“¿Quién me compra esta hermosa mañana?”, cantaban en el musical Oliver!, de Lionel Bart. “¿Quién le pondrá un lazo y la meterá después en una caja para regalármela a mí?”. Nadie, evidentemente: es imposible.
O lo era, porque Susana Rizo lo ha hecho.
“Ya está éste desparramando ditirambos”, dirán. Pues no. Colaboradora habitual de esta casa, Susana Rizo ha condensado la belleza y la magia de unos instantes fugaces y, si no en una caja, los ha metido en un primoroso relato titulado Las vidas que te prometí. No contenta con eso, se ha alzado con el premio Feel Good que desde hace cuatro años convocan Plataforma Editorial y la Obra Social de La Caixa.
Llama la atención que las reseñas biográficas dedicadas a esta barcelonesa más barcelonesa que la dama del paraguas destaquen su profesión de bibliotecaria y documentalista, así como su circunstancia de licenciada en artes, cuando lo que es de verdad es una recia montañera que pasea por el Pirineo como por el pasillo de su casa. Una recia montañera catalana, todo un título, habituada al trato con unos tiparracos sin duchar que lo mismo suben al Aneto a darse panzadas que al Anapurna a dejarlo perdido con sus propios huesecillos. Tipos duros y enjutos como ella y su texto.
Las vidas que te prometí es un embridado relato de menos de doscientas páginas que se lee en dos minutos y que aliña el lirismo de un beso fugaz con la contundencia de un izquierdazo en el hígado. A base de sentimentalidad sometida y precisión en el adjetivo, Las vidas que te prometí termina conmoviendo. Escuetas e intensas, estas vidas constituyen un relato de los que, si absorben al leerlos, no se olvidan al acabarlos. Susana muestra un envidiable talento a la hora de encontrar momentos que pasan inadvertidos cuando suceden, porque parecen sin importancia, y que el tiempo deja encendidos en la memoria para acabar dando sentido a una vida.
Aclararé que Susana Rizo es vieja amiga, pese a no ser uno montañero (las montañas, de lejos y en las postales), así que mi entusiasmo, si bien sincero, podría no tener valor jurídico. Aunque, fuera de la rigidez jurídica, digo yo que contará. La admiración y la amistad no garantizan que alguien escriba una pequeña gran novela, pero en este caso ha sido así, qué se le va a hacer. Mi entusiasmo se debe a la sorpresa que me produjo el texto cuando aún era un borrador que ni siquiera tenía título y que meses después me vuelve a llegar bellamente acabado y editado, aunque sea con un par de sonoras catalanadas. Servidor recuerda aterrado cómo una vez ubicó un conocido municipio de la provincia de Salamanca en la de Valladolid. ¿Qué forzado de la cuartilla no ha metido la gamba nunca? Me llega también con una cubierta que, a mi modo de ver, no hace justicia a la prieta intensidad de su contenido. En fin, para gustos los colores. Pero sobre todo me llega con la etiqueta de premiado en una convocatoria que puede presumir de seria. De ir sin apaños a lo que va. A buscar la literatura de los buenos sentimientos.
Las vidas que te prometí es una fábula moderna sobre el paso del tiempo, el valor de la amistad y la importancia de lo mínimo en la construcción de lo máximo. Una joyita levantada por un alma de extraordinaria sensibilidad, por un lado, y no menos extraordinaria habilidad a la hora de condensar una mirada, a la postre salvaje, sobre acontecimientos en apariencia nimios. Así que a uno, que es gato viejo y escaldado, le sorprende que haya recibido un premio con semejante nombre, Feel Good, cuya convocatoria asegura buscar “textos que nos hagan reír” y también que “ayuden a ver la vida con alegría”. Y es que en Las vidas que te prometí hay de todo, salvo jolgorio. No es que destile amargura, por Dios, para nada, pero ni mucho menos risas ni, desde luego, blandura. Y mira que lo tenía fácil con un argumento que desarrolla la extraña amistad de una sensible octogenaria con un crío de cinco años no menos sensible. Al contrario, lo que destila es dura aspereza. La infrecuente y luminosa aspereza de quien conoce de primera mano la regla del juego. Una dura regla y también un concepto revertino que en lenguaje de andar por casa podría traducirse por sentido de la vida y consistir simplemente en afrontarla con el mítico valor del Guerra, “Guerrita”, y la proverbial moral del Alcoyano. Haciendo, como suele decirse, de tripas corazón, vaya. En fin, que me lean Las vidas que te prometí. Y ya verán lo que es bueno.
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Autor: Susana Rizo. Título: Las vidas que te prometí. Editorial: Plataforma editorial. Venta: Amazon
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