Foto de portada: Alberto Román
En Úbeda, en la renacentista y formidable plaza Vázquez de Molina, a pocos metros de la magnífica Sacra Capilla del Salvador, panteón del secretario de Estado del emperador Carlos I, Francisco de los Cobos, un grupo de sufragistas, con un marcadísimo acento jienense, se deja el alma y la voz al grito de «¡queremos votar!».
—¿Ustedes quieren votar? ¡Yo quiero que el hombre llegue a la Luna! —responde un tipo disfrazado de policía inglés.
—¿Que las mujeres no mandan? ¿Y la reina Victoria? —salta otro.
—¡La reina Victoria hace lo que le dicen los hombres! —estalla una manifestante. Y, corrigiendo el error de su compañero de representación, añade— ¡Además, ahora el rey es Jorge!
—¿Y qué va a ser lo siguiente? ¿Darle el voto a un caballo?
Esta representación formó parte de las actividades de recreación de la VII edición del Certamen de Novela Histórica «Ciudad de Úbeda», que arrancó el viernes 9 de noviembre con la presentación de la novela La senda de los tercios: La batalla, de Fernando Martínez Laínez, y que finalizó este jueves 15, con la presentación de la obra De brujas, curanderas, sanadores y otras yerbas, de Manuel Martínez. Entre un acto y otro, la bella cuna de Sabina —quien, para muchos, allí sigue siendo «el hijo del comisario»— albergó un puñado de eventos literarios, entregas de galardones incluidas —a Marcelino Santiago, por la novela debutante In Civitate Regia; a Jesús Maeso de la Torre, por su trayectoria, y al ausente José Calvo Poyato, hermano de la vicepresidenta del Gobierno, por el mejor libro de este género publicado en 2017 en España—, así como recreaciones históricas, teatrales y populares, sobre las ya citadas sufragistas y sobre la I Guerra Mundial —el domingo se conmemoró el aniversario del armisticio que puso fin al conflicto—.
Mientras en mi cabeza sonaba, de un modo inevitable, la canción “Medias negras”, llegué a Linares-Baeza el viernes por la tarde-noche, y cogí el tren de vuelta a Madrid del domingo a las seis. En este intervalo de tiempo, me centré en cubrir las charlas de escritores, mas, antes de comentar estos encuentros, debo subrayar y aplaudir la pasión, la bravura —sobre todo, en el caso de las mujeres—, la precisión y la originalidad de las recreaciones históricas. El director del certamen, Pablo Lozano, cuenta a Zenda, cansado y satisfecho, que, primero: la gente se lo pasa muy bien con estas actividades culturales; segundo: la tropa se ha volcado —por ejemplo, en el caso de las sufragistas, la mayor parte de los trajes se los han confeccionado ellas mismas—, y tercero, y muy importante: no es poco el personal al que, con estas cosas, le nace la curiosidad, le pica el gusto por la Historia y/o por la novela histórica y se convierte en lector.
En cuanto a presentaciones, el viernes, en la librería Libros Prohibidos, Álvaro Arbina habló de La sinfonía del tiempo, «una novela muy viajera» que transcurre en los 50-60 años previos a la I Guerra Mundial y en la que aparecen «el Londres de Dickens, el Oxford de Oscar Wilde, el Paris de la Exposición Universal, el Congo belga de Conrad…». El novelista vasco reivindicó al libro como objeto de «oasis»: «El hecho de estar expuesto a una sola historia, en una sola información, hace que cale mejor en ti».
El sábado, en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Úbeda, el periodista David Yagüe moderó una mesa sobre novela histórica japonesa hecha en España. Intervinieron los escritores David B. Gil y Sergio Vega, quienes subrayaron la dificultad del proceso de documentación. Después, Francisco Narla presentó su novela Laín, el bastardo. El autor gallego rechazó el hiperrealismo: «La vida real nunca funciona en las novelas».
Tras una comida en la que se conversó sobre creación literaria y sobre el aceite de Jaén, Daniel Ortega y Antonio Gil hablaron sobre su Stalingrado: La historia gráfica. Les siguió Sebastián Roa, quien se ocupó de su novela Enemigos de Esparta, «una historia relacionada con la democracia y con el amor» en la que «todos los personajes, incluido Platón, son ficticios». Remató la faena Jorge Molist presentando Canción de sangre y oro: «Tiene acción y aventura. Hay amor, hay pasión y grandes personajes». Sobre la génesis de la obra, el Premio de Novela Fernando Lara 2018 dijo: «Estaba leyendo un libro de un historiador británico, y desconocía esos hechos. Tiene que venir un británico a contarnos la historia de España. Todos sabemos quién fue Ricardo Corazón de León. Este es un personaje que le supera: abrió el Mediterráneo a Aragón y a España».
En la mañana del domingo, Marcelino Santiago recibió el VII Premio de Novela Histórica «Ciudad de Úbeda» —el año pasado quedó desierto— y Agustín Tejada presentó Hispania: El sueño de un rebelde, en la que cuenta la historia de un general romano, Sertorio, que une a las tribus hispanas y se levanta contra el Senado romano. Remataron la faena Isabel San Sebastián y el ilustre zendiano Emilio Lara para hablar de La peregrina, la última obra de la primera. La periodista contó que se ha propuesto «recuperar en la Historia el protagonismo de las mujeres» y, «sin acritud», destacó que «la única mujer este fin de semana soy yo».
La jornada terminó con una recreación bélica de la I Guerra Mundial en el aparcamiento de Santa Clara y con un llamamiento a la memoria. Si en la llegada me acordé de Sabina, en el tren de vuelta me acordé de Machado: “Cerca de Úbeda la grande, / cuyos cerros nadie verá, / me va siguiendo la luna / sobre el olivar”.
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