Mariano de Cavia
Mariano de Cavia nació en Zaragoza el 25 de septiembre de 1855; comenzó sus estudios en Derecho en la Universidad de Zaragoza, pero pronto los abandonó para volcarse de lleno en la profesión que lo acompañaría desde entonces, el periodismo. En 1879 fundó El Chinchín en Zaragoza, un semanario satírico donde comenzó a dar muestras de su ingenio y buen estilo. Colaboró también en el Diario de Avisos de Zaragoza y en la Revista de Aragón hasta que en 1880 se trasladó a Madrid para trabajar en la redacción de El Liberal. Comenzaba, así, su larga lista de colaboraciones en la prensa española.
El Liberal y El Imparcial fueron sus territorios de combate, y también El Sol, donde colaboró los últimos años de su vida. El periódico era como un cuadrilátero para Cavia, el lugar donde purgaba sus preocupaciones y volcaba su ingenio: «Cavia fue el prototipo del periodista combativo, crítico, pero de dotes literarias» (La Real Academia Española, 1999, p. 94).
La literatura y la imaginación fueron una constante en los artículos de Cavia. En 1891 publicó una breve ficción en El Liberal en la que narraba un incendio en el Museo del Prado. El ilusorio incendio llevaba un titular de corta extensión —como si se tratara de una noticia de última hora— y solo al leer el contenido completo el ávido lector podría percatarse de que se trataba de un texto crítico e irónico acerca de la mala gestión que las autoridades estaban llevando a cabo en el museo. Muchos lectores, alarmados, se acercaron al Prado para comprobar de primera mano lo ocurrido; sin embargo, todo había sido una artimaña del ingenioso periodista para revalorizar la fantástica pero malograda colección del museo.
El periodista ejerció también la crítica taurina bajo el seudónimo de Sobaquillo y tuvo una popular sección en El Imparcial —llamada «Despachos del otro mundo»— en la que algunos muertos ilustres comentaban sucesos de actualidad. Publicó varios volúmenes en los que reunió artículos dispersos, como De pitón a pitón (1891), Salpicón (1892), Grageas (1901) y Chácharas (1923). Cavia, famoso por su presencia en la vida noctámbula de Madrid, aparece incluso nombrado en la conocida obra de Valle-Inclán, Luces de bohemia (1920): «¡Ni que se llamase ese curda don Mariano de Cavia! ¡Ese sí que es cabeza! ¡Y cuanto más curda, mejor la saca!».
Fuente: RAE
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