Tras vender mas de 100.000 ejemplares con las ocho entregas de Erik Vogler, la escritora y profesora Beatriz Osés vuelve a dejar claro que el noir inteligente y trepidante también es para los jóvenes con Albert Zimmer, la primera entrega de una nueva saga nacida tras la petición de uno de sus alumnos.
«Intento esmerarme porque pienso que me tiene que gustar a mí, y tengo casi 50 años. Me siento muy cercana a mi infancia, la recuerdo muy bien, pero tengo la perspectiva de los 48 años y cuando escribo necesito pensar en que si una persona se va a aproximar a mi libro no me lo va a tirar a la cabeza», cuenta esta madrileña (1972) que el pasado año tuvo que dejar de dar clases para dedicarse por completo a la literatura.
Y lo tuvo que hacer porque Osés tiene la capacidad de escribir «siete libros en un año», una virtud de una mente creativa capaz de construir un universo como el que muestra en Albert Zimmer: La bruja de Berchtesgaden, la primera entrega de una trilogía cuyo segundo tomo —El asesino de los sentidos— saldrá a la venta en noviembre.
En este primer volumen Osés se mete de lleno en el personaje de Albert, un joven que represente la «valentía, la osadía de la juventud, el atractivo y el lado oscuro». Un personaje que contrasta con el de Erik Vogler, quien simboliza las obsesiones, los miedos y las inseguridades. Así, con un trasfondo en el que tendrá que resolver el crimen de dos adolescentes, da a conocer a este personaje del que «apenas» había hablado durante la anterior colección. «Creo que es ése el motivo por el que los lectores querían conocerlo más, porque era muy misterioso y con secretos y eso siempre atrae», afirma pese a reconocer que también se trata de un personaje con el que lleva «conviviendo» ocho años.
Es un adolescente con alma de criminólogo que le ha puesto en bandeja también la posibilidad de cambiar la voz narrativa: «Narro en primera persona a través de Zimmer porque estoy tomando a este personaje como una especie de filtro para contar el caso, la investigación. Este filtro me sirve para ver a través de sus ojos, al contrario que con Vogler, que era un narrador en tercera persona».
Es un estilo narrativo más propio del noir, porque normalmente son los encargados de resolver el crimen o la desaparición los que nos meten en vena la tensión de la trama con la narración minuto a minuto de los pasos que dan. Y si encima lo hacen con un lenguaje pulido, sintético, «donde no sobra nada», los lectores se sumergirán con más facilidad en la historia.
«No me detengo demasiado en las descripciones, me gusta el minimalismo, los adverbios y adjetivos tienen que estar seleccionados porque son como las joyas, se puede elegir una o dos pero no te puedes poner todas a la vez. A veces en los escritores que solo escriben para adultos se produce un exceso de adjetivación que consigue el efecto contrario al que se busca, lo hacen denso. Y yo huyo de todo eso, prefiero la sencillez, que no la simplicidad», expone.
En este sentido, en esa división tan negativa que se hace entre los autores para adultos y los autores para niños y adolescentes, Osés lo tiene muy claro: «Muchas veces me encuentro con gente que en gran medida, sin darse cuenta, menosprecia la inteligencia de los niños y los jóvenes, y sí que advierto un menosprecio por parte del público en general de lo que es la literatura infantil y juvenil, y nuestro trabajo y forma de crear», lamenta. Por eso con estas novelas de misterio y fantasía Osés va más allá y mete golpes de humor a través de los numerosos diálogos que pueblan las páginas.
«Eduardo Mendoza ha influido en mi forma de escribir las novelas de Erik Vogler y Albert Zimmer, sobre todo en el hecho de que en todos los libros acaben hechos un cuadro, esto proviene de los libros de Mendoza. Muchas veces se sobreentiende que si provocas la risa quizá es porque seas un escritor menos serio, pero yo cada vez valoro más a las personas con sentido del humor», concluye.
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