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Autobiografía ajena de un ghost-writer

Autobiografía ajena de un ghost-writer

Luego de sorprender a sus lectores con Melvill (Random House, 2022), una admirable novela sobre la vida de Allan Melvill —el padre— y de Herman Melville —el hijo—, Rodrigo Fresán, escritor argentino residenciado en Barcelona, regresa al ruedo con El estilo de los elementos (Random House, 2024), una obra tan estéticamente ambiciosa como su monumental trilogía sobre los mecanismos y engranajes de la mente de un escritor.

El estilo de los elementos consta de tres movimientos en los que se narra la vida de Land, el personaje central. En el primer movimiento se relata su infancia en Gran Ciudad I (Buenos Aires) a la edad de diez años. Land es hijo de los propietarios de la editorial Ex Libris, quienes son intelectuales, anarcocontraculturales, bohemios, agitadores, insurrectos, contestarios en momentos en los que, para situarnos en tiempo, transcurría el último año de la vida y presidencia del Primer Trabajador (Juan Domingo Perón).

El título de la novela es alusivo al célebre manual de escritura The Elements of Style de William Strunk, con ampliación posterior de E.B. White. Al invertir el sentido del título el autor nos plantea consideraciones sobre lectura, escritura o reescritura, signo fresaniano indeleble, en el que se sostiene que más importante es el estilo que los elementos. Y, así, al entrar en esta cruzada nos advierte con varios epígrafes que las páginas que el lector se dispone a leer no son autobiográficas —aunque resulte claro para un lector familiarizado que mucho tiene que ver con su propia vida—.

"Se sostiene la tesis, además, de que la ficción puede ser más real que la no ficción"

Land es un niño con capacidades excepcionales para la lectura y entendimiento del mundo, no de las ciencias pero sí de las humanidades. Estudia en el colegio Gervasio Vicario Cabrera No.1. Es un superdotado de la lectura, como un Young Sheldon pero en el mundo de los libros. Land debe lidiar con unos padres disfuncionales cuyo deporte olímpico es desentenderse del hijo, al que ni acompañan a desayunar y lo atosigan de comida en polvo que lo hace soñar que es como la de los astronautas a bordo del Apollo 11, uno de los acontecimientos que enmarcan el tiempo cronológico de la narración.

Ex Editors es una pequeña, artesanal y prestigiosa editorial envidiada por las más grandes y cuenta con cuatro escritores que son los pilares con la que se sostiene y que, a la vez, por la amistad con los padres, se convierten en personajes de la novela: dos autores principalísimos, César Ex Drill (creador de las historietas por entrega de La Evanauta, padrino y mentor literario de Land), y Moria Münn (autora de culto de best sellers de sexo y burguesía, con quien pierde su virginidad como “deber de madrina”) —ambos  tendrán un papel importante a lo largo de los tres movimientos, bien sea en el presente o en el recuerdo—, así como dos autores menos relevantes: Tano “Tanito” Tanatos  (joven escritor de un solo cuento de antología) y el poeta Silvio Plathos.

En este Movimiento Primero hay un narrador en tercera persona que cuenta la vida de Land, así como un narrador en primera persona (siempre en paréntesis) que agrega comentarios a lo que así dice el de tercera persona, como una conciencia del mismo yo que narra desde la distante edad de 60 años en Gran Ciudad III (Barcelona). La forma de la novela es fragmentaria a partir del recuerdo y la imaginación, esta última considerada esencial en la reconstrucción de los hechos del pasado. Se sostiene la tesis, además, de que la ficción puede ser más real que la no ficción. A través de la novela aparece la nomenclatura “Nome” (No me acuerdo), aplicada cientos de veces para ilustrar los rasgos típicos del funcionamiento de la memoria.

"Padres que consideran los juegos de mesa burgueses e imperialistas y que son “terroristas chic”. Y así lo político va colándose, poco a poco"

Avanzamos en la lectura en Gran Ciudad I y cada vez se hacen más evidente las actividades de los padres y sus amigos (El Grupo): acuden a centros experimentales, juegan a guerrilleros, entran a un restaurante de moda pero para pobres, cantan versos y se sienten los oprimidos, hacen turismo a los barrios pobres como antropólogos del resentimiento. Padres que consideran los juegos de mesa burgueses e imperialistas y que son “terroristas chic”. Y así lo político va colándose, poco a poco.

Un giro se produce cuando una maestra cita a los padres de Land a la escuela para informarles que, en una prueba de competitividad, Land sobresalió en coeficiente intelectual y aptitudes —excepto para las matemáticas— y quiere que participe en una competencia de escritura de temas libres con otros cursos. Los padres proceden a comprarle —en inglés porque no hay traducción disponible en Gran Ciudad I— The Elements of Style. A partir de allí se declara en rebeldía contra ese manual. Los padres editores quieren ahora tener un hijo escritor. Pero Land solo quiere ser lector, nunca escritor.

Los acontecimientos políticos se precipitan con la muerte del Primer Trabajador. El abuelo de Land, con quien pasa momentos felices en su casa en Ciudad del Verano, lo invita a ir al funeral del presidente: “Vamos a despedirnos del Grandísimo Hijo de Puta”. Land ve a sus padres en televisión participando en una manifestación violenta y llegan a casa llenos de barro y los ojos llorosos de gas lacrimógeno. Los de El Grupo empiezan a correr peligro. Los padres tienen peleas matrimoniales que ahora se agudizan. Han sido amenazados, acusados de comunistas, se han allanado las oficinas de Ex Editors. De esta manera, la infancia de Land muere al tomar un avión a un país lejano.

La mente in licuación da el salto de la infancia a la adolescencia.

"Land vivirá desde los diez años hasta los quince años en las Residencias Homeland de Gran Ciudad II, donde sus amigos son todos jóvenes auténticos y puros"

Así como el Movimiento Primero podría ser leído desde varios niveles dependiendo de la cercanía del lector a la ciudad y los referentes de vida y el tiempo en que se desarrollan los acontecimientos en Gran Ciudad I, lo mismo ocurre cuando llega a Gran Ciudad II (Caracas). Rodrigo Fresán ha construido literatura de alto calibre en el sentido de una obra que funciona perfectamente tanto para un lector familiarizado con los referentes que se narran en ambas ciudades (como una explosión salvaje y entrañable de hechos, lugares y personas) como para otro que desconozca por completo dichos referentes. Fresán no menciona a personas, lugares, hechos por sus nombres reales —salvo contadas excepciones—, les asigna una denominación genérica o son sustituidos por otros nombres ficticios. Todo ello desplegando una prosa vigorosa y adictiva.

El Movimiento Segundo comienza con el robo de un libro por parte de Land en una Librería en Gran Ciudad II, Tactatus logico-philosophicus de Ludwig Josef Johann Wittgenstein y que va a marcar su comprensión del mundo. Se inicia con esa escena pero narra hacia adelante y hacia atrás a partir del avión donde, desde los aires, próximo a aterrizar, observa el contraste entre la grisura de Gran Ciudad I y el verdor de las montañas y el azul profundo del mar de su nuevo destino.

Land vivirá desde los diez hasta los quince años en las Residencias Homeland de Gran Ciudad II, donde sus amigos son todos jóvenes auténticos y puros. Conoce a chicas y chicos de todas partes del mundo cuyos padres eligieron el país de la democracia y la abundancia, un país con autopistas como no las había en otro de América Latina, donde llegaba todo lo moderno y “americano” (impensable en su país de origen) y que ahora estaba al alcance de Land: los cines modernos, los centros comerciales, jugueterías con juguetes imposibles de conseguir en su ciudad natal. El Parque de Residencias Homeland es una alegría permanente: hay piscina y un salón de fiestas, los chicos se la pasan haciendo juegos. Hay muchas puertas abiertas de los apartamentos como si fuera una vida en comuna de verdad, muy distante a lo hippie, más bien como una comuna burguesa. El fútbol ha sido reemplazado por el béisbol. Y también salen a divertirse —chamos y chamas— los fines de semana, todos juntos, por los alrededores de Residencias Homeland, hasta casi la madrugada.

Caracas era una fiesta.

"Fresán narrador, jocosa y dialécticamente, compara las múltiples acepciones del significado de “vaina”, la tan versátil palabra venezolana"

Y los padres de Land no se quedan atrás: fundan Ex Editors II y les empieza a ir muy bien y a hacer dinero. Se olvidan de sus aspiraciones contraculturales y revolucionarias para entregarse a una vida burguesa: los ideales quedan en estado de suspensión. Viven en un amplio piso donde la vida es como en las películas. Y he aquí un punto a destacar, como lo confiesa Fresán en sus acostumbrados agradecimientos al final del libro (esa buena y rara costumbre de dar las gracias como es debido): el mito de origen de este libro es la película Licorice Pizza del director Thomas Paul Anderson, en la que el autor vio retratado, a imagen y semejanza, sus años adolescentes en las Residencias Homeland en Gran Ciudad II.

Y claro que tanta felicidad tenía que tomar un giro. Y ese giro tiene que ver con las clases de matemáticas en el Colegio San Agustín, institución religiosa donde lo inscriben sus padres —contrario a sus creencias— porque se puede ir solo caminando. A partir de la prueba de coeficiente en Gran Ciudad I sabemos que Land tiene aptitudes poco comunes hacia la literatura. Pero, del lado oscuro de la Luna, su incompetencia en las matemáticas llega a un punto que le dan dos advertencias de que sería expulsado si no pasa las siguientes pruebas. Y ocurre que Land entrega los exámenes sin responder una sola pregunta.

A Land lo expulsan del colegio y los padres no se enteran. “¿Por qué debería uno decir la verdad si puede serle beneficioso decir una mentira?”. Este era el tema de las primeras reflexiones filosóficas de Ludwig Wittgenstein, que tanto lo tenían atrapado. Fresán narrador, jocosa y dialécticamente, compara las múltiples acepciones del significado de “vaina”, la tan versátil palabra venezolana. Pasan los días, los meses, y no le dice nada a sus padres. Simula que va al colegio —se convierte en actor— y se refugia en el centro comercial Salvajes Palmeras cerca del Colegio San Agustín pero con distancia suficiente para que no lo pillen. Es el Chico Que Lee (como un freak) en unas escaleras que son como un refugio y donde siempre ve a un ajedrecista alucinado. Allí escoge su lugar para leer como nunca habrá leído el resto de su vida.

El desenlace de la mentira prolongada se produce cuando el padre llama al colegio para pedirle a Land su número de cédula —ni siquiera sabe eso como padre— para un documento y le dicen que su hijo no está en el colegio desde hace dos cursos completos. Desde ese momento un espiral de acontecimientos va borrando la vida idílica que llevaba. Lo castigan 40 días y lo obligan a quemar todos los libros de su biblioteca.

"Y acá ocurre como cuando uno lee a Moby Dick y, de pronto, de un capítulo a otro cambia la forma de lo que se cuenta a algo distinto, aunque se mantengan tramas arrastradas desde Gran Ciudad I"

Es la segunda biblioteca que pierde, la primera quedó abandonada en Gran Ciudad I. Los padres solo le permiten que lea Los elementos del estilo, cuya versión traducida sí se consigue en Gran Ciudad II. Y allí es cuando le echaron la “Big Vaina” de su vida que se convirtió en Su Caso en El Mundo. Los padres empleaban en su trabajo un lápiz de dos colores para corregir manuscritos. Azul y rojo se convierten en metáfora para distintas situaciones a lo largo de la novela: rojo para todo lo malo, azul para todo lo bueno. Land está ahora en rojo. No solo es expulsado del colegio y padecido un castigo como de la Edad Media (quemar su biblioteca), sino que en El Parque de Homeland aparece un grupo de mayores que lo toman como víctima y lo someten hasta darle palizas. Para rematar, su primera novia, Derrota (Ella) —con la que no llega a primera base— se va del país. Ella luego tendrá un papel importante grabando casetes en los que Land cuenta su vida y que reaparecen décadas más tarde en Barcelona de manos de “ella”, la hija de “Ella”, con los que se nutre el narrador para escribir el libro.

Si Land tenía diez años en Gran Ciudad I, entre diez y quince en Gran Ciudad II, se produce un salto cuántico hasta décadas más tarde en el Movimiento Tercero. Land alcanza a Land porque Land mayor siempre fue el que contó al Land de la infancia y la adolescencia. Ese narrador en primera persona ahora habla de Mi caso (antes se hablaba de Su caso).

Estamos ahora en la sierra de Collserola en su lugar de lectura y escritura en Gran Ciudad III (Barcelona).

Y acá ocurre como cuando uno lee a Moby Dick y, de pronto, de un capítulo a otro cambia la forma de lo que se cuenta a algo distinto, aunque se mantengan tramas arrastradas desde Gran Ciudad I. Esta parte tiene rasgos ensayísticos sobre formas literarias con una serie encabezados dirigidos no al lector sino al narrador mismo sobre qué hacer en distintas partes del libro. Instrucciones para sí mismo, podríamos citar, por ejemplo: Reflexionar sobre el estilo de los elementos en una pandemia; ejecutar variaciones sobre un aria; contar velozmente de qué se trata El señor de la Fortaleza; ¿Qué es un narrador poco confiable?

Land ha cumplido su palabra y no es un autor que publica libros de su propia creación (algo muy distinto, naturalmente, al autor Fresán), sino que se dedica a escribir autobiografías de otras personas. Es decir, él es un ghost-writer, un escritor fantasma. Como el pasado que está poblado de fantasmas: Land es un ghost y yo soy un writer. Y juntos somos y hacemos un ghost-writer… Yo soy un ghost-writer. Yo me convertí en un ghost-writer para así no ser un escritor pero sí poder ser un lector que transcribe”. Y aquí viene el sutil juego literario donde dice que nunca pensó que se convertiría en el ghost-writer de sí mismo, al contar la infancia y adolescencia de Land como la vida de otro, siendo la de él mismo.

"El estilo de los elementos quizás sea la cumbre de su asombroso legado, no apto para alpinistas perezosos"

Y un día está en una librería (suponemos que La Central de Mallorca por la descripción) asiste a una presentación de un libro, nada menos y nada más que de Moira Münn, luego de que sus padres —ahora moribundos— vendieron la editorial a una trasnacional. El que hace de Land se encuentra con un escritor cuyo apellido empieza con “F”, que no es otro que Fresán, y que se presenta a sí mismo de una manera algo desagradable intencionalmente. Están tomando una copa, el narrador de Land con Fresán, busca sus libros en la F. Habla de que se comenta que sus libros son difíciles de leer y de que nunca gana un premio y dice: lean el primer capítulo de ¡Absalón, Absalón!  (William Faulkner) para que vean lo que es difícil.

Fresán ha escrito una obra sobre la vida de un personaje en forma de tríptico que se suma a su ya vasta creación. Un autor singular en tiempos no singulares, un autor que rompe esquemas y que deja huella. Despliega una demencial exploración de las virtudes del lenguaje más como el estilo de los elementos que los elementos del estilo a lo largo de las setecientas páginas de la obra. La vida de una persona que, por querer leer tanto, tan enciclopédicamente desde la infancia, nos ha dejado un legado de libros asombrosos sobre la escritura y la vida del escritor pero, este, sobre todo, El estilo de los elementos, quizás sea la cumbre de su asombroso legado, no apto para alpinistas perezosos. La escalada de la montaña requiere esfuerzo. No hay nada más gratificante que la recompensa del paisaje a medida que uno asciende y la sensación de triunfo, poder observar hacia atrás, ese pasado que es infinito, desde el presente de la cima, en esta obra tan notable e inolvidable a contracorriente con las tendencias de gratificación cortoplacistas en las que se ha sumergido parte de la sociedad. Desde arriba en la montaña, al terminar un lector la última página, se aposenta en la mente la vida de Land a lo largo del tiempo. Esta es una vida que merece la pena leerla y dejarse deslumbrar no solo por la prosa prodigiosa sino por el calibre del entramado de esta gran y coherente novela que va dando giros inesperados en medio de la inmensidad de las páginas. Al lector le cuesta despedirse de Land. Y eso es lo que logran los grandes novelistas.

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Autor: Rodrigo Fresán. Título: El estilo de los elementos. Editorial: Random House. Venta: Todostuslibros.

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