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Baltasar Porcel y el arte de la entrevista literaria

Baltasar Porcel y el arte de la entrevista literaria

Hay pocas personalidades en el periodismo de la segunda mitad del siglo XX tan atractivas como la de Baltasar Porcel. Despertó grandes adhesiones y no pequeñas animadversiones. Lo que no se le puede negar es que revolucionó el periodismo —la literatura ya es otro cantar— en los últimos años del franquismo y los primeros y titubeantes pasos de la democracia.

La historia de este personaje tan singular —tan bien y tan sobriamente retratado por Sergio Vila-Sanjuán en El joven Porcel (Destino)— es la de la vida cultural catalana de los años sesenta y setenta. Y, por ende,  de la vida cultural española. Con frecuencia se olvidan aquellos tiempos —hoy tan lejanos—, en los que Barcelona fue la capital cultural del país. Y en los que cualquier iniciativa culta pasaba por los despachos de las grandes editoriales, por las incómodas y placenteras aglomeraciones de Zeleste, o los confortables sofás de Bocaccio. Baste como muestra el hecho de que los grandes del boom latinoamericano tuvieron que entrar en España por la puerta de Barcelona. El páramo de Madrid estaba encerrado entonces en sus grises miserias funcionariales. Barcelona, en cambio, era una juerga en que la que había más ambiente que en la fiesta parisina de Hemingway.

"En la obra de Porcel es indisoluble lo periodístico de lo literario. Porcel fue muy incoherente en muchos aspectos, pero inflexible en ese sagrado precepto"

No sé en Barcelona, pero en Madrid estamos en deuda con Vila-Sanjuán. Ahora que llevamos vidas paralelas —a pesar del puente aéreo—, nos acerca en su historia de Porcel una historia que es la nuestra. La de los premios Planeta y Nadal, la de Lara y Vergés, la del renacimiento del catalán, la de los escritores catalanes en español (Terenci, Marsé,…), la de cuando Barcelona estaba más cerca de París que de Madrid. Cuánto se echa de menos aquel tiempo hoy, en que esos 627 kilómetros no los salva ni el AVE.

Pero aquí hemos venido a hablar de la prensa. De aquellos años en que leer la revisa Destino era obligatorio en todos los rincones de España si queríamos être à la page. Y hemos venido a hablar del Porcel periodista. Bien es cierto que en la obra de Porcel es indisoluble lo periodístico de lo literario. Porcel fue muy incoherente en muchos aspectos, pero inflexible en ese sagrado precepto.

De las inabarcables facetas periodísticas de Porcel —enviado especial al extranjero, crítico literario, articulista político— me quedo con su maestría en un género muy concreto: la entrevista.

La grandeza periodística se la debe Porcel, en gran medida, al editor Josep Vergés. Tras devolverle dos textos de la serie Viajando por España, le da un consejo que debería recibir todo reportero el primer día de trabajo. Le reclama «artículos más vivos y que susciten comentarios». Recuérdese que dar que hablar fue la función de la prensa desde sus inicios en los salones parisinos.

Porcel ya había destacado entonces por sus entrevistas en Serra d’Or, revista editada por los monjes de la Abadía de Montserrat. «Un magno proyecto periodístico, a la vez que una plataforma de lanzamiento para su autor»,  en palabras de Vila-Sanjuán. La referencia más próxima pueden ser los Incontri de Indro Montanelli en Il Corriere della Sera. Vergés consigue llevarse los Encuentros de Porcel a la revista Destino. Son «textos propios y opiniones personales con declaraciones del entrevistado», en su definición más simple y exacta. Entrevista, perfil, retrato… ¿Qué más da? Es la personalísima fórmula Porcel la que arrebataba a los lectores.

"Cuando se muda a La Vanguardia, abandona el género de la entrevista, aunque no el estilo"

Sumando las referencias en el libro, conseguimos una definición aproximada de sus Encuentros. «Sabía retratar a los personajes y la realidad que los rodeaba con un aire decididamente poético o literario». Trabajaba en la línea descriptiva inaugurada por Josep Pla en sus homenots, «con pinceladas impresionistas» y «mirada escrutadora». Son entrevistas «extensas y minuciosas» que acaban por ser un «texto literario». «El modo y la forma de confeccionarlas las aproxima al estilo del cuento o del relato corto convencional, donde Porcel pone en marcha una serie de mecanismos y técnicas propias de la narrativa breve».

«El “yo” entrevistador es muy fuerte y sólido —explica Vila-Sanjuán—; a menudo planta cara al entrevistado o polemiza abiertamente con sus opiniones. El esquema de trabajo generalmente incluye un arranque en el que Porcel obliga al personaje a definirse y valorar su propia obra, luego hablan de temas generales y al final tocan el tema peninsular, y muy a menudo el encaje Cataluña-España, tanto entre figuras catalanas como del resto de la península».

Porcel, que como ya se ha dicho escribe sobre él mismo además del entrevistado, incluso se autorretrata en el momento del encuentro. “Llevo un magnetofón que pesa dos o tres arrobas, una máquina de retratar” —se puede leer en la entrevista realizado con el poeta Josep Carner en Bruselas—, “una cartera de mano, una Guide bleu y tres periódicos que se me caen de los bolsillos”.

"El joven Porcel está plagado de lecciones de buen periodismo. Recupera una época no tan lejana de desbordante riqueza cultural"

Cuando se muda a La Vanguardia, abandona el género de la entrevista, aunque no el estilo. Inaugura la sección Los trabajos y los días. Allí aborda “lo que podríamos llamar” —aclara— “los trabajos catalanes”, es decir, hechos, hombres de Cataluña, del riguroso presente o del ayer…”.

Vila-Sanjuán cuenta que «la primera entrega se titula «El regreso de Eugenio D’Ors» y es una clara muestra del estilo «palo y zanahoria» que acabará siendo característico del autor: un balance de pros y contras expresivamente argumentado y minuciosamente documentado». Así, no evita recordar la querencia del escritor por el uniforme falangista, que provocó que fuera confundido con un bombero, o su «engolado barroquismo», o «su enfática sabiduría y autocomplacencia», a la vez que reconoce que ha sido decisivo en la cultura catalana moderna.

El joven Porcel está plagado de lecciones de buen periodismo. Recupera una época no tan lejana de desbordante riqueza cultural, en la que el destino del periodismo y de la literatura era compartido.

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¿Por qué fue tan importante Destino?

Baltasar Porcel realizó una importante labor de acercamiento entre Cataluña y el resto de España. Quizá el gesto más significativo fuera la publicación simultánea de sus artículos en La Vanguardia (el acorazado de la calle Pelayo) y el ABC (el acorazado de la calle Serrano). Vila-Sanjuán recoge en su libro este texto de Porcel sobre la función desempeñada por la revista Destino como vía de comunicación de Cataluña y el resto de España.

«¿Por qué fue tan importante, desde 1940 hasta el setenta, la revista Destino, de la que Vergés sería el decisivo hacedor? Porque fraguó un territorio mental y una complicidad social formadas por la cultura, una Europa democrática, la Cataluña “bien entendida” tras una gozosa Barcelona, el talante dialogante. Así, las clases medias catalanas tuvieron un espacio íntimo que correspondía a la tradición que habíamos forjado desde mediados del XIX, y que durante el franquismo contrastaba con el mundo oficial, su ordenancismo. Y que para las minorías más sensibles y del resto de España resultó la exportación de una imagen de civilización, quiero decir a repelo del carpetovetonismo del imaginario imperio panzudete y de la berza venerado por Franco, Falange y los suyos.»

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Autor: Sergio Vila-Sanjuán. TítuloEl joven PorcelEditorial: Destino. VentaTodostuslibros y Amazon

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