Algún interruptor que otro debió saltar cuando Bad Boys for Life, tardía secuela de la que en España se dio a conocer como Dos Policías Rebeldes (1995), resultó un éxito. Tanto que la comedia policial protagonizada por Will Smith y Martin Lawrence se trató de la última alegría de la taquilla justo antes del cierre de la pandemia. Unos costes altos pero contenidos en el panorama actual, y la demostración de que 1) Smith seguía siendo una estrella, y 2) la fórmula del policial de colegas podría funcionar en tiempos de superhéroes, actuaron como una terapia de choque para la franquicia en una película que también generaba una moderada desconfianza por prescindir de su director habitual, Michael Bay, sustuido como aquí por los belgas Bilall Fallah y Adil El Arbi.
La misma pandemia ha motivado algunos retrasos en esta cuarta entrega, Bad Boys: Ride or Die, cuya misma existencia se vio amenazada por otro momento de acción, esta vez un bofetón: el de Will Smith al cómico Chris Rock en la ceremonia de los Oscar de hace dos años hizo dudar de que la presencia de la estrella estrellada fuera viable en una superproducción. Pero la cuarta entrega de Dos Policías Rebeldes está aquí y lo cierto es que se siente bastante cómoda con lo que es: la película de Adil y Bilall, como se hacen llamar, repite la fórmula y expande la saga a la manera de la anterior, incrementando las dosis de culebrón familiar hábilmente maquillada bajo la trama de acción policial.
Las predicciones de taquilla vuelven a ser buenas porque la fórmula es la misma: si alguien pensaba que Sony había inyectado un presupuesto mayor, éste en realidad no ha aumentado de manera sustancial. Ni falta que hace, porque Bad Boys 4 es, la mayoría del tiempo, una comedia familiar con clasificación adulta y un Martin Lawrence que, en esta ocasión, se muestra especialmente entonado con la comedia. Desacomplejada muestra de humor fálico y bastante hábil a la hora de incorporar personajes de entregas pasadas (la trama tiene trazas de Ruta suicida de Clint Eastwood) Adil y Bilall se reconocen en la película como humildes discípulos de Bay (que reaparece en un brillante cameo) atreviéndose, incluso, a retomar la idea de la malvada segunda entrega haciendo humor con cuerpos muertos, pero proponiendo también alguna solución válida en las escenas de acción… como esa que transcurre en el interior de un ascensor y que es visualizada de manera ciertamente original.
Evidentemente, hay veces en las que Bad Boys: Ride or Die no puede evitar evidenciar que no es la anómala y diabólica segunda entrega, o dicho de otro modo, que no es un filme de Michael Bay, como en esa persecución de coches más bien pobre en la que, no obstante, el músico Lorne Balfe decide rendir homenaje a la brillante partitura de la primera película, obra del últimamente desaparecido Mark Mancina. Pero al final, con su recurrencia al humor vicioso y con ese hábil manejo de personajes más propio de un drama televisivo para la gran pantalla (en la película hay una boda, una redención, hijos y padres vengativos…todo un histérico folletín) la película se erige en una bonita encarnación de ese tipo de secuela de acción que el niño de El último gran héroe devoraba en bucle en el vetusto cine de Robert Prosky. Bad Boys 4 no es Jack Slater IV, pero se le parece en su apuesta por la buddy movie sin disculpas y una corrección política en la línea de lo aceptable, pero siempre manoseando las fronteras de lo incómodo.
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