A la chita callando, el detective Harry Bosch lleva nueve temporadas dando guerra en las calles de Los Ángeles. Todo un mérito en tiempos del streaming, donde incluso las series de cierto éxito rara vez se prolongan más de tres años. Ahondar en las razones sería prolijo y complicado, y en todo caso no haría más que reforzar la idea de que Bosch (y su segunda iteración Bosch: Legado, de la cual Amazon acaba de estrenar su segunda temporada) esconde en su apariencia de policiaco ordinario sus mejores armas.
Entre ellas, una lucidez y fuerza parejas al personaje protagonista, un policía metido a detective privado en las dos últimas temporadas al que el genial Titus Welliver, con sus tatus y mandíbula adelantada, encarna con total convencimiento. Su melancolía, tozudez y aparente misantropía esconden un corazón de oro que poco a poco va heredando Maddie (Madison Lintz), su hija, convertida ahora por derecho propio en una novata policía igual de terca que su padre.
“Todo el mundo cuenta o nadie cuenta”, es la frase que sirve de código al protagonista y llena las camisetas de los fans del personaje ideado para la literatura negra por Michael Connelly. Bosch, a diferencia de Ted Lasso, no la imprime y la pega sobre el marco de la puerta del despacho, sino que la aplica con insobornable pasión. La segunda temporada de Legado empieza, bien es cierto, de manera harto peliculera, con una cuenta atrás para salvar a su hija que se aleja un tanto de la fórmula original pero sirve a Welliver para dar el do de pecho interpretativo con el personaje.
Los títulos de crédito, animados ahora por el extraordinario tema “Times are changing” de Built by Titan + Skybourne, resulta menos melancólica y jazzística que la de la serie madre. Pero recurriendo a la frase inicial, si todo cambia es para que todo siga igual: si algo tiene Bosch: Legado es que, pese a ser menos nocturna, conserva intactas todas las virtudes de la original Bosch, si acaso refrescando un tanto el reparto de secundarios, restando procedimental policial y añadiendo una perspectiva psicológica y humana algo mayor que antaño.
La segunda temporada, dedicada a los veteranos y prematuramente fallecidos Lance Reddick y Annie Wersching, es igual de endiabladamente entretenida que las anteriores. La manera de enlazar casos engancha con la temporada anterior mientras, sutilmente, va añadiendo nuevas migas a seguir para subsiguientes temporadas que siempre, siempre, satisfacen a los seguidores de Michael Connelly, escritor que permanece muy pegado a la producción de la serie y que sigue proporcionando argumentos para el personaje.
Porque sí, Bosch: Legado ya está renovada —silenciosamente, tal y como llegó— para una tercera tanda de capítulos. Sus seguidores, silenciosamente y al margen de la serie de moda de la semana, lo agradecemos mucho.
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