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Berta Ares: «La personalidad de Joseph Roth es fascinante»

Berta Ares: «La personalidad de Joseph Roth es fascinante»

Foto de portada: Marco Senesi.

La escritora Berta Ares ha emprendido de la mano de la editorial Acantilado un viaje fascinante, un regreso a la Europa de los convulsos años 30, a los últimos coletazos del periodo de entreguerras para acercarnos la figura de un escritor inolvidable: Joseph Roth. El que fuera padre póstumo de La leyenda del santo bebedor fue un personaje fundamental de la intelectualidad del primer tercio de siglo, alternó con los grandes escritores —Tolstoi, Proust, Zweig…— y pensadores —Arendt— de nuestra contemporaneidad.

Berta Ares emprende con este libro un viaje personal y memorable a la obra de Roth y al contexto en que este la escribió. Esta obra se sostiene sobre la emoción que el legado de Roth deja en sus lectores y sobre los interrogantes que la lectura reflexiva de sus textos suscita. El resultado de dar respuesta a las múltiples cuestiones sobre el conjunto de su obra, sobre los significados que subyacen en cada una de sus ficciones es La leyenda del santo bebedor. Legado y testamento de Joseph Roth. Esta es la aproximación más profunda y rigurosa que se ha realizado al autor y su obra, al tiempo que un lienzo detallado de la sociedad y la política de los primeros años del siglo XX, un detallado fresco lleno de luces y sombras. Sin el puzle que construye Ares en este título nos resultaría difícil entender la complejidad del siglo XX, los conflictos a los que se enfrentaron sus filósofos y escritores.

Hablamos con la escritora sobre Joseph Roth y su legado, que continúa hasta el presente, sobre la escritura compleja de este título. Hablamos —con motivo de la llegada de su obra a librerías— de la importancia de un escritor cuyo interés perdura muchas décadas después de su trágica muerte.

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—¿Qué le atrajo de la figura de Roth para enfrascarse en un reto como este?

—Lo que me atrajo fue La leyenda del santo bebedor, algo de su melodía y de la extrañeza que la sustenta. Sentí un verdadero flechazo por esta parábola en forma de relato. Cuando la leí, el autor era del todo desconocido para mí, y también lo de menos. Mi flechazo es con la obra, y es al texto al que he dedicado máxima atención. El autor vino después.

"No cabe duda de que la personalidad de Joseph Roth es fascinante. Era un gran conversador, un hombre lúcido como pocos, un místico, un canalla, un profeta de la modernidad con una prosa brillante y vibrante"

Primero vino mi interés por descubrir por qué este texto me producía una emoción estética que aún perdura. Luego tuve interés por leer el texto tomando en consideración el conjunto de la obra del autor, que leí en prácticamente su totalidad. Estudié alemán cinco años, traduje uno de sus textos para Granta en Español, aprecié su estilo, la ironía, las estructuras de corte medievalista y la duplicidad de significados, característica de un misticismo vibrante y popular.

Luego leí otros autores con los que sentía o supe que había correspondencias: Gogol, Flaubert, Heine, Von Kleist, Tolstoi, Proust, entre otros. Después abordé la geografía personal y espiritual del autor. Leí biografías, memorias, también en torno al tiempo en el que se escribe e inscribe este magnífico relato. Y, por supuesto, también leí numerosos textos para comprender mejor cada uno de los avances que iba realizando, especialmente dentro del contexto bíblico, literario, religioso, histórico, narratológico y filosófico.

Dicho esto, no cabe duda de que la personalidad de Joseph Roth es fascinante. Era un gran conversador, un hombre lúcido como pocos, un místico, un canalla, un profeta de la modernidad con una prosa brillante y vibrante.

—¿Por qué este título? ¿Por qué ha realizado un análisis tan exhaustivo del autor y su obra?

"Me encanta viajar, subir y bajar montañas, recorrer todos los senderos que se me ponen por delante, nadar, bailar y conversar hasta que se me caen los ojos de sueño"

La leyenda del santo bebedor es el libro que escribe justo antes de su muerte. Él mismo dice que es su testamento y que recoge su pensamiento más íntimo. Lo he realizado por puro amor. La pasión es así. Por supuesto, en el camino quería dar respuestas a otras preguntas que me llevo formulando toda la vida, preguntas muy personales. Pero además me gusta mucho la investigación cultural. Soy periodista e investigadora cultural y no es el primer trabajo al que dedico horas, pero nunca había dado el paso de entregar un texto mío a una editorial. Soy muy exigente y además creo que ya hay bastantes libros circulando en el mercado editorial como para introducir más ruido. Pero este ensayo viene precedido de una tesis doctoral (aunque el salto que hay de la tesis al ensayo es enorme) que ha recibido el Premio Extraordinario de Doctorado de la Universidad Pompeu Fabra y el Premio Nacional de Tesis Doctoral SECR. Ambos premios me animaron a querer compartir este ensayo, que he procurado escribir con un estilo sencillo y claro.

Foto: Marco Senesi.

—¿Es este ensayo el propósito o la obra de su vida?

—Desde luego que no. Tengo otros muchos intereses vitales. La amistad es uno de ellos. La familia, otro. Me encanta viajar, subir y bajar montañas, recorrer todos los senderos que se me ponen por delante, nadar, bailar y conversar hasta que se me caen los ojos de sueño. Leo todo lo que puedo sobre literatura y filosofía, dos pasiones. También trabajo, claro está. El cine me gusta, pero veo poco la tele.

—¿Cómo encaró un título como este? Cuéntenos acerca del proceso de documentación que ha precedido a la escritura.

"Me lo he pasado muy bien desmontando algunos tópicos, lugares comunes en torno a la obra y a la biografía de este escritor, que a veces, demasiadas veces, eran puro chascarrillo"

—Además de lo ya comentado, he realizado como bien señalas un importante trabajo de documentación, especialmente en los archivos del Leo Baeck Institute (Nueva York) y del Archivo de Literatura Alemana que hay en Marbach. Luego, gracias a instituciones como el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, he podido entrevistar a figuras fundamentales del pensamiento contemporáneo como Tzvetan Todorov, Judith Butler o Claudio Magris, entre muchísimos otros, que desde luego me han ayudado a formarme un criterio.

Me lo he pasado muy bien desmontando algunos tópicos, lugares comunes en torno a la obra y a la biografía de este escritor, que a veces, demasiadas veces, eran puro chascarrillo, especialmente en lo que se refieren a su conversión al catolicismo y a su amor por la patria austríaca.

Dicho esto, tengo también una mochila de conocimiento que me ha servido. En la casa familiar por la línea de mi abuela materna había una enorme biblioteca teológica y, como dice el refrán, «lo que se hereda no se compra». Por otro lado, gracias a unas becas de investigación que en su día me llevaron a Tel Aviv tengo dominio del hebreo, del judeoespañol y en general de la cultura judía que considero fundamentales para tratar la obra de este autor.

—¿Cree que Roth podría haber escrito La leyenda del santo bebedor en 2022?

"Comparto con Joseph Roth su idea de que el desarrollo tecnológico y económico no traen necesariamente desarrollo moral"

—Desafortunadamente, sí. Una de las cuestiones que trato de desmontar es que el protagonista de este relato fuera un clochard, una figura literaria sin las connotaciones políticas de los violentos años 30 en Europa. La palabra que emplea Joseph Roth para definir a su héroe es «sintecho» o «sin hogar», pero es que además es un refugiado, un paria. Desafortunadamente no para de aumentar el número de parias dentro y fuera de las fronteras de Europa. Pienso, por tanto, que podía haberlo escrito perfectamente.

Otra cuestión es cómo determinados colectivos hubieran valorado hoy en día la afición del héroe por determinados locales, así como la misoginia del héroe y del autor. Yo no he entrado a valorar esta cuestión más que a partir de los análisis de Otto Rank y la neurosis característica de esos años en temas de materia sexual.

—Decía Harold Bloom que la obra de Roth tiene la quintaesencia de la vieja Europa. ¿Lo cree así?

—Desde luego que sí, la quintaesencia de una vieja Europa de la que cada día quedan menos recuerdos y que vamos dejando atrás a una velocidad vertiginosa. Una Europa mucho más espiritual y menos materialista, en las que las fronteras políticas eran menos criminales que ahora. Comparto con Joseph Roth su idea de que el desarrollo tecnológico y económico no traen necesariamente desarrollo moral.

—En esa línea, ¿para qué cree que sirve el legado de Roth hoy día? ¿Cree que deja testimonio del ocaso de una época?

—Más que el ocaso de una época yo veo expresado en su obra el fracaso de lo humano. Creo que el legado de Roth hace más bien referencia a la autodestrucción de un humanismo europeo, o de un humanismo en general. El optimismo de la Ilustración no nos salvó del horror. Ya no hablo de la Segunda Guerra Mundial o de la Shoah, sino también, por ejemplo, de los millones de muertes causadas por la hambruna provocada por Stalin en Ucrania y que llevó a cientos de personas al canibalismo en 1933, a miles de niños huérfanos a vagar por los caminos en busca de un mendrugo, o lo que fuera.

"Joseph Roth nunca tuvo una casa, siempre vivió en hoteles, tal era su desarraigo. Se hacía llamar Hotelpatriot. En su época ya se hace evidente que un ser humano sin documentos en regla lo tiene muy crudo"

Como dijo Joseph Roth: ese, el de los años 30, es un mundo que se muere de feo. Pero, desde luego, en nuestra mano está el hacerlo más habitable. Una lección de su legado sería: no dejemos que nos expropien el mundo, nuestros cuerpos, nuestra imaginación. Alienarse, hacernos todos iguales, homogéneos y máquinas es no haber entendido nada. Creo que el pensamiento de Joseph Roth y el de su contemporánea Hannah Arendt encajan: amar este mundo común y compartido y actuar sobre él para mejorarlo es la primera lección que nos dan ambos, la segunda es que, un día cualquiera, cualquiera de nosotros puede convertirse también en paria. No es algo que sólo le pasa a los demás. Otra cuestión contra la que se rebeló Joseph Roth fue la pureza, racial, por ejemplo. Deberíamos huir de cualquier mensaje político discriminatorio hacia otro ser humano y atacar de raíz lo que lo provoca.

Foto: Marco Senesi.

—Los protagonistas de la obra de Roth a menudo han perdido su hogar o su patria, igual que el propio autor, que tuvo nacionalidad polaca y austriaca. ¿Considera que los personajes principales de sus obras son trasuntos del propio autor?

—Diría que sí, efectivamente. He tenido la enorme fortuna de contar con el prólogo del biblista Julio Trebolle, y él sostiene que Joseph Roth, así como el héroe de la leyenda, Andreas Kartak, y muchos otros personajes de sus libros, es un trasunto del guer bíblico, el “residente en tierra ajena”. Joseph Roth nunca tuvo una casa, siempre vivió en hoteles, tal era su desarraigo. Se hacía llamar Hotelpatriot. En su época ya se hace evidente que un ser humano sin documentos en regla lo tiene muy crudo.

—¿Por qué es tan importante la obra de Roth en el contexto del primer tercio del siglo XX?

"Cuando Joseph Roth escribe La leyenda del santo bebedor es apátrida, alcohólico, está enfermo, casi ciego, es perseguido y vigilado por la policía nazi: esto tiene una influencia en su trabajo"

—Fue importante entonces y también lo es ahora. Primero, por su gran lucidez y luego por su extraordinaria y brillante prosa, su estilo irónico, sobrio y preciso. En sus obras hallamos influencias y sedimentos de culturas lejanas. Era gran conocedor de la literatura grecolatina y bíblica, de las que es heredero. Su amigo Stefan Zweig y sus contemporáneos lo admiraban por esa gran comprensión que tenía de su tiempo, que le llevó a anticipar el Putsch de Múnich en el que Hitler participa en 1923 (La tela de araña) antes de que éste tenga lugar, y a describir los síntomas de la caída del Imperio austrohúngaro (La marcha Radetzky). Tanto sus parábolas como sus novelas, artículos periodísticos, cartas y crónicas de viaje están escritos con un estilo inconfundible; algunos, con la precisión de la maquinaria de un reloj.

—Con este título dibuja con fino pincel la creación de una obra literaria y al tiempo traza un boceto del contexto político del periodo. ¿Lo hizo a propósito? ¿Cuánto cree que influyó la geopolítica del momento —sobre todo las guerras mundiales— en la obra de Roth?

—No entraré en las intenciones del poeta, sí puedo decir que vivió un tiempo convulso y he creído conveniente contextualizar su obra. Especialmente porque es una obra que madura y evoluciona en sus planteamientos religiosos y políticos. No en los estilísticos: Joseph Roth es brillante desde sus inicios. Pero a la hora de valorar su planteamiento religioso y político, dos cuestiones que, nos guste o no, están muy unidas e influidas la una por la otra, me parecía fundamental unir tiempo político y creación poética. Cuando Joseph Roth escribe La leyenda del santo bebedor es apátrida, alcohólico, está enfermo, casi ciego, es perseguido y vigilado por la policía nazi: esto tiene una influencia en su trabajo, creo yo. Ahora bien, para mí es importante señalar que es la obra la que explica al poeta y no lo contrario.

Algunas personas que se han acercado a mí en las presentaciones del libro me han agradecido que trate con respeto y sin prejuicios la figura del escritor. Eso me ha llegado al alma.

En cuanto a la geopolítica que señalas, como sostengo al inicio del ensayo, Joseph Roth vive y describe un contexto temporal de violencia, propiciado por las devastadoras secuelas de la Primera Guerra Mundial, pero que sólo puede comprenderse a partir de la radical novedad histórica de las dos fuerzas totalitarias que son el nazismo y el estalinismo, en cuyo trasfondo aparece una creciente destrucción del espacio público y del ser humano.

—Este es su primer título publicado. ¿Qué próximos proyectos literarios/ensayísticos tiene entre manos?

—Tengo varios. Me gustaría mucho poder sacar adelante un libro en el que ya comencé a trabajar y que también gira en torno a una de las obras maestras de Joseph Roth: Job. La historia de un hombre sencillo. A partir de este libro, me gustaría colocar otra pieza más en el puzle europeo para explicar un mundo convulso en el cual los movimientos de la Reforma y la Contrarreforma convivieron con otros mesiánicos, cuyo origen hay que situar en la expulsión de los judíos de Sefarad y en la conversión de los que se quedaron.

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Autora: Berta Ares Yáñez. Título«La leyenda del santo bebedor», legado y testamento de Joseph Roth. Editorial: Acantilado. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Joseph Roth era austrohúngaro, un leal súbdito del emperador Francisco José. Cuando los vencedores de la primera guerra mundial descuartizaron el Imperio en estados-nacioncillas enfrentadas entre sí, Roth se sintió un apátrida, igual que su amigo Estefan Zweig. Cuando España se desintegra en cinco o seis países independientes y totalitarias, tendremos la ocasión de experimentar la nostalgia de Roth por la Monarquía de los Habsburgos, donde los judíos de Galitzia, los alemanes de Moravia, los pastores de Voivodina y los vendedores de castañas de Bosnia cantaban con el mismo fervor el ‘Gott erhalte’. Ya queda menos para llorar.