Blanco o negro o “Cómo vencer al cerebro y escapar del pensamiento binario” es el nuevo libro de Kevin Dutton, que trata de la ilusión del orden, con el hecho de que las líneas que trazamos en el desierto de la realidad ininterrumpida se evaporan como espejismos cognitivos cuanto más nos concentramos en sus formas quiméricas, efímeras.
Zenda publica un extracto de la introducción que firma el autor de este ensayo.
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Es como un hombre con tenedor en un mundo de sopa.
Noel Gallagher
En un trocito de papel alguien ha escrito «vida real»; en otro, la palabra «fantasía». Esos dos papeles están pegados con cinta adhesiva a sendos tarros, junto a la caja registradora, y entre ellos veo una foto de Freddie Mercury. Los tarros están llenos hasta sus tres cuartas partes con monedas y billetes. Según constato, no tardan mucho en acumularse. Cuando todavía no me he terminado el entrante, los dos tarros ya se han vaciado y les han pegado otras dos etiquetas: a un lado «gatitos» y al otro, «perritos». Quizá no jueguen en la misma liga que la letra de «Bohemian Rhapsody»,* pero de todos modos surten su efecto; el entrechocar de las monedas contra el vidrio no cesa.
Siento curiosidad.
Estoy sentado en una cafetería de San Francisco, donde acabo de pasar las últimas dos semanas conversando con los tres mayores expertos mundiales sobre el pensamiento en blanco y negro: la parte más superficial del cerebro binario. Como dispongo de tiempo libre antes de volver a mi casa, a Oxford, me he acercado a Haight-Ashbury a reflexionar un poco. Pido unos tacos y decido preguntarle a la camarera de qué va la cosa. Ella sonríe.
—No dejamos de cambiar las etiquetas —me cuenta—. Cinco o seis veces al día. Antes, cuando solo teníamos un bote y no había posibilidad de elegir, nos dejaban pocas propinas. Pero si a los clientes les das opciones (gatitos o perritos), son mucho más generosos. No sé por qué. Supongo que es más divertido.
Yo no estoy tan seguro.
Antes de irme, me quedo un rato junto a la caja, al acecho. Dos mujeres de veintipocos años dudan, se ríen y finalmente rompen filas: una deja su propina en el tarro de los gatitos y la otra en el de los perritos.
—¿Por qué? —les pregunto.
—Los gatos no te necesitan —responde una de ellas—. Los perros, sí.
Su amiga niega con la cabeza.
—¡Por eso precisamente prefiero a los gatos! A los gatos nunca hay que sacarlos de paseo. Pero a un perro es imposible no sacarlo. ¿Y qué gracia tiene eso cuando hace frío, es de noche y llueve? La Mujer de los Perros la interrumpe, no piensa dejarlo pasar.
—Por eso los amantes de los perros son más amables —protesta—. Cuando sacas a pasear a un perro te encuentras a otras personas que pasean a sus perros y os acabáis conociendo.
El tira y afloja sigue un rato más hasta que salen de la cafetería, discutiendo. La camarera se acerca y le cobra a otro cliente.
—¿Lo ve? Se lo dije. A la gente le gusta tener que escoger. Y cuando lo hace se va más contenta. Yo asiento. Sin embargo, no puedo evitar preguntarme por esas otras opciones que me ha mencionado. ¿Qué otras decisiones se les presentan a los clientes cuando acuden a la caja a pagar la cuenta?
Ella se encoge de hombros.
—Apple o Microsoft —dice—. Otoño o primavera. Baño o ducha…
Se aleja en dirección a otra mesa. Yo supongo que esa lista es interminable. Porque, de hecho, no hay un número limitado de maneras binarias de dividir a la gente. A partir de nuestras identidades compuestas, puede modelarse un número cualquiera de ejes de preferencia opuestos.
Me viene a la mente un artículo que leí en el periódico local, The Chronicle. Al parecer, solo en relación con la identidad de género, Facebook cuenta en la actualidad con más de setenta categorías. Y en Spotify se acercaban ya a los cuatro mil géneros musicales distintos. En un mundo turbio de límites borrosos, imprecisos, y cada vez más loco por compartimentarlo todo, no perdemos la ocasión de categorizarnos a nosotros mismos incondicionalmente. De plantar cara definitivamente y reivindicar lo que somos. Sobre todo cuando eso que somos resulta ser limpio, simple y psicológicamente no plantea ningún desafío.
Como atestiguan los tarros de las propinas, estamos incluso dispuestos a pagar por tal privilegio.
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* Dicha canción empieza con los versos siguientes: «Is this the real life? / Is this just fantasy? / Caught in a landside / No escape from reality». (N. del T.)
BIO
Kevin Dutton es doctor en Psicología y miembro de la Royal Society of Medicine y la Society for the Scientific Study of Psychopathy. Durante las dos últimas décadas ha trabajado como investigador en las universidades de Oxford y Cambridge. Sus obras han sido traducidas a más de veinte idiomas y colabora en medios como Scientific American, New Scientist, Psychology Today, The Guardian, The Times, Slate, The Washington Post, The Wall Street Journal, Newsweek, The New York Times y USA Today. En Ariel ha publicado La sabiduría de los psicópatas, galardonada con el premio Best American Science and Nature Writing.
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Autor: Kevin Dutton. Traductor: Juanjo Estrella González. Título: Blanco o negro. Editorial: Ariel. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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