Barcelona es una fiesta

En un verano de 1969, el sello Tusquets publicó el que sería el primer libro de su catálogo: Residua, de Samuel Beckett. A los pocos meses, el irlandés recibió el Nobel de Literatura. Desde entonces, la editorial fundada por Beatriz de Moura junto a su primer marido Óscar Tusquets se ha mantenido como un sello de referencia que acoge en su catálogo más de 300 autores españoles y extranjeros, desde Milan Kundera, de quien Moura es traductora, hasta premios Nobel como Gabriel García Márquez, Octavio Paz o Nadine Gordimer.

En los jardines de Torre dels Lleons, Beatriz de Moura recuerda aquellos años rodeada no sólo de aquellos autores que impulsó y que se dispersan entre el patio lleno de árboles y luces —Almudena Grandes, Luis Landero, Fernando Aramburu o Leonardo Padura—. La acompañan los que durante años han trabajo con ella, día a día: libreros. Acudieron desde los más jóvenes, Alfonso Tordesillas y Gonzalo Queipo, de Tipos Infames, hasta avezados prescriptores como Lluís Morral, de Laie; Montse Serrano, fundadora de la Librería +Bernat y Lola Larumbe, la mujer que capitanea esa nave llamada Librería Alberti.

Micrófono en mano y acompañada de Juan Cerezo, su sucesor en la dirección editorial de Tusquets, Beatriz de Moura echa la vista atrás. Comenzó con un capital de 1.600 euros y la experiencia que había ganado en Lumen con su cuñada Esther Tusquets, con la que sostuvo una intensa al tiempo que complicada convivencia. Cuando emprendió su propio proyecto los recursos eran muy pocos y la posibilidad de naufragar era mayúscula, y por eso Beatriz de Moura hizo una llamada de auxilio a Gabriel García Márquez, quien le cedió Relato de un náufrago, un reportaje por entregas en el diario El Espectador y que funcionó como un salvavidas. Ella misma las mecanografió una a una y las publicó en la colección Cuadernos Marginales.

Moura, quien había pasado parte de su infancia en Argelia, editó también a Albert Camus y se convirtió, por exigencia del propio escritor, en la traductora de Milan Kundera. Poco a poco fue incorporando a su catálogo autores como Czesław Miłosz, Arthur Miller, John Irving, Thomas Pynchon, Nadine Gordimer, Andy Warhol, Woody Allen, Marguerite Duras… En literatura hispanoamericana incluyó nombres como Vargas Llosa, Reynaldo Arenas, Juan José Arreola, Severo Sarduy, Julio Ramón Ribeyro, Bioy Casares o Silvina Ocampo.

Una generación completa de escritores españoles creció dentro del sello Tusquets. Impulsó a Javier Cercas, que dio el gran salto con Soldados de Salamina; también a Almudena Grandes, Luis Landero, Ramiro Pinilla, Antonio Orejudo, Rafael Reig y Fernando Aramburu, quien ha publicado toda su obra con Tusquets, desde aquella primera Fuegos con limón, en 1996, a aquella primera tirada de cien mil ejemplares de Patria, que a día de hoy ha sobrepasado el millón de ejemplares vendidos.

Discreto, vestido con unas zapatillas Adidas azul marino y vestido con una sobria americana azul, Fernando Aramburu escucha a Beatriz de Moura. Lo hace apoyado sobre una de las balaustradas, desde donde puede verse el jardín lleno de invitados, editores, periodistas, scouts, agentes… “Ver mis libros en la colección Andanzas ha sido el regalo más grande que me han dado”, ha dicho sobre Tusquets el escritor donostiarra sobre ese sello en el que ha publicado toda su obra, incluyendo la más importante de sus novelas. “Sigo en mi fase de agradecimiento hacia Tusquets y siento que Patria formó parte de ese agradecimiento”.

Ante un fotomatón posan los invitados, desde los autores señeros de la casa hasta periodistas, libreros y editores. Cada uno elige entre las cubiertas que enmarcarán su foto, algunas de ellas de novelas míticas como La insoportable levedad del ser, de Kundera, hasta El amante, de Marguerite Duras. Algo crepita en el ambiente, un calor de verano y fiesta que en esta Barcelona despejada ensanchan las ganas de leer y escribir. Hace ya siete años que la editorial Tusquets pasó a formar parte de Planeta —que concentra más de 50 sellos, entre ellos Seix Barral o Destino—. Se trataba de un acuerdo es de asociación —y no directamente una compra—, que ha permitido al sello mantener su personalidad literaria, así como uno de sus eventos más importantes, entre ellos su tradicional premio de novela.

Desde entonces, Juan Cerezo Juan Cerezo, quien trabajó con Moura durante más de veinte años es, se ha convertido en el motor de la editorial. Hombre de sonrisa contagiosa, Cerezo no sólo ha mantenido el legado de Moura, ha agigantado un catálogo de manifiesta solvencia literaria, desde la ya mencionada Patria de Aramburu, los galdosianos epidosios de una guerra interminable de Almudena Grandes o la sólida literatura de Luis Landero hasta firmas como uno de los más recientes Goncourt, Éric Vuillard. Sopla el viento de la tarde sobre las velas de una tarta, el medio siglo de un sello que, como la Anagrama de Herralde, cumple cincuenta años con la juventud de aquellos años díscolos, en los que una mujer puso en marcha una nave editorial  que durante décadas ha navegado, y no siempre con viento a favor, en los mares más literarios.