos y otras cosas que el lector descubrirá. Nada de ello impide que su reloj sea de tierra y cielo, y su radio, la que por fortuna sintoniza cuando las nubes o las precipitaciones permiten que rebote la señal. Y a veces es inevitable que en su informalidad se cuele un poco de adustez existencial, como cuando toma conciencia de que, más allá de los bosques y los acantilados, hay una vida que pasa y no espera: “¿Qué más estaría pasando allí fuera? ¿Qué más me estaba perdiendo?” Y este es uno de los precios más significativos que un genuino aspirante a Jeremiah Johnson ha de pagar, y añadir a las privaciones e incomodidades que completan el montante de la aventura. Claro que, de otro modo, jamás hubiésemos tenido un libro como este en nuestras manos.
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Autor: Pete Fromm. Título: Indian Creek. Un invierno a solas en la naturaleza salvaje. Editorial: Errata Naturae. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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