He leído las más de 1500 páginas de Blackwater de corrido. No me ha supuesto un gran esfuerzo pero por los efectos que me ha dejado no tengo la sensación de haber leído lo que solemos entender como un best seller facilón. De hecho, no soy lector habitual y ni siquiera disfruto de las pocas veces que me he enfrentado con un libro con intenciones comerciales.
Todo resulta muy moderno y muy de plataforma de series, como si las editoriales también quisieran un pedacito del tiempo que Netflix, HBO y demás arrebatan a la lectura. Lo más sorprendente del asunto es que nos referimos a una novela publicada hace más de 40 años, y que hasta ahora no había llamado la atención de ningún editor. El propio autor, Michael McDowell, era un completo desconocido en estos lares. Por si eso fuera poco, lo publica en español Blackie Books, una editorial independiente muy alejada del mercado del best seller.
Blackwater es una saga familiar centrada en los Caskey. Aunque se publique en seis volúmenes, es una única novela con un inicio, un desarrollo y un desenlace. Cada libro describe con cierta unidad argumental un momento de los 50 años en los que sucede la novela, pero no son relatos independientes ni se puedan leer separadamente. La publicación independiente permite al lector no tener que arriesgar a comprar un caro e incómodo volumen y además disfrutar de unas preciosas ilustraciones de cubierta.
La novela comienza con la riada que inunda el pueblo de Perdido (Alabama) en 1919. Resulta que el pueblo es real, además del río que le da nombre y va a ser el eje vertebrador, simbólico y argumental, de toda la historia. Oscar Caskey, el joven vástago de una de las grades familias de la zona, descubre a una mujer aislada por el agua en uno de los pocos edificios que aún siguen en pie. A partir de ahí, vamos a leer las vicisitudes de los Caskey durante medio siglo en el que se sucederán cuatro generaciones. Los Caskey son una familia que reúne casi todos los componentes de las grandes estirpes del gótico sureño: disfuncional, rica y decadente, endogámica, algo perversa y muy matriarcal.
Hasta aquí podría tratarse de un relato de inspiración faulkneriana más o menos original, mejor o peor escrito. Sin embargo, McDowell introduce un elemento fantástico que lo revuelve todo. Ahí está, en mi opinión, la grandeza de Blackwater. El autor ha combinado de una manera magistral la tradición realista americana con la magia vudú y las pesadillas raciales de Lovecraft. Así visto parece un cóctel demasiado explosivo, pero en realidad hay una secreta conexión. No olvidemos que la novela gótica original estaba plagada de monstruos y criaturas. No significa, por supuesto, que el maridaje sea fácil, y aún menos el lograr un libro tan verosímil y abierto al gran público como es este.
El elemento fantástico ocupa un lugar muy reducido en la narración. Podríamos decir que apenas lo salpimenta. Pero la amenaza que transmite su existencia empapa todo con un filtro amenazante que provoca ver el eficiente desarrollo económico de la familia como una carrera desesperada y sin meta.
Los mayores acontecimientos están relacionados con el desarrollo de la empresa familiar de los Caskey. Una industria que comienza de cero —recordemos que la novela empieza con una inundación que asola Perdido— pero que gracias al buen hacer, y a alguna ayuda fortuita, logra esquivar la crisis del 29 y la economía de guerra de los años 40 para tomar velocidad durante el desarrollo de la postguerra y crear gracias a inversiones bien elegidas un emporio nacional de cientos de millones con inversores en Nueva York, California y Texas. Los Caskey son un gigante, pero con los pies hundidos en el barro rojo del río Perdido.
La novela, frente a muchos libros comerciales, no tiene un ritmo trepidante ni juega con continuos cambios de guion que fomentan una lectura adictiva o incluso convulsiva. Todo lo contrario. La mayor parte de la narración es suave y amable como un río en su desembocadura. Y sin embargo, su lectura arrastra lentamente gracias al desarrollo de unos personajes que forman un puzle perfecto entre sí, para constituir el verdadero protagonista que es esa familia tan intensa: bendecida por la fortuna pero maldita en sus orígenes.
Este es un libro de obligatoria lectura para los aficionados al gótico sureño, van a encontrar guiños, algún lugar que les resultará familiar y también varias sorpresas agradables. También lo recomiendo para quienes tengan ganas de engancharse a una lectura larga y casi siempre tranquila. Tal vez, como un crucero por el Misisipi.
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Autor: Michael McDowell. Título: Blackwater. Traductores: Carles Andreu y Albert Vitó. Editorial: Blackie Books.
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