Spin-off y a la vez precuela de la exitosísima La casa de papel, la aquí presente Berlín se lleva todo el andamiaje de una serie de robos al terreno de la comedia romántica. Y lo hace con una caradura y sentido de la impostura similar a la de su personaje titular, que desde luego hay que saber interpretar y disfrutar. Si así lo hace o decide, sus ocho capítulos proporcionarán un buen rato con su esperado estreno en Netflix. Si no… bueno, entonces es enteramente su puñetero problema, como seguramente diría el propio Berlín.
Interpretado de nuevo por Pedro Alonso, el pintoresco ladrón se embarca en un robo en la ciudad de París en compañía de un equipo distinto, comandado por él mismo. El buen juicio de Álex Pina y Esther Martínez Lobato, creadores de ambas series, es no permitir que el exceso de personalidad del protagonista sature al espectador, repartiendo su presencia y las subtramas con el nutrido reparto de secundarios que comandan Tristán Ulloa o Michelle Jenner, entre otros. Berlín, no obstante, logra que todas estas derivadas surjan de la trama troncal del robo a la casa de subastas, lo que manifiesta un cierto orden e ideas claras al margen de la (aparente) anarquía visual del producto.
La serie, con un espíritu más ligero y gamberro que La casa de papel, de nuevo pide a gritos que nos olvidemos de las implicaciones morales de jalear a un grupo de ladrones. Lo hace, la verdad, con mejor suerte, potenciando la faceta enamoradiza y paródica de los personajes pero conservando aquello que gustó de la serie original: lustrosos escenarios, conocimiento de los tropos del género y afán de divertir por encima de todas las cosas. En este punto, la acción es funcional y adictiva, la voluntad de jugar con el montaje para animar al espectador una constante, y el enredo decora todo el devenir de los ocho capítulos sin que el interés decaiga.
Que Berlín haya dejado de ser un personaje peligroso a una suerte de Pepe Le Pew solo puede ser una decisión voluntaria de Pina y Martínez Lobato, en tanto la acción se desarrolla en el mismo París que las aventuras de la enamoradiza mofeta de Warner Bros, siempre a la búsqueda de su gatita. Se trata de una broma tan subterránea como el propio atraco pero que el actor Pedro Alonso parece comprender con sus constantes inflexiones de voz, destinadas a desdramatizar totalmente la heist series que estamos contemplando. La reformulación de Berlín como amante desdichado que se retroalimenta de sus obsesiones es, si así queremos tomarlo, un verdadero acierto.
Resulta un tanto cansino, sin embargo, que una selección musical que se pretende muy hardcore y punkie (pero que solo resulta prototípica y cándida, por tópica) parezca tener en todo momento el protagonismo a la hora de impulsar los clichés de la acción (algo que funciona muy bien, sin embargo, cuando apuesta por desdramatizar de manera irónica ciertos apuntes del relato). Pese a que los personajes son clichés en sí mismos, la trama, pese a típica, está lo bastante bien construida como para confiar en ella. Berlín es, no obstante, una entretenida serie que satisfará a los fans de La casa de papel y que a la vez funciona de manera totalmente independiente de la misma.
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