Una chica de 18 años soporta resignada el don que le ha sido concedido: ver fantasmas. De hecho, hay uno que le molesta especialmente, el que vive en la antigua granja escuela del pueblo de Idaho, Beulah, al que se ha mudado con su madre y su hermana tras la muerte del padre de familia. Así arranca esta oscura novela que fue nominada al premio Shirley Jackson y que ganó el Bram Stoker.
En Zenda ofrecemos el prólogo de Beulah, de Christi Nogle (Dilatando Mentes).
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Prólogo
Cuando hables con los muertos
Cuando hables con un muerto —si lo haces; no puedo saber a ciencia cierta si lo harás—, conviene que tengas en cuenta algunas cosas:
Tienes que recordar que escucharlos es algo que haces por ellos. Se supone que es un acto de generosidad. Tienes que evitar que te afecte lo que te cuenten, impedir que fluya por tu mente y tu cuerpo, pero no puedes hacerles saber que es eso lo que está pasando. Supongo que estoy tratando de decir que tienes que complacerlos. Hacerles creer que lo que dicen te fascina tanto como a ellos. Hazles creer que vais a ser los mejores amigos. Si no puedes hacer eso, no tiene sentido que hables con ellos. Si vas a actuar con desdén, ni te molestes. Haz como si no los vieras, o como si no los oyeras si te pillan observándolos, pero no les hables para luego mostrarte aburrido.
No juegues con sus emociones. Simplemente no lo hagas. Las emociones son diferentes cuando careces de cuerpo, pero no por ello son menos intensas.
Ten en cuenta que lo más probable es que quieran hablar de trabajo. De lo duro que ha sido, de lo mucho que se han esforzado, de todo el tiempo que han invertido en algo que ha dado o no sus frutos. Esto te aburrirá, pero es algo que les apasiona. Harán gala de un gran sentido de la injusticia en torno a la idea del trabajo. Noventa y nueve de cada cien pensarán que trabajaron demasiado y obtuvieron muy poco a cambio. El otro, ese uno por ciento restante, pensará que no ha trabajado lo suficiente y que la suerte le ha sonreído de forma injusta, y querrá hacerte partícipe de su sentimiento de culpa. Hablar con ese que se muestra culpable es aún más aburrido que hablar con el otro noventa y nueve por ciento, al menos al principio, pero hay que mantener la conversación viva.
Cuando muera, yo seré uno de esos espíritus que se sienten culpables, y puedo garantizarte que estas personas tienen algunas de las mejores historias que uno pueda imaginar, si consigues que dejen atrás sus remordimientos y se adentren en sus vivencias. Estas personas son las que tienen más probabilidades de haber sido como yo —tal vez como tú— antes de su muerte, lo que significa que probablemente pudieron ver a otros muertos durante, al menos, una parte de su tiempo en el mundo. Esto significa que son los más propensos a ser conscientes de sí mismos. Conocían las sombras antes de tener que encarnarlas, así que tienen mucha más idea de cómo funciona todo. Esto también implica que sean los entes más peligrosos.
Una persona muerta es casi puro ego. Si han visto tus llaves o los números que te harían ganar la lotería o tu único y verdadero amor, no se habrán fijado en ellos ni recordarán dónde los vieron. No les importas.
Debes saber que es muy inusual que los muertos sean conscientes de su existencia. Esto nos remite al trabajo. La mayoría de ellos están atrapados en el aturdimiento o en el flujo de sus quehaceres. De hecho, la mayoría de ellos ni siquiera se dan cuenta de que los has visto. Simplemente están haciendo lo que sea. La niña aplicada está estudiando, el camarero está sirviendo mesas, el pintor está dándole vida a un cuadro, el escritor está redactando una novela, el profesor está enseñando… Ya me entiendes. Se imaginan lo que se supone que hay a su alrededor; no se fijan en ti. Por eso es tan raro que consigas hablar con ellos. Primero tienen que interrumpir su flujo para reparar en ti, luego tienen que sacar la cabeza de su propio culo el tiempo suficiente para molestarse en hablar contigo. Hay más cosas a tener en cuenta una vez que estás hablando. La cuestión es que, si has conseguido que rompan su silencio, eso indica que les has sorprendido en un estado inusual y volátil.
Debes ser consciente del poder que ostenta el resentimiento en la vida de los muertos. No lo subestimes. Coge a una persona que probablemente ya estaba resentida por hacer lo mismo durante la mayor parte de su vida, trata de que siga repitiendo esa tarea después de su muerte, y luego haz que sea consciente de que eso es lo que le está pasando. Después, si quieres ver cómo el rencor se transforma en rabia, búrlate de ellos no tomándote en serio lo que dicen. Tal vez ahora te parezca intrascendente hacerlo y tengas curiosidad por ver qué sucede, pero te aseguro que no es algo que quieras hacer.
Unos pocos muestran animadversión porque carecen de futuro. Esto es más raro de lo que crees. La mayoría se resienten porque han perdido el acceso al pasado. Sus recuerdos no operan de la misma forma a como lo hacían cuando estaban vivos. Les cuesta volver a ver fotos o viajar a lugares conocidos. Cuando olvidan hechos, no pueden buscarlos en Internet; ni siquiera pueden leer libros a menos que uno de nosotros pase las páginas. Tienen muy poco control sobre nada.
Por último, y esto es importante:
Tienes que conocer las dos formas en que los muertos pueden adueñarse de ti y llevarte con ellos. Una forma es haciéndote su mejor amigo. Lo que sea que los ocupe a ellos, debe ocuparte a ti. Los dos estudiaréis codo con codo, pintaréis codo con codo: lo que les obsesione a ellos debe obsesionarte a ti. Sus pasiones, sus responsabilidades, su trabajo, todo eso es tuyo ahora. Esto es peligroso, pero no tanto como la otra vía.
Puedes sobrevivir a esa amistad, incluso a muchos ciclos de ella. Es el tipo de experiencia por la que puedes pasar y dejarla atrás creyendo que te ha hecho más sabio o más fuerte.
La otra forma en que te alcanzan es más funesta. Pueden tentarte para que salgas de tu cuerpo.
Empiezan por enseñarte cosas. Es entonces cuando sabes que se está volviendo más peligroso. Tu mejor amigo y tu solíais pasar todo el tiempo haciendo «X» y ahora habéis pasado a «Y», siendo «Y» cosas raras ocultas que nunca parecieron interesarles antes. Pensarás que esto es una mierda alucinante que te va a cambiar la vida. Si tienes ese tipo de epifanía, es demasiado tarde.
Te lo pintarán como algo sugerente: «¡Mira qué divertido es todo aquí en el reino sobrenatural! Mira esto, ¡estoy volando! Vaya, ¡mira qué bonito es mi cuerpo nebuloso!»
Un día eres capaz de salir de tu cuerpo, y lo haces con verdadero regocijo. Das tus primeros pasos como espíritu, y ellos se deslizan enseguida dentro del cascarón que has dejado huérfano.
«Gracias», dicen. «Te estoy muy agradecido», expresarán. «Tendré mucho cuidado», y todo eso. Entonces puede que nunca vuelvas a ver tu pobre cuerpo.
Tampoco suele ser bueno para la persona muerta. Piensan que quieren ese cuerpo, que van a poder hacer las cosas que siempre anhelaron o volver a poder hacer las cosas que hacían. Solo que ahora el mundo es diferente, y no son más poderosos de lo que eran en vida. Avanzan sin control. Es algo que no acabará bien.
Eso es lo que me pasó a mí cuando tenía catorce años. Me pasaría dos veces más antes de cumplir los diecinueve. Es algo raro. De hecho, no sé si le ha pasado a alguien más. Piensa en las probabilidades.
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Autora: Christi Nogle. Título: Beulah. Traducción: José Ángel de Dios. Editorial: Dilatando mentes. Venta: Todos tus libros.
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