En septiembre, dentro de las actividades del festival Alicante Noir, participé en una mesa redonda muy interesante que venía a titularse “Quinquis y drogas” (en la novela negra, se sobrentiende). Estuve acompañado por Ulises Bértolo, autor de La dama del norte, un thriller cuyo protagonismo recae en una niña asturiana hija de mineros que termina por hacerse narcotraficante, y por Nuria M. Deaño, autora de una primera e inquietante novela cuyo protagonismo encarna un chico que se ve atrapado en las redes de la heroína. Si a esto añadimos Narcopiso, mi última novela, la tertulia estaba servida.
Si tenemos que hablar de un pionero del género negro español, irremediablemente tenemos que hablar de Mario Lacruz y su novela El inocente (1953), que ganó el premio Simenon, fue traducida a varios idiomas y se adaptó al cine. Incluye numerosos elementos sociales utilizando una narrativa de frases cortas que da ritmo a la obra y destaca la mala praxis de los policías de la época. Destaca la indefensión del protagonista ante el sistema en un ambiente opresivo en donde no se restaura el orden. Podemos considerarla el germen del género negro en España.
Hay un autor catalán pionero a la hora de componer tramas negras. Es Rafael Tasis y su libro Es hora de terminar (1956), una historia en la que continúa con el comisario Jaume Vilagut y el periodista Francesc Caldes, personajes de su anterior novela, La Biblia valenciana (1955), que podemos considerar una novela enigma. Sin embargo, podríamos englobar la segunda entrega dentro del género negro debido a la sordidez de escenarios y personajes.
Siguiendo la estela catalana nos encontramos con el gran Manuel de Pedrolo, que situó en Barcelona atracos y otros delitos que hasta entonces solo se cometían en novelas o películas que nos hablaban de ciudades como Los Ángeles o Nueva York. También lo hacen posteriormente Jaume Fuster o Maria Antònia Oliver, entre otros.
En el terreno ensayístico hay que destacar una obra en la que el propio delincuente Eleuterio Sánchez, alias “El Lute”, originario de una verdadera familia quinqui, publica en tono autobiográfico Camina o revienta en 1977. Dos años más tarde, y ante el éxito de la primera, sale una segunda parte titulada Mañana seré libre. Ambas obras fueron publicadas mientras El Lute estaba aún en la cárcel. Los dos libros serían adaptados al cine por Vicente Aranda, en 1987 y 1988.
En la crook story española terminan por entrar los mal llamados quinquis. Y digo «mal llamados» porque los verdaderos quinquis eran un grupo social (que no étnico), que practicaban el nomadismo obligados por diversos conflictos y catástrofes y que se dedicaban básicamente a reparar quincalla (de aquí la palabra quinqui). Algunos de estos quinquis, ante el hambre y la falta de recursos, robaban gallinas o cualquier otra cosa, lo que hizo que se asociara la palabra «quinqui» a ladrón. Cuando la heroína entro a formar parte de la cotidianidad de la juventud de los ochenta se produjeron atracos para financiar el coste de la droga y la palabra «quinqui» se asoció definitivamente a aquellos jóvenes, a lo que contribuyó de forma decisiva el denominado “cine quinqui”.
En este sentido, posiblemente la primera novela en donde aparecen estos jóvenes es en la magistral Prótesis, en 1980, de Andreu Martín, y que llevaría al cine Vicente Aranda en 1984, rebautizando la obra para la gran pantalla como Fanny Pelopaja. La novela narra la historia de un delincuente y sus amigos, que por un episodio dramático del pasado viven obsesionados, sobre todo uno de ellos, con el policía que se cruzó en su camino.
Un año más tarde, José Luis Alonso de Santos escribía la pieza teatral La estanquera de Vallecas, que es la historia de un atraco. Eloy de la Iglesia, el prolífico director de cine quinqui, la llevaría al cine en 1987. Fue una de las últimas apariciones en la gran pantalla de “El Pirri” antes de su muerte por presunta sobredosis, delincuente del madrileño barrio de Canillejas que, como a tantos otros, el éxito del género convirtió en actor.
Hay que destacar el ensayo autobiográfico novelizado del preso Xosé Tarrío, Huye, hombre, huye: Diario de un preso FIES, que se publica en 1997 y es una de las pocas novelas carcelarias españolas.
En 1998 se publica Ciudad rayada, de José Ángel Mañas, en la que Kaiser, el protagonista, se gana la vida como camello de cocaína y pastillas y nos ofrece una visión distorsionada de una ciudad nada amable. Forma parte de la “pentalogía Kronen”, que Mañas cerró brillantemente en 2019 con La última juerga.
Francisco Casavella (pseudónimo de Francisco García Hortelano) sorprendió con la brillante El día del Watusi (Los juegos feroces) en 2002. El protagonista, Fernando Atienza, vive con su madre en las chabolas de la montaña de Montjuïc, residencia de emigrantes y refugio de malhechores, en los últimos tiempos del franquismo.
Después de un periodo en el que parece que los derroteros novelísticos van más por el terreno de la novela enigma llegó Alexis Ravelo con La estrategia del pequinés en 2013. Tuve el honor de ser yo quien se la presentara en Madrid, en la emblemática librería Estudio en Escarlata. La historia nos cuenta cómo planean un atraco cuatro perdedores de libro. Elio Quiroga la adaptó al cine en 2019.
En 2014 soy yo el que publico mi primera novela negra, titulada Yonqui, y en ella cuento la historia de “el Botas”, un yonqui de 16 años en tiempos de la Movida Madrileña, narrando en primera persona, ya que me interesaba el lirismo y los sentimientos del personaje, así como el empleo de la jerga.
Ese mismo año de 2014, Dani Oca Fidalgo publica Ansiedad, una novela colosal y autobiográfica en la que el autor cuenta sus propias andanzas desde el punto de vista de su experiencia con la heroína y otras drogas.
En el mismo año se publica Apaches, de Miguel Sáez Carral, una novela que nos cuenta la historia de Miguel, un hombre joven con su vida hecha, pero que volverá al barrio para protagonizar junto a su amigo Sastre una espiral de atracos como consecuencia del endeudamiento del padre debido a una estafa. Daniel Calparsoro, Alberto Ruiz Rojo y Miguel Ángel Vivas la adaptarían a serie cuatro años después de publicarse la novela.
En 2015 es Montero Glez quien sorprende con su novela Talco y bronce, una historia en donde se narra la corrupción de mafias policiales en los años ochenta a través de una banda de jóvenes atracadores liderados por el Chuqueli y su novia la Malata.
Esa maldita pared es una novela autobiográfica de Flako escrita desde la cárcel. Se publica en 2019 y en ella narra cómo llegó a hacerse un experto en atracar bancos entrando desde las galerías de las cloacas.
En ese mismo año, Esther García Llovet publica Sánchez (Premio Memorial Silverio Cañada 2020), una excelente novela que cabalga entre el realismo sucio y la novela negra, que nos cuenta cómo Nikki propone a Sánchez que la ayude a entregar un galgo de nombre Cromwell a una italiana que se dedica al negocio de las carreras, mostrándonos un Madrid de extrarradio, de timbas, bingos, gasolineras de la M30, Casa de Campo y bares perdidos en la nada.
Volviendo al ensayo, en 2020 Iñaki Domínguez publica Macarras interseculares, una historia de cuando los macarras poblaban los parques y los garitos de todo tipo, que constituye toda una investigación antropológica en toda regla.
Todos me llaman Ful, publicada en 2022, es la segunda parte de Ful, títulos con los que el autor, Rafa Melero, se infiltra narrativamente en el terreno de la delincuencia.
También en 2022 se publica La banda, enésima novela de la saga Bellón, del gran Julián Ibáñez. En sus novelas podemos encontrarnos, además de al personaje protagonista, antihéroe de libro, todo tipo de fauna rural y urbana, personajes que delinquen o que están al límite, chulos, prostitutas, ladrones, jugadores o policías corruptos.
No están todos los que son, desde luego, pero creo que he logrado hacer una lista cronológica bastante significativa de obras pobladas por los otros, por “los malos”. Algunas de ellas están descatalogadas y la mayoría no tuvieron el éxito que merecían. Este tipo de literatura, por su crudeza y por su estructura, no es mayoritaria, desgraciadamente. Hay una mayoría de lectores que prefiere novelas comerciales protagonizadas por héroes, novelas en las que ganan “los buenos”, historias, en definitiva, en las que se restablece el orden. La vida no es así, pero esos lectores, obviamente están en su derecho de que les guste lo que ellos decidan. Faltaría más. A mí me gusta más la otra literatura. Narrativamente me da mucho más juego. Además, me hace pensar y reflexionar. Y me hace sentirme vivo.
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