Concurrir a certámenes literarios, autoeditar una primera obra, y cruzar los dedos. Son las vías que usan los escritores inéditos para hacerse un hueco en el mundo editorial. Blanca Cabañas (Chiclana, Cádiz, 1991) ha optado por ambas con éxito. Tras cosechar un buen puñado de premios y colgar su primera novela, Perro que no ladra, en Amazon, recibió un correo de la editorial SUMA que le hizo dar saltos de alegría. Su novela iba a llegar a las librerías españolas.
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—La mayoría de los escritores suelen proyectarse en su primera novela. En cambio, mantienes distancia respecto a tu protagonista, y solo te dejas ver de soslayo a través de su amiga Emma, que tiene una profesión similar a la tuya.
—Es cierto que en la profesión de Emma es más evidente la similitud con mi trabajo, ya que ella trabaja en un centro para adultos de educación especial, y yo soy pedagoga y maestra de educación especial. Sin embargo, estoy en todos y en ningún personaje a la vez. Ángel, el psiquiatra, da voz a mi fascinación por la neuroeducación; Dani, el hermano del vecino, tiene síndrome de Down porque me interesaba mostrar alguna persona con discapacidad y, por supuesto, estoy en Lara; en su pasión por estudiar el cerebro, en su curiosidad por escribir y en su valor al enfrentarse a aquello que la daña. Lara, como yo, como todos en algún momento, es tanto la protagonista de su propia vida como, a veces también, su propia antagonista.
—¿Cómo compusiste el personaje de Herminia, la madre tóxica, antítesis del clásico modelo maternal y protector?
—Estamos acostumbrados a toparnos con el ideal de familia y, eso, incluye una madre cariñosa y preocupada por sus hijos, pero no siempre es así. Lo sabemos y, sin embargo, pocas veces lo vemos en una familia que, a priori, no es disfuncional. Herminia quiere a sus hijas, pero su amor es nocivo, mal entendido, tóxico e incluso obsesivo. Tiene la necesidad de mantener a sus niñas bajo su ala y si no lo consigue se frustra. Esta relación madre e hija marca la historia. No podemos pretender que las personas sean como nosotros queremos que sean y, mucho menos, que sigan siendo lo que eran la última vez que las vimos.
—En contraste con ella se alza la figura del padre, Manuel, un hombre bueno y comprensivo. “No importa a quien beses si eso te hace feliz”, le dice a Lara cuando esta le cuenta que ha besado a su amiga Carla.
—Manuel es la antítesis de Herminia, la única persona con la que Lara podía ser ella misma sin sentir vergüenza por un concepto que la sociedad ha puesto sobre nosotros y que nos sigue aprisionando. Se describe como un hombre de campo, de costumbres sencillas y corazón blando. En contraposición a la dureza de la madre, vemos cómo el padre intenta compensar tanto hastío con un poco de comprensión, que es lo que Lara necesita.
—En el trasfondo late un principio filosófico. La imposibilidad de conocer realmente a los demás porque cambiamos constantemente.
—En la novela se hace alusión en varias ocasiones a este pensamiento que parte de la siguiente cita de Heráclito: «ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua serán los mismos». Herminia puede buscar a la cría que manejaba bajo la piel de la ya adulta Lara, pero no va a encontrarla. Como se dice en la novela, para conocer los motivos que mueven a alguien a hacer lo que hace, deberíamos conocer su ciclo vital completo, cosa imposible, y precisamente, en aquello que no vimos, puede encerrarse la razón de sus actos. Es decir, no podemos ejercer control sobre los demás. Todos somos impredecibles.
—El síndrome de Capgras es el desencadenante de esta historia, pero hay en ella otros muchos ingredientes que delatan tu conocimiento de la neuroeducación.
—La idea inicial de la novela surgió de la neuroeducación, una ciencia pionera en estudiar el cerebro a tiempo real a través de técnicas de neuroimagen como el TAC o la resonancia magnética. Gracias a estas técnicas, conocemos hoy día síndromes que siempre han estado ahí para los que no teníamos explicación. Desde 1923 se han confirmado cien casos, ochenta en los últimos diez años. El llamado síndrome de Capgras afecta al hipotálamo, el ‘horno de las emociones’, con la consecuencia de que el paciente manifiesta delirios al pensar que determinadas personas de su entorno no son quienes parecen ser, sino impostores, dobles idénticos. Me llamó tantísimo la atención que me puse a investigar sobre este inusual síndrome y quise volcarlo en la novela. Lo mismo con el multitasking, las distintas alusiones a los recuerdos no conscientes que guardamos en la memoria no declarativa y que ligamos a sucesos desagradables y esa herida que perdura en el pecho de Lara, por haberse quedado estancada en la fase de rabia.
—¿El personaje de Ángel, el psicólogo que trata a Lara, te sirve para visualizar mejor sus dudas y neuras?
—El personaje de Ángel es rimbombante, sabelotodo y muy necesario, porque él es la voz de la neuroeducación, de todos los saberes que yo estaba aprendiendo y que, de alguna forma, quería introducir en la novela. Desde su rol de psiquiatra exprime a Lara, la lleva a lugares que la incomodan y por los que, sin embargo, debe pasar para encontrar esa paz que busca. Es la línea que pretendo seguir en mis novelas. Me gusta no solo entretener con un buen thriller sino divulgar, formar en algo. Y en eso creo que está la originalidad que los lectores y críticos conceden a Perro que no ladra, en nutrirse de otros mundos tan desconocidos, pero tan interesantes, como el cerebro humano.
—Y hablemos de perros y del amor evidente que sientes por ellos.
—Los perros son un amor y cómo nos comportamos con ellos, y con los animales en general, dice mucho de quienes somos. Chaqui es el acompañante de Lara, y en él se dejan ver mi perrita de la infancia y todos los perros. El título surgió en el proceso de documentación de la novela. Di con una práctica legal en algunos estados de Estados Unidos y supe que era el indicado, el título perfecto, pues él solo encierra uno de los enigmas de la historia que se conoce casi rozando los agradecimientos.
—¿Cómo dosificaste la información para mantener el suspense?
—Si algo he aprendido en la escritura es que siempre es mejor sugerir que decir. Y eso es lo que he tratado de hacer en Perro que no ladra. No describir a los personajes, sino hacer que actúen y que el lector se construya una opinión fundamentada de ellos; no explicar las razones que los mueven, sino contar ciertas vivencias significativas del pasado que hablen por sí solas y, sobre todo, ser muy consciente de la corta atención que proyectamos hoy en día. Tenemos mil estímulos alrededor: el móvil, una plataforma de streaming y un ordenador en la mesa. El suspense debe existir desde la primera página.
—¿Qué efecto ha tenido tu libro en Chiclana?
—Fue una decisión muy acertada ambientar allí la novela, pues, además de aportar verdad a la historia, los primeros lectores de la versión autopublicada fueron gaditanos, en su gran mayoría chiclaneros. Hace un año me recibió el alcalde en el ayuntamiento y me obsequiaron con una placa que reconoce mi trayectoria literaria. Para mí es un orgullo que mi tierra se conozca no solo por su turismo, sino también por sus libros.
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Autora: Blanca Cabañas. Título: Perro que no ladra. Editorial: SUMA. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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