El Bailey’s Café se encuentra en Nueva York, Etiopía o en el fin del mundo. Hasta él llegan personas de todas las épocas y procedencias, especialmente mujeres, pero todas comparten un pasado de sufrimiento y marginalidad, son prostitutas, drogadictas, bisexuales y pobres. Hacen parada en este lugar de paso para descansar y llenarse el estómago con una deliciosa tarta de melocotón. Si Nadine se encuentra de humor, con el plato del día si es entre semana, o con cualquier combinación gastronómica que se les antoje si es fin de semana. Después continúan con su vida o se dirigen a la nada de la parte trasera del bar si ha llegado el momento de poner fin a su camino. En este limbo se encuentran con figuras bíblicas como Eva, la virgen María o María Magdalena, pero no existe el pecado ni un dios que juzgue ni otorgue perdón, solo el reconocimiento de que todas las melodías deben ser escuchadas, también las discordantes o desafinadas.
El dueño del café —que en realidad no se llama Bailey, como muestra de que Naylor rompe con cualquier tipo de etiqueta— y su esposa Nadine sirven de hilo conductor para unos relatos interconectados. Estos narradores se encuentran en un país en transición después de la Segunda Guerra Mundial, marcado por la lucha de los derechos civiles y las demandas de las mujeres que se incorporaron al mercado de trabajo durante la guerra, en un momento en el que la segregación comienza a desaparecer, pero solo en apariencia. Un ejemplo es el béisbol, al que el dueño del Bailey’s Café es tan aficionado, donde los equipos comienzan a ser mixtos, aunque los directivos, administradores, entrenadores y las personas que observan el partido desde el palco continúen siendo exclusivamente blancas.
El regente de la cafetería nos va presentando a sus clientes, pero se retira para dejar que cada uno de ellos cuente su historia en primera persona. La mayoría son mujeres que se han enfrentado a la violencia y a los abusos de los hombres, que han sido discriminadas por su color de piel y por ser pobres. La excepción es Miss Maple, un hombre que procede de una familia rica y ha podido cursar estudios superiores, pero que también sufre discriminación por ser una persona negra. A Miss Maple, antes llamado Stanley Beckwourth Booker T. Washington Carver, su padre lo educó para que ignorase las malas miradas y centrara su atención en la poesía y en la belleza del mundo, por eso puede defender su negativa a ir a la guerra a pesar de la pena de tres años de cárcel y pasearse llevando un vestido sin importar las reacciones que levanta a su paso. En cuanto a Nadine, ella nos introduce una de las historias que no puede ser contada por ningún hombre, la de una niña víctima de la mutilación genital femenina que llega hasta ellos embarazada y que lo cambia todo amenazando con arrojar algo de luz a ese limbo en el que reina la oscuridad.
El libro de Naylor funciona como una improvisación de melodías al más puro estilo jazzístico, es mágico y sorprendente, vertiginoso y dulce, habla de dolor y pasión, de un pasado de desigualdades y de un presente de lucha. Hoy en día no faltan los motivos para seguir visitando el Bailey’s Café y los seguirá habiendo hasta que no desaparezca la desigualdad. Mientras eso ocurra, los libros seguirán siendo el mejor refugio.
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Autora: Gloria Naylor. Título: Bailey’s Café. Traductora: Regina López Muñoz. Editorial: Arde. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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